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Dinamarca

Es noche cerrada, son las 3:00 de la mañana. Un vehículo llega y estaciona a la entrada de una modesta construcción, en los suburbios de la ciudad. Es un monasterio en el que viven tres monjas de clausura. La mayor tiene 94 años, permanece postrada en cama. El hombre comienza a descargar bolsos, nueve en total, y un fusil. Ante el hecho de que, a pesar de insistir en sus llamados, el portón  de ingreso no se abre, el hombre arroja los bolsos por encima del muro e introduce el fusil. Luego, con considerable esfuerzo – es dueño de un cuerpo rechoncho, no se lo ve ágil – logra saltar por encima del muro.

Una vez dentro del predio, comienza a traer los bolsos y los va depositando frente a la puerta que da acceso al jardín que rodea el monasterio. Pulsa un timbre y una monja se acerca, abre la reja y ayuda al hombre a entrar los bolsos. Cuando los nueve bolsos han pasado al interior, el hombre recoge el fusil que estaba en el suelo y entra siguiendo a la monja.

Un vecino que ha estado observando ese movimiento extraño para la hora y el lugar, llama al 911. Pasan los minutos. A la zona donde quedara estacionado el vehículo, con el motor en marcha y los faros encendidos, llegan dos vehículos de la policía. De uno bajan tres hombres, del otro dos mujeres, todos vistiendo uniforme policial. Uno de los policías toca el timbre. Nada. Tiene que seguir tocando durante 40 minutos y cuando por fin le contestan, se identifica. El policía explica que viene en busca de un hombre que habría llegado hace un rato. La monja responde que al monasterio no ha llegado nadie. El  policía insiste y la reja por fin se abre. Los cinco policías entran al predio al que la monja los hace pasar. Terminan en la cocina, donde se hallan los bolsos y el fusil, que es lo primero que les llama la atención y los alerta.

Al indagar por el contenido de los bolsos, registran que están llenos de dólares. Una cuenta posterior permitirá constatar que se trata de más de nueve millones de dólares. El hombre que trajera los bolsos se acerca sonriendo, con una  bolsita de papel en las manos e invita a los policías con su contenido. Se trata de scones. Los policías rechazan la oferta y cuando indagan acerca del fusil, el hombre termina detenido y llevado fuera del monasterio.

Los policías quedan interrogando a la monja. Esta explica que son tres las que viven allí y que la mayor permanece en cama, conectada a un tubo de oxígeno, ya que además de su avanzada edad tiene problemas de salud. Cuando preguntan acerca del hombre y del contenido de las bolsas, la monja -quien se muestra enormemente sorprendida-  explica que lo que el visitante les dijo fue que había robado ese dinero para traerles ayuda, y que ella, por supuesto, jamás había visto tanto dinero junto. Las ayudas que las monjas estaban acostumbradas a recibir eran paquetes de té o café, alimentos no perecederos y algún modesto donativo.

Todo lo anterior es visto en la televisión. Pero no se trata de los capítulos de una serie policial estilo Breaking Bad, ni de una bizarra comedia negra. Es trasmitido por los noticieros y se convierte rápidamente en el escándalo que sacude la realidad. Por los nueve millones de dólares, y porque, quien los trajo es un importante ex funcionario gubernamental, responsable de administrar los fondos de la obra pública.

Ya sabemos: lo que no ocurre en televisión es como si no existiera.  Y la evidencia de las imágenes es abrumadora. Las vicisitudes de la historia cambian con el transcurso de los días, cuando a raíz de las investigaciones judiciales y de la labor periodística, aparecen llamadas telefónicas, videos de cámaras de seguridad, allanamientos que descubren extraños recovecos y escondites.

El ex funcionario permanece detenido en una unidad carcelaria de atención psiquiátrica y adicciones. Si bien los análisis clínicos y psiquiátricos practicados han determinado que no tiene problemas médicos, su comportamiento es extraño. Se para desnudo en una zona donde hay cámaras y se pone a cantar y a bailar. Aseguran los médicos que da la sensación de estar actuando.

Con el pasar de los días también van cambiando las declaraciones de las  monjas, y las investigaciones judiciales van revelando un entramado de relaciones non sanctas entre la política y algún sector de la iglesia.

El desenlace de esta historieta no lo conocemos. Habrá que seguir con atención los capítulos siguientes. Pero como dijera el insuperable Shakespeare, “Something is rotten in the state of Denmark”.  Salvo que, como dice una cita hallada en internet, “a pesar de su fama, esta frase es omitida en algunas producciones de la obra”.

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