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Del papel a la web

Desde mi espacio y atendiendo mi inquietud por saber y descubrir más, leo, escribo, analizo, me detengo. Por un momento invierto los papeles y me convierto de periodista en espectador. Voy, de vivir los sucesos más allá de la noticia, a quedarme un instante en reflexión.

En segundos, mi mente entrelaza los últimos acontecimientos ocurridos en el mundo y dejo de lado mi misión de informar para convertirme en un televidente más, en un lector más, en un internauta más.

A modo de flash repaso recientes e impactantes titulares: “Desaparecida Amatrice, tras devastador terremoto en el centro de Italia”. “Mundo artístico llora la muerte de Juan Gabriel”.  “Llegó a Cuba el primer vuelo de Estados Unidos en 55 años”. “El Papa declara Santa a la Madre Teresa de Calcuta”.  “Colombia y las FARC acuerdan la paz tras 52 años en guerra”. “Dilma Rousseff es destituida como presidenta de Brasil”. “Niños sirios nadan en el cráter dejado por una bomba en Alepo”. “Presagian más escasez en Venezuela para el 2017”. “Cada vez hay más rescates de inmigrantes en el Mar Mediterráneo”. “Corea del Norte realiza su mayor ensayo nuclear”. “A 15 años del 11-S, el atentado terrorista que marcó a la humanidad”.

Y así, cada día, miles de eventos suceden en el mundo, ante la preocupación de muchos y la indiferencia de otros. Ante el bombardeo informativo que inunda los medios y las redes sociales, ante la esperanza de las naciones por un futuro mejor y las promesas incumplidas de sus gobernantes.

De cara al ciudadano común que, sin buscarlo, se ha convertido en reportero al registrar con su móvil las noticias “en caliente”, haciéndolo partícipe de las historias y convirtiéndolo en multiplicador de la información, que hoy desemboca con gran fuerza en la era digital.

Todo gira, todo cambia. Y el mundo cambió, y la manera de informar también. Hoy, el oficio del periodista va más allá; traspasa la prensa escrita y la televisión, para emprender un viaje en tiempo real, sin pausa, sin fin, con infinidad de medios digitales que buscan su espacio para sobresalir y ganar credibilidad. Nada es suficiente para el gigante de Internet que no conoce de horarios, porque el tiempo en la vida virtual no existe, no se mide, no caduca.

La noticia no espera y los usuarios no descansan; se hacen sentir, opinan, replican, critican, se sorprenden y participan. Siempre están allí presentes, buscando, descubriendo, exigiendo y comparando.

Soy periodista, soy audiencia, soy lectora y escritora. Voy transitando los cambios y ellos cada día apuntan con más fuerza que el futuro de la prensa no está en el papel. Las noticias van abandonando lentamente los medios impresos para ir migrando velozmente a la web, reinventando la manera de informar, haciéndola cada vez más masiva y quedando más expuesta. Derrotando las fronteras, enfrentando nuevos retos.

Bien lo decía el ilustre periodista y escritor Gabriel García Márquez: “Los periodistas se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro”.

Ciertamente, nos hemos perdido en la soledad de las salas de redacción, en el mar de un mundo virtual que nos aleja del lápiz y el papel y nos coloca de frente a una gran batalla: conquistar nuevos lectores y seguidores, detrás de la pantalla, en cualquier rincón del planeta, atentos a esa tecnología “disparatada” que nos ha transportado de los medios de masa a la masa de medios.

Tenemos la obligación de mirar más allá, aunque no sepamos qué vendrá, sin olvidar jamás que nuestra premisa es la verdad. Más allá de la forma de hacer llegar las distintas realidades que trastocan el mundo, hay que hacer valer la palabra y lograr un enorme desafío -siguiendo la reflexión de Cyril Connolly- de hacer del periodismo “el arte de escribir algo que se lee una vez”, y de vez en cuando, ¿por qué no?, adentrarnos en el fascinante mundo literario y releer la prosa la poesía, la fábula y la fantasía y recordar el camino que nos dio la profesión, el agridulce trayecto de sacrificios y experiencias, de lo humano y lo intangible. De la grata satisfacción del deber cumplido, aún en la frialdad del anonimato.

Los periodistas somos voz, somos ojos, somos puente y canal. Somos uno y a la vez, somos todos -receptores y emisores-, los que al fin y al cabo estamos irremediablemente conectados al pasado, al presente y a los grandes acontecimientos que aún están por escribirse, en una desconcertante hoja blanca, de papel o digital.

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