Una camioneta de carga con los vidrios sellados, negra impenetrable estacionada en la esquina; le sigue un carro negro de vidrios ahumados, también estacionado, y alrededor, diez hombres de todas las razas, zapatos de goma de todas las marcas, gorras con siglas de Nueva York, sudaderas con capuchas, jeans, franelas y cadenas, una partida de malandros a todas luces, pleno mediodía, carcajadas, gestual aireada, cortes de pelo estudiados, expresivos de una manera de ver la vida… una manera, sí, el aspecto, ellook, siempre ha sido una manera de expresar lo que se piensa, se prefiere, se teme o se quiere. De esconder lo que se quiere oculto, y mostrar el señuelo.De agrandar lo pequeño y disimular el exceso. Y de hacerse de unos respetos y consideraciones, según un cierto decálogo de atuendos que merecían cierta confianza… hasta hace poco.
En estos días de moda que va y viene a ritmo instagrameado, los símbolos de siempre se desarticulan a cambio del escándalo fácila requerimiento de la fiesta grandilocuente, donde las celebridades asisten con coronas de reina o de obispo, y escotes y minifaldas de infarto, MET gala verbo y gracia, porque ahora sí es verdad que el hábito, no hace al monje.En tiempos de absoluto destape, todo se vale y ahora de lo que se trata es de engañar por todo el cañón. No se puede saber lo que esconde el atuendo de la monja, ¿a menos que la que lo lleva sea cantante? Las estrellas siempre se notan… ¿será que se trata de algún rapero famoso? Me detiene la curiosidad, aún tengo tiempo de llegar a tiempo, el metro apenas está a media cuadra… ¿qué será lo que reúne a estos hombres tan excitados, en plena avenida? ¿Podría ser un salede zapatos de goma de última edición?…
Puedo ver que uno de ellos no sonríe. Ese, de aspecto mucho más comedido que los demás, de camisa y corbata modestas, definitivamente no está contento. Uno de ellos le habla y gesticula con vehemencia, -tal vez necesita de tanta maniobra para compensar su breve estatura-. Está como explicándole algo… hay otro que observa. El que habla se cansa. Inmediatamente viene otro, y le habla al hombre triste, que contesta, explica, acontecido. Hasta que se da la vuelta, y comprendo: está esposado. Y el de la cadena, lo que tiene es una chapa de policía que le cuelga al final de la cadena. Y el de la sudadera, se abre el cierre al calor de la elocuencia del momento, y lleva chapa prendida de un costado del pecho, y el otro también tiene chapa de policía, y el otro… tienen pistolas, todos, son policías. Vestidos de cualquiera en la calle, encubiertos, que llaman, y los carros negros, son sus patrullas pues.
La escena me deja sin piso. Camino al metro, me siento desestabilizada en mis más básicas pre-concepciones, ¿el que parecía malo, es el bueno y el indefenso, es el malo? ¿O los policías son siempre malos?
Los policías de Times Squareque entretienen sus noches de guardia,recostados de sus patrullas, hipnotizados por sus celulares, sin ver el escándalo humano que sucede a su alrededor… ¿son mejores que los que se llevan presos a los inmigrantes vestidos de Mickey Mouse?
Hay una mujer policía en la esquina de mi casa. Aparece cada mañana a la hora en que los niños van a la escuela. Pero sobre todo, la oigo a la hora de la salida del colegio, gritando cariños, el cascabel de su risa invade mi casa, me lleva a la ventana, y la veo acariciar la cabeza de un niño que regresa solito a casa después de clases, ayudar a la anciana a bien conducir su andadera, a arreglarle el pelo a otra anciana que camina llevada por el viento, conversa y conversa con las madres, la carnicera del barrio, algún vecino que pasa todos los días a la misma hora, como el que tiene que abrir la tienda de bicicletas de enfrente… ese mismo que una mañana de falta de sueño, vi conversando, inclinado sobre la ventana de un carro, con un hombre que permanecía al volante. Ese mismo que al verme pasar se asustó, sintiéndose tal vez descubierto pues le pude ver la chapa de policía a su interlocutor encubierto.
Pero la policía de mi esquina no. Ella está descubierta, más que descubierta, es un descubrimiento, carga a los bebés, ayuda al hombre que quiere poner su carta en el buzón, saluda y sonríe a todo el que pasa y para el que quiera algo más que un “buenos días”, ella tiene dispuestas todas las frases amorosas en la punta de la lengua… es una latina nacida en NYC, con el corazón bien puesto. Me conmueve su generosa simpatía, me invita a la vida.
Hay maneras, y muchas, de ser monja, vecino, malandro y/o policía.