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De lamentos está lleno México

Lamentablemente hay más pobres”, dijo el presidente de México, Enrique Peña Nieto, el pasado 15 de octubre en un evento público ante cinco mil personas y la sorpresa de la prensa. ¿De veras admitió que hay más pobres? Principalmente para los periódicos opositores, ha sido la mejor cita para un titular relacionado con el gobierno federal en semanas. La admisión de lo que ya no se puede negar: que su gobierno no ha dado buenos resultados. Lo que pasa es que a Peña Nieto se le está acabando el programa de gobierno, se está viendo rebasado por los problemas cada vez más acuciantes que no puede resolver.

Su administración inició con un entusiasta “Pacto por México”, firmado por las fuerzas políticas más importantes del país, para mostrar que habría unidad y que los logros vendrían pronto. De acuerdo con la página oficial, el pacto tenía cinco ejes rectores: sociedad de derechos, crecimiento económico, empleo y competitividad, seguridad y justicia, transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción, y gobernabilidad democrática. El “Pacto por México” se convirtió en el primer paso del gobierno para comenzar a difundir su frase estelar: “Mover a México”. El problema es que nunca quedó claro hacia donde quería Peña Nieto mover a México.

A pesar de haber llegado a la silla presidencial apoyado por una minoría (38%), y después de una contienda plagada de manifestaciones juveniles específicamente en su contra, Peña sobrellevó no tan mal sus primeros meses. En febrero de 2013 su gobierno detuvo y encarceló a Elba Esther Gordillo, la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) -el sindicato más grande de Latinoamérica-, quien se había enriquecido ilícitamente durante años con prácticas que eran un secreto a voces. Un año después fue recapturado Joaquín “el Chapo” Guzmán, el narcotraficante más buscado del país y uno de los más buscados en el mundo. Ese mismo mes la revista Time en su versión internacional le dedicó su portada, que destacaba las reformas estructurales que el gobierno de Peña implementaría para mejorar el país. Hasta en términos económicos no iba tan mal: el tipo de cambio respecto al dólar alcanzó un mínimo de $11.95 pesos en mayo del 2013 y el desempleo también fue a la baja durante el 2014.

Pero el espectáculo se le iba a caer pronto. El 26 de septiembre de 2014 43 jóvenes estudiantes desaparecieron y otros 6 fueron asesinados por policías y sicarios, una masacre que ya es recordada en las páginas de la historia negra del país. Esa noche el gobierno de Peña quedó anegado por la desgracia. La masacre de Iguala fue la muestra de que el gobierno no tenía más estrategia contra la inseguridad que callar la opinión pública. La masacre de los jóvenes llamó la atención sobre otros hechos poco atendidos como el presunto asesinato de civiles, dos meses antes de Iguala, a manos del ejército en el municipio de Tlatlaya, en el Estado de México. El nulo avance en las investigaciones acrecentó el descontento. Ha pasado más de un año y aún no hay explicaciones, nadie sabe qué pasó con los 43 estudiantes.

Y ahí no acabaría. El presidente decidió no visitar el lugar de la tragedia y se fue a China con su esposa a pesar de las críticas. En noviembre de ese año, mientras estaba fuera, la periodista Carmen Aristegui y su equipo publicaron una investigación que mostraba conflictos de interés del presidente con una compañía inmobiliaria (Grupo Higa), que había sido beneficiada con contratos que en suma le habían dado más de 8 mil millones durante la administración Peñista en el Estado de México, antes de ir por la presidencia. Dicha compañía, perteneciente a amigos de Peña Nieto, construyó para el presidente y su familia una mansión de 7 millones de dólares que no está a nombre de Peña y que no aparece en su declaración patrimonial, pero en donde habita su familia y de donde se le ha visto salir muchas veces. Grupo Higa ya había ganado su primer contrato de la era presidencial, la construcción del primer tren de alta velocidad en México, pero la licitación fue cancelada días antes del destape del escándalo porque la economía daba los primeros signos de debilidad. Ante la presión, la esposa del presidente sostuvo en un video publicado en YouTube que la casa era de su propiedad y que la había comprado con el producto de su trabajo como actriz de la empresa Televisa. Una dudosa explicación ante la evidencia de amistad entre Peña y los dueños de la inmobiliaria y el historial de beneficios que Peña había dado a dicha empresa durante su gestión como gobernador. A las pocas semanas, su mano derecha, el actual secretario de hacienda y crédito público, Luis Videgaray, también fue expuesto por una investigación del Wall Street Journal que revelaba la compra de una mansión a la misma inmobiliaria a un precio por demás bajo comparado con el de mercado. Meses después Aristegui sería despedida de la radiodifusora en donde mantenía su programa con argumentos poco convincentes. Para muchos mexicanos Peña movía su fuerza para acallar la oposición. México cerró el 2014 con 2 millones más de pobres que en 2012 de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y una deuda neta de 5.4 billones de pesos, 1.1 billones más que al terminar el 2012.

A Peña no le importaron los pobres, ni los desaparecidos, ni los escándalos por conflictos de interés, y en marzo pasado llevó a toda su familia a un viaje oficial a Inglaterra, en el que su esposa usó vestidos que en su conjunto representaron un gasto de alrededor de 7 mil 800 dólares. Sofía, una de sus hijas, la superó al portar, en ese mismo viaje, un solo vestido valuado en 7 mil 274 dólares. Cantidades inauditas para un país en el que el salario mínimo es de poco más de 4 dólares.

Quizá una de las razones por las que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) logró regresar al poder en 2012 luego de 12 años de alternancia, fue la guerra que el último presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, declaró al crimen organizado, y que según el semanario ZETA dejó 83 mil 191 muertos. Sin embargo, la historia de Peña Nieto muestra que las cosas van peor. El mismo semanario reporta 57 mil 410 homicidios dolosos a 32 meses de gestión de Enrique Peña Nieto, cifra muy superior a los 33 mil 347 en el mismo periodo del sexenio anterior, y que de seguir así terminaría en 2018 con alrededor de 130 mil asesinatos.

La noche del sábado 11 de julio vino otro golpe para el gobierno priísta cuando “el Chapo” Guzmán, gran logro de los primeros meses del gobierno, se escapó de manera patética de una prisión de máxima seguridad por un túnel en su regadera. Los videos muestran la ineptitud de los oficiales, que tardaron 25 minutos en darse cuenta que el reo no estaba, y tres horas en activar la alarma. Peña Nieto había dicho en una entrevista que sería “imperdonable” una nueva fuga del capo, pero desde París, en donde se encontraba para participar en la ceremonia del día de la Bastilla, dio una conferencia de prensa en la que dejó ver que no haría efectiva su declaración. Un mes antes la revista británica The economist había publicado un artículo titulado “El lodazal mexicano: un presidente que no entiende que no entiende”. Tenía razón, Peña Nieto no entendió y eligió quedarse en los campos eliseos a disfrutar del desfile.

El 2 de agosto, Rubén Espinosa, un fotoperiodista incómodo para el gobierno del estado de Veracruz, fue asesinado luego de varias semanas de haberse exiliado en la capital debido a las amenazas de que era objeto producto de su labor periodística. La indignación de la prensa fue mayor cuando se supo que la principal línea de investigación de la Procuraduría de Justicia giraba en torno a un posible robo y no a un intencionado ataque contra Rubén debido a su profesión, por lo que él había expresado temor públicamente durante meses. Así, México confirmó su puesto número 7 en la lista de países con mayor impunidad en cuanto a crímenes contra periodistas de acuerdo con el Comité para la Protección de Periodistas.

Con todo esto, no es para sorprenderse que la última encuesta de Buendia & Laredo sobre Peña haya mostrado que la aprobación del gobierno es de 35%, su punto más bajo desde que inició el sexenio, y que el 63% de los ciudadanos piensan que el país va por mal o muy mal camino. El resumen de un gobierno rebasado por los problemas, que no supo modificar la agenda o se le acabó muy rápido; un gobierno que no actúa, solo lamenta.

 

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