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Diana Torres: El espectáculo de la masturbación anticapitalista

Desagrado. Repulsión. Es más que probable que a tan solo minutos de haber llegado a uno de los performance de Diana Torres te sientas profundamente incómodo. Cuando la función de fluidos y rabia comience, tal vez observarás tranquilamente a las mujeres desnudas que se pasean al frente. Quizá no te inquieten las malas palabras gritadas a montones o el vómito de frases contra el sistema escritas en sus cuerpos. En el momento en que una de ellas comience a perforarse la cara con agujas empezarás a reacomodarte en tu asiento. Los movimientos cada vez más eróticos en escena acaso te provocarán nerviosismo, preocupación. No serás el único. Cuando parezca tornarse en orgía algunos ya se estarán preguntando qué hacen ahí y voltearán a ver alguna otra cosa. La masturbación de Diana en el escenario será la culminación del espectáculo: tú y el resto de los observadores se agitarán tanto como ella, intentando encontrar una explicación a lo que están viendo en la cara de alguno de los otros asistentes, evitando al mismo tiempo concentrarse en los sonidos que salen de las bocinas.

Diana Torres es una de esas personas casi indefinibles. De esas difíciles de olvidar. Diana es escritora, videoasta y hace performance, pero es, ante todo, activista. Acuñó el término pornoterrorismo, título de su primer libro, y a propósito de su publicación en 2014 en México, a cargo de SurPlus Ediciones, sostuve una plática con Diana, de la que comparto un fragmento.

Sé que las definiciones que algunos te han dado de terrorismo, (en especial la del chavillo del País Vasco) te han influido, pero para ti, ¿qué es el terrorismo?

Para mí es lo que dicen esas definiciones: una forma de respuesta ante la imposibilidad de diálogo o negociación. Hacer nuestras las ideas de los demás es aprender.

Ya has hablado en diversas ocasiones sobre el origen del término pornoterrorismo a partir de los eventos del 11 de septiembre de 2001, pero, ¿por qué lo pornográfico te interesa tanto? ¿Qué es para ti lo ‘porno’? Y, ¿de qué manera afecta o complementa lo pornográfico a lo terrorista? Es decir, ¿Qué impacto tiene un acto terrorista que además es pornográfico?

Lo pornográfico me interesa porque veo en el cuerpo y en la sexualidad armas muy poderosas para destruir este sistema de mierda en que vivimos. Lo pornográfico es la forma de representar ese cuerpo y esa sexualidad. Hoy en día cualquier representación pornográfica que no respete las reglas prácticas y estéticas, es terrorista. Terrorista porque incomoda al sistema en que, por ejemplo, las gordas, las peludas, los hombres con micropenes, las personas transexuales, las personas con diversidad funcional y todo el largo etcétera, no tienen una representación en la pornografía comercial. Son cuerpos y prácticas que han sido silenciadas, invisibilizadas y condenadas por las sociedades que habitamos, y ahí está su poder. El sistema no prohíbe o censura nada que no sea peligroso para su estabilidad.

Para mí el terrorismo no tiene siempre que implicar sangre, armas de fuego y muerte. Como dije antes, se trata de una respuesta.

Has dicho que no calificas lo que haces como arte, en especial tus performance, porque se despolitizan y entonces pierden fuerza, ¿no crees entonces que toda obra tiene detrás una ideología y es, por tanto, política? ¿Qué ves en tu obra que te lleva a pensarla como algo más cercano a la ceremonia ritual que a lo artístico?

Sinceramente, no creo que toda obra sea política. Yo considero que el arte es político cuando la persona que lo genera antepone sus intenciones políticas a las económicas o meramente estéticas, y desafortunadamente eso es algo que muy pocos artistas hacen. Las ideologías no tienen por qué ser políticas, cuando hablo de política me refiero a activismo. De hecho el concepto de ‘ideología’ está muy lejos de lo que yo entiendo por política.

Por otro lado, para mí el arte no es un fin, es decir, yo no hago arte para ‘ser’ artista. Para mí es una herramienta o un arma, que uso para tratar de decir lo que quiero decir, es un lenguaje que siempre me ha resultado cómodo y eficaz.

Creo que la performance es la forma más antigua de expresión de subjetividades y de usos mágicos del cuerpo y las energías de la humanidad. Lo que sucede es que por culpa de las religiones absolutistas y monoteístas que ostentan el monopolio de la ritualística, actualmente la gran mayoría de las personas que no profesan ninguna religión, no ejercen jamás su poder metafísico. Es muy triste, pero así es. Cuando digo que mis performance son rituales o actos de brujería lo que estoy proponiendo es rescatar de las hogueras todos aquellos conocimientos que nos fueron robados, todos esos poderes que tenemos. También diría que el origen del arte fue ese: el ritual, la necesidad tan primaria que tenemos los humanos de trascender la realidad, de reconectarnos con nuestra intuición.

Existen obras polémicas, pero pocas como la tuya. Podríamos decir que tu obra convulsiona a todo aquél que la observa; resulta prácticamente imposible enfrentarse al mundo de la misma forma en que se hacía antes de ver alguno de tus performance. ¿Qué buscas con estas obras? ¿Con qué te gustaría que saliera el espectador? Cuando llevas a las personas al límite, a un estado de crisis en el que se cuestionan toda su existencia, ¿deseas dejarlos ahí o mostrarles al final una salida, un resquicio de luz sobre el futuro?

Con la performance lo que persigo es una implicación por parte de la gente que viene, que se activen o se pongan en marcha ciertas partes de su pensamiento que creo que les pueden resultar útiles para vivir una vida mejor. Enfrentar a una persona al cuerpo y a la sexualidad es casi siempre y lamentablemente ponerla en un límite que no se quiere cruzar porque para eso es para lo que nos ha condicionado el sistema: para no sentir más que lo que se nos dice que es correcto. Pero esa corrección es muy limitante, casi todo lo bueno, empoderante o liberador está prohibido legal o moralmente. Con mi cuerpo quiero mostrar que cruzar ese límite puede ser una experiencia más poderosa que el miedo a no hacer las cosas como se esperaba de nosotros.

No me considero ninguna guía o gurú ni nada por el estilo, no creo tener las capacidades para ello y tampoco deseo ese tipo de rol en mi vida. Me limito a compartir mis herramientas, y luego que cada cual decida si las quiere usar en su vida y se apañe con ellas. 

En tu obra es muy importante el cuerpo, es el eje rector. ¿Qué significa para ti el cuerpo? ¿Es algo sagrado, es nuestro instrumento o somos cuerpo?

El cuerpo es el lugar en el que vivo, mi único hogar sin el cual no podría existir y es un lugar con mucho poder. Viviendo en un entorno como esta sociedad, mi cuerpo deviene arma, barricada o refugio muy habitualmente. Así es como lo vivo yo, y creo que sería positivo que empezáramos a entenderlo así también, aunque por supuesto, cada cuerpo es un mundo y yo sólo puedo hablar desde el mío.

Has sido acosada por dependencias de seguridad gubernamentales y saboteada por varias organizaciones y grupos civiles que condenan todo lo que haces, ¿cómo afecta esto tu obra?

Positivamente, desde luego. No hay mejor pista para saber que voy por el buen camino en mis propósitos que tener pruebas fehacientes de que lo que hago molesta a mi enemigo. Cada censura, una medalla (risas).

No crees en la democracia como sistema de organización social, la crítica al sistema y al capitalismo está presente casi en cada uno de tus pasos. ¿Crees que de alguna forma tu obra se ha vuelto dependiente de ese sistema? Es decir, si la mayor parte de tu obra está orientada hacia la crítica o el cambio con respecto al sistema, ¿qué sería de tu obra si ese sistema desapareciera, y aquello por lo que luchas estuviera garantizado? ¿Tu obra ya no tendría futuro? ¿Cuál sería la función de obras como la tuya en esas circunstancias?

Ojalá algún día, sinceramente, mi trabajo no sea necesario y pueda dedicarme a la carpintería, que me gusta mucho también. Desgraciadamente muchas cosas tendrían que cambiar para que yo me sintiera cómoda y feliz viviendo en un mundo como el nuestro. De esa incomodidad, del instinto de supervivencia y de la rabia, es de donde nace todo lo que hago. Por otro lado, no me preocupa el futuro de mis propuestas, sólo su presente, si algún día se quedan obsoletas, seguro encontraré otras cosas que hacer.

Ahora, ¿qué sigue para Diana? ¿Qué proyectos tienes en mente?

En mente y en proceso tengo dos libros más, un manual de eyaculación para coños, y otro sobre cómo hacer mejor y desde una forma más ética las cosas dentro de las colectividades feministas-queer-anarquistas. Varias performance en mente también, el festival de postporno que llevo a cabo desde hace siete años y que ahora quiero extender a México, talleres de eyaculación y hacker-feminismo, entre otras cosas que aún están en estados más larvarios.

¿Cómo te ves en diez o veinte años?

En diez o veinte años me veo en una casa linda, en un lugar lindo, con la gente a la que amo cerca de mí, es decir, exactamente igual que ahora (risas). Y haciendo muebles con tarimas. Me encanta el olor de la madera cuando la sierras.

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