Los ciudadanos en general queremos vivir en paz; desgraciadamente la violencia se ha incrementado y en ningún sitio nos sentimos seguros. No podemos esperar que el gobierno resuelva este problema, ya que hasta ahora no ha cumplido con su función. Necesitamos involucrarnos en el deber ciudadano, cuidarnos unos a otros, desarrollar la topofilia, el amor al lugar donde vivimos, el cuidado del entorno, es decir: el cuidado de los animales, de las áreas verdes, de la naturaleza, del agua, tratar de evitar la contaminación y también estar pendientes del buen funcionamiento de los servicios públicos. Todo cuanto existe debe ser cuidado para que pueda seguir existiendo. El valor está en la acción, en la conducta de cada uno de nosotros, de esa manera podremos cultivar valores en los niños.
Es importante desarrollar la percepción respetuosa del ambiente y recuperar los principios que se han perdido. Consideramos indispensable desarrollar una ética ecológica, cósmica; el planeta pide a gritos que cambiemos nuestros hábitos destructivos.
El cuidado, es un valor que en la cultura desechable actual estamos perdiendo; hay que volver a dar prioridad a lo social, sobre lo individual, enfocarnos en la calidad de vida personal y del colectivo. Del cuidado surgen la sensibilidad, la solidaridad, la compasión, el sentido de la reciprocidad, la convivencia y la justicia.
Nos sentimos con miedo y en un estado de indefensión. Vemos el sufrimiento de una mayoría empobrecida y de muchas familias deprimidas por la ausencia de familiares desaparecidos como consecuencia del incremento exacerbado de la violencia.
La indiferencia no ayuda, nada se resuelve solo, tenemos que poner nuestro grano de arena, motivar para que el cultivo del cuidado aflore en todos los ámbitos. Me comentó una vecina, que el día de las elecciones escuchó ruidos, vidrios rotos, al lado de su casa. No sabía qué hacer y le preguntó a su esposo: “Escucha se metieron a robar, ¿llamo a la policía?” El esposo con indiferencia le respondió: “No te metas en problemas, luego vienen a interrogarnos”. Sentí frustración por tanta indiferencia, pensé que a ellos, a todos nos podría pasar lo mismo. No se trata de convertirnos en héroes, arriesgar nuestras vidas para salvar la de otros, sino solamente de realizar una acción tan sencilla como llamar a la policía. Es cierto, no confiamos en que hagan bien su trabajo, pero, con nuestra indiferencia, menos podrán hacerlo. El cambio sería simple, bastaría con motivar el buen desempeño para que cumplan y dignifiquen su servicio.
Cualquier trabajo tiene como fin la producción de la subsistencia, la creación de la disciplina y el rescate del valor de la autonomía personal. Nos necesitamos unos a otros; somos diferentes y a la vez complementarios. En cuanto al cuidado, la primera lección que debemos llevar a cabo es el cuidado personal, es increíble que el ser humano se destruya a sí mismo. “El pez por su boca muere” dice la sabiduría popular, es lo que hacemos a consecuencia de los malos hábitos alimenticios que impulsan el consumismo y la permisividad. Millones de personas se encuentran sufriendo una mala calidad de vida, padeciendo enfermedades que se pueden evitar: obesidad, diabetes, hipertensión y hasta cáncer. Otros, buscando el placer inmediato quedan atrapados en adicciones de las que ya no pueden liberarse. El placer está en la aceptación de nosotros mismos, reconocer las cualidades y cultivar la topofilia. El cuidado se transforma en gentileza, da sentido de humanización, disminuye la violencia. Los ciudadanos compasivos podemos regresar al planeta el estado natural que tanto reclama.