Lo que ha sido excluido ahora forma parte de la suspensión que azota al mundo.
Confinamiento pandémico. En el baile de máscaras será posible ponerle candado a la excepción. Sentir en las narices ese hedor a podrido que deja el aliento del poder. He ahí el virus maximus. El limbo donde se divierte flotando lo jurídico.
Paradojal situación de la regla a seguir: “Quédate en casa”. Mas la casa resiente su exclusión. No quiere ser prisión de su prisión. Observa desde las ventanas cómo árboles y brisas se abrazan. Espacio en el que la presencia jurídica-política se esfuma. Pasión que nunca cesa como el trueno que del pecho al porvenir alumbra los roces del abismo.
Vital soberanía. Dueña la naturaleza de lo que yace afuera. Más allá del encierro que pugna por salirse de sí mismo. Más allá de ti o de mí imaginándonos el salto sobre las ramas.
Dislocaciones que declaramos necesarias.
El lecho anhela caos. Quiere romper el maleficio. Negarle a la bio-política entrar inmune al desvelo de estos cuerpos desnudos.