Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Disparates

Realmente ha sido una angustiante maravilla recorrer atentamente la exposición de dibujos de Goya que presenta el Museo del Prado de Madrid, una muestra que nunca estuvo tan bien ubicada temporalmente, en un momento en que la fantasía, la brujería, la locura y la crueldad que representó Goya en sus grabados «Desastres de la Guerra» (como reflejo de la España de la Guerra de la Independencia) parecen tener como una especie de réplica actualizada en el tejido social español y me atrevería a decir de gran parte del resto del mundo.

Si hacemos paralelismos, también podría decirse que coincide temáticamente con la serie «Los disparates», otro conjunto de grabados del pintor aragonés, a veces difíciles de interpretar, sobre visiones oníricas, grotescas y carnavalescas, escenas de violencia y sexo, así como actos de ridiculización de las autoridades del Antiguo Régimen, preludio de la Revolución Francesa.

Ohhh, cuanto Goya de su período de los grabados, hay en nuestra realidad española actual, tan difícil de descifrar, pero con escenas en el terreno político, social y económico tan temerarias y reincidentes como aquellas. Y es que no es porque sí, que se acuñó la célebre frase: «la historia se repite», y a veces, muchas veces. Veo desde la primera fila de las gradas el relato catalán, una tragicomedia heredera de la fallida declaración del Estado catalán proclamado por Lluís Companys, dentro de la República Federal Española (1934). De momento, la operación abortada no ha traído nada de bueno, sino más bien una fractura social en Catalunya, pero también en el resto de España, aún en vías de sanación.

Producto de este acontecimiento, en el flanco contrario, emergió con impetuosidad la hibernada ultraderecha nacionalista española. Con lo que parecería connivencia, por el efecto de retroalimentación mutuo, ya sean en las calles o en los juzgados o en la arena parlamentaria. Aunque uno se quiera mantener equidistante de lo que pasa, las emociones afloran, y más los anhelos de salir del estado catártico a que nos han conducido los acontecimientos. Aprovechar aquí para conceder el beneficio de la duda al nuevo gobierno de coalición en España, esperando que los astros se alineen y, con diálogo y más diálogo, empiecen a solucionarse los asuntos.

Es intimidante ver como la ultraderecha, sí, la punta de la lanza, por no decir la lanzadera del fascismo, se está infiltrando en nuestro tejido social cual gotera en la pared. Así lo advertía Umberto Eco en su libro sobre el fascismo eterno y lo recoge más recientemente Jason Stanley, en su libro analítico «How Fascism Works: The Politics of Us and Them» que ha sido traducido al español con el título de «Facha: Cómo funciona el Fascismo y cómo ha entrado en tu vida». El fantasma del ultraderechismo y de los movimientos brexistas recorre Europa, agrietando el proyecto unitario, mientras que en América, el fascismo se disfraza de chauvismo, dogmatismo religioso y desprecio a la diversidad. Poco a poco se está produciendo un giro radical hacia una supuesta desmundialización, que aboga por una especie de autarquía proteccionista de recuperación de las fronteras. Muestra de ello son los sectores de la población estadounidense, deslumbrados por el America First de Trump. Una tendencia global al repliegue, sintentizado en lo «mío es mío», y la necesidad, como apunta Stanley, de defender lo «nuestro», contra lo de «ellos».

Pero, el populismo no ha sido inventado por los líderes políticos actuales quienes tienen muchos precedentes, pero lo que más se evoca recientemente en los medios de comunicación de masas es el ascenso de Hitler al poder, con una receta bien combinada de ingredientes sociológicos, psicológicos y económicos. En este tipo de dinámica del poder, el victimismo de un pasado mejor gana terreno, y surge un nacionalismo al servicio de la dominación y la jerarquización social, como apunta Stanley. El miedo a perder el estatus social y económico (privilegios clasistas incluidos), el ingreso cada vez más igualitario de colectivos antes marginados como los inmigrantes, los refugiados, los LGTBI, las mujeres, etc, la pérdida del patriarcado como modelo familiar o la escuela inclusiva horrorizan a ciertos sectores retrógrados de la población. Los líderes de estos movimientos y partidos ultraderechistas utilizan recursos democráticos (las elecciones y el Parlamento ) para reventar la democracia. Buscan el extremismo y los bulos contra estos colectivos minoritarios como arma arrojadiza al ciudadano para que despierte su xenofobia y animadversión. La idea es que no digan ni píu si se procede a un recorte de libertades y los derechos adquiridos con tanta lucha en las últimas décadas. Sería tristísimo volver atrás en un camino arduosamente recorrido.

Esperemos que estos comportamientos caóticos impredecibles del poder democrático, que, de acuerdo con la teoría del caos, suceden en cualquier sistema dinámico, sean una transición, un empuje para ajustarlo y resetearlo. Sería estupendo poder confiar en que aquellos que tienen influencia política, económica, financiera, militar y tecnológica debatan y busquen nuevas fórmulas de cooperación ( a través de nuevas asociaciones federales regionales, nuevos foros y conferencias internacionales, etc) y de reestructuración hacia un mapa multipolar, en donde el equilibrio entre los polos continentales, puedan evitar la confrontación por temas geopolíticos y estratégicos dominantes y beneficien a la totalidad de la humanidad, sean del norte o sur, del este o el oeste. Y los sueños, sueños son. O no.

Hey you,
¿nos brindas un café?