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Disminuye el Coeficiente Intelectual

Desde la posguerra hasta los años 90 se había incrementado el coeficiente intelectual de la población mundial. Lamentablemente, en los últimos veinte años ha disminuido. Causa sorpresa y es particularmente notorio en los países más desarrollados. Las causas son varias, los estudios demuestran disminución del vocabulario y empobrecimiento de la lengua. No se trata solo de la reducción del vocabulario sino de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar un pensamiento complejo. La desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos, así como la dispersión de los tiempos gramaticales: subjuntivo, imperfecto, las formas compuestas del futuro y participio pasado. Eso da lugar a un pensamiento casi siempre en el presente, limitado, incapaz de proyecciones en el tiempo.

El adjetivo “señorita” ya ha quedado obsoleto, de niña se brinca a señora, queda la idea de que entre una niña y una mujer no hay fases intermedias. El adjetivo cambió por seño y Miss, moda de los colegios particulares bilingües, así que también se pierden las palabras maestra y profesora. El resultado es que menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidad de elaborar pensamiento.

Los estudios al respecto han demostrado que parte de la violencia en la vida pública y en la privada proviene de la incapacidad de describir las emociones a través de las palabras. No tener palabras para construir un razonamiento, vuelve difícil el pensamiento complejo. Mientras más pobre sea el lenguaje, más desaparece el pensamiento.

El fenómeno de la deformación del lenguaje inició con los mensajes de texto en el celular, además de la influencia de los vecinos del norte: en inglés no se utilizan acentos y se usa un solo signo de interrogación. También afectó los cambios de letras, sobre todo con la letra “q y la c” que cambian por “k”.

Otro tema es en lo que se refiere a la salud. Cuando les pido a mis pacientes que están inmersos en un proceso de duelo, describirme sus sentimientos, tienen dificultad en expresarse, mencionan que en su familia les dicen: “siempre estás enojado”. Tanto el que sufre como los que los rodean, no identifican el lenguaje no verbal y lo que hacen es proyectarse (verse en el otro). Esa falta de lenguaje para describir sentimientos y emociones hace que el proceso se prolongue.

También afecta el enfoque biomédico, las consultas son tan breves, buscan síntomas no la causa. Los síntomas son somatizaciones de emociones, crisis, duelos, accidentes, pero, los profesionales son tan faltos de empatía que cuando la “persona” trata de abrirse en sus sentimientos, de inmediato cambian la conversación para encuadrarla hacia una enfermedad y buscan en el manual de los trastornos de psiquiatría. El síntoma se vuelve motivo de diagnóstico y dejan de lado las causas psicoemocionales.

Me agrada atender a los niños, quienes, cuando se sienten escuchados, tienen una manera de describir muy expresiva. Con la pena, al llegar a la adolescencia y no sentirse comprendidos, se encierran en sí mismos y se unen a sus pares donde encuentran sentido de pertenencia y con los que pueden hablar su propio dialecto. Palabras como guey (mexicanismo muy usado como una ofensa para referirse a cualquier persona sin necesidad de llamarlo por su nombre. Aplica por igual al género masculino como al femenino) El otro código es a la verga (verga se refiere al mástil de un barco, proviene de vigra, que significa rama o vara. Alguien relacionó la forma alargada del mástil con el genital masculino y de ahí se vinculó al lenguaje vulgar. Se volvió un término ofensivo del dominio popular al igual que la palabra chingar).

Las redes sociales proporcionan a la escritura un espacio temporal marcado por la inmediatez, el mensaje se emite de forma rápida sin reglas gramaticales ni ortográficas, por tanto, se usan emoticones, imágenes y abreviaturas, códigos que están deformando la escritura. Los jóvenes encuentran en las redes sociales un espacio comunicativo sin fronteras, que les otorga cierta libertad para adaptar y recrear el lenguaje.

Los regímenes totalitarios también obstaculizan el pensamiento. Basta con escuchar unos minutos al presidente López Obrador para captar su pobreza de lenguaje, y su animadversión hacia las personas con aspiraciones, las que escriben y las que se superan.

Si no existen pensamientos, no existe el pensamiento crítico. No hay pensamiento sin palabras.

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