(Nevada, 2022)
Uno nunca escapa realmente. Y no porque no quiera: de escapar lo más fácil es desearlo, lo difícil (como en todo) es siempre completar la acción.
Pero escapar nunca se completa: uno siempre anda escapando.
Nosotros lo intentamos varias veces porque nos encantaba la idea del desierto y las canciones folk, las estrellas y las piedras rojas, la carretera y las montañas, tanto como la idea misma de huir y no regresar jamás.
Pero no escapamos realmente: no somos suficientemente valientes, no somos suficientemente nómadas, no somos suficientemente beat.
Porque no hay carretera ni huida que compita con la idea del regreso: volver es más adictivo que irse.
Siempre.
Nosotros escapamos dos o tres veces, siempre con el mapa en mano con los desiertos más cercanos, pero regresamos inevitablemente al tremor de la ciudad y el asco, a la bóveda sin estrellas y los elevadores con espejos.
Pero el desierto nos dio la ilusión (aunque sea por una tarde) de ser valientes.
Al final volvimos.