Pensaba (y esto fue una decisión de último momento) evocar al Dr. David William Foster (EE.UU, 1940-2020), docente e investigador de excelencia de la Arizona State University, que acaba de fallecer hace pocas semanas, escribiendo un artículo académico para alguna publicación universitaria de su país. Colaboré con la publicación Chasqui: Revista de literatura latinoamericana, de la cual él era el Editor responsable, con entrevistas a escritoras argentinas, con ensayos de reseñas de literatura, con reseñas de novedades de literatura argentina sobre todo y en menor medida con reseñas de films latinoamericanos. Tengo toda la intención de seguir haciéndolo. Para dar una breve idea de conjunto de su sobresaliente trayectoria, publicó alrededor de cien libros, lo que no solo es una desmesura sino que resulta prácticamente inverosímil que alguien gozara de tal capacidad de trabajo además de la formación necesaria para hacerlo exitosamente, como en el presente caso.
En principio, como digo, mi In memoriam iba a consistir en un repaso por su prolífica trayectoria. Un escrito que condensara a grandes trazos sus líneas de investigación y su corpus bibliográfico, pero mis emociones me indicaron, que quería cambiar el rumbo de ese reconocimiento. Y ello por varios motivos. En primer lugar el Dr. Foster había abarcado tal cantidad de temas, tenía tal cantidad de libros, capítulos, artículos, reseñas y años de docencia universitaria, además de su trabajo como Editor, que la empresa era, si pretendía ser seria, de naturaleza imposible. Por el otro, no era ese el tono en que a mi juicio un humanista debe ser únicamente recordado. Quiero decir, solo por sus aportes al sistema de saberes académicos, sino por sus valores éticos y, eso sí, realizar un repaso somero con una breve reseña por respeto a su sobresaliente y sostenido trabajo. Un humanista en el que también había, por detrás de esa obra, como unido por una costura invisible, sobre todo ciertos principios ético/ideológicos que subyacían a cada trabajo. Ricardo Piglia, el extraordinario escritor argentino, afirmaba: “La crítica es el espejo secreto de los escritores”. Tengo para mí (diría Borges) que algo parecido (pero no idéntico) sucedía con el Dr. David William Foster en relación a su identidad de sujeto de cultura. Sus escritos críticos eran la punta del iceberg de puntos de vista más secretos acerca de la sociedad, la ética y la subjetividad, que subyacían a ese trabajo incansable.
También estaba interesado en poner el acento en el modo en el que él se me había presentado en su dimensión más humana, no solo profesional. Porque habíamos alcanzado desde 2005 hasta el presente ininterrumpidamente, un nivel de trabajo de publicación en su revista, sostenido y un entusiasmo colaborativo de su parte y el mío, que tampoco era el modo en el que me parecía más oportuno dejar sentado un In memoriam, al menos en los términos de mi aspiración al recuerdo que dejara el Dr. Foster. Sino en toda su integridad. Pintar un retrato no detallado pero sí representativo, general de sus intereses pero al mismo tiempo de su temperamento generoso y respetuoso de la diversidad y de las opiniones que sabía escuchar con atención.
De modo que pensé que a los fines que me proponía para el adiós a David William Foster el mejor modo de hacerlo era publicar un artículo en una revista cultural con énfasis en lo latinoamericano en lugar de una colaboración académica, lo que hubiera tenido una impronta de carácter de estudio en virtud del contexto de inserción de ese trabajo, que le hubiera restado todo atributo de homenaje emotivo, que es el que verdaderamente cuenta cuando despedimos a alguien de semejante trascendencia internacional, cuya muerte produjo un impacto generalizado en la academia mundial. Esta decisión me permitía así dos cosas: un rescate de su labor ininterrumpida y una evocación de su persona en una dimensión personal. Ambas de la mano y en conexión. No estaba la una en paralelo o circundaban a la obra, sino que la una “en” la otra.
Más fiel a mis principios éticos, acudí entonces a mi otra dimensión, la de escritor y colaborador de revistas culturales de un amplio repertorio de inquietudes en cultura literaria latinoamericana, un espacio en el que estoy seguro el Dr. Foster se hubiera sentido a gusto, de haber sabido que sería la sede que yo elegiría para despedirlo en esta partida como el agradecimiento de un argentino.
Además de mantener precisamente con mi país, una relación de suma intensidad, definiría al Dr. Foster, como un latinoamericanista al punto de llegar a ser casi un argentinista. Porque si bien sus trabajos también se proyectaban de modo potente hacia todos los ámbitos del quehacer cultural latinoamericano desde la perspectiva de los estudios culturales, el análisis ideológico del discurso y los estudios de género, había establecido una singular sintonía con mi nación.
De hecho el primer contacto que mantuvimos fue vía email porque la escritora argentina Alicia Steimberg, sobre quien yo había escrito una ponencia para un congreso en Argentina acerca de su novela erótica Amatista, se la había enviado para que la leyera y él había quedado gratamente impresionado por dos cosas. En primer lugar porque me ocupara de esa novela transgresora para la época en que había sido publicada. En segundo, por mi enfoque. En tercer lugar, porque él era amigo personal de Alicia Steimberg. Una constelación secreta se conformó a partir de ese momento.
En estos términos se inició un vínculo que hasta el presente ya no se interrumpiría. Con una continuidad asombrosa y colaborativa (como dije) pese a no habernos conocido jamás en persona, hubo siempre un entendimiento que atravesó fronteras y hemisferios.
Publiqué en Chasqui bajo la certera supervisión también de Charles Saint-Georges, a quien desde ya agradezco una serie de informaciones y material que me acercó para realizar un homenaje al Dr. Foster, una serie de trabajos todos distintos y todos afines, a la vez. Chasqui editó una larga entrevista a la citada Alicia Steimberg por mí realizada, pero a continuación muchísimas reseñas sobre autores y autoras argentinos que él estaba interesado en dar a conocer y sus poéticas a promover través de mi trabajo con las novedades que iban saliendo y yo de inmediato reseñaba, adoptando la forma de una primicia. Fue así como autores como Saúl Sosnowski, Manuel Puig, Inés Fernández Moreno, Patricia Suárez, Ana María Shua, Angélica Gorodidscher, Tununa Mercado, Noé Jitrik, Alan Pauls, Juan José Becerra, la citada Alicia Steimberg, María Martoccia, María Elena Walsh, María Negroni, Irene Gruss, Arnaldo Calveyra, Eduardo Berti, Graciela Falbo, entre muchos otros argentinos y argentinas, casi siempre reseñando nuevos libro que editaban de modo incesante porque yo me había parcialmente especializado en sus poéticas. En lo relativo a crítica literaria hubo publicaciones en las que reseñé a estudios críticos sobre Borges o sobre la autobiografía. Hubo casos de ciencias sociales o estudios culturales. Y dentro de los países latinoamericanos por fuera de Argentina, sendas reseñas sobre las autoras Diamela Eltit y Margo Glantz de Chile y México, respectivamente, como se recordará. Realicé también en alguna ocasión trabajos en torno de traducciones que autores o autoras de América Latina hubieran volcados al español, como María Negroni con un grupo de poetas norteamericanas. El Dr. Foster tuvo la deferencia (y la confianza) de concederle un espacio más extenso que el habitual a mis reseñas. Cuando advertí que había una sección de reseñas de cine, inseguro pero empeñoso por colaborar en ella, fue él quien me impulsó para que me lanzara abiertamente a afrontar ese desafío de una nueva práctica crítica. Y con toda esta difusión de mis investigaciones me brindó un respaldo abriéndome las puertas a la posibilidad de ser leído por colegas o estudiantes, por investigadores que consultaran la publicación que en lo personal no puedo dejar de reconocer con gratitud. Es ahora la Dra. Carolina Rocha la responsable de esa sección con la que venimos manteniendo un diálogo muy en particular sobre cine argentino. En lo relativo a las reseñas de libros, la responsable es la Dra. Emily Hind. Dos personas de irreprochable excelencia. Acorde a la de la publicación, al igual que el Dr. Charles Saiant-Georges, personas con una preparación realmente infrecuente además de con una contracción al trabajo infrecuente.
Lo más curioso (e inadmisible en una revista académica argentina y seguramente estadounidense convencional) fue que publicó dos entrevistas a autoras infantiles y juveniles con sus respectivas reseñas bibliográficas. El Dr. Foster estaba sumamente interesado en que el mayor corpus posible de cultura literaria argentina fuera abordado críticamente desde una perspectiva académica en EE.UU. desde el marco institucional de su Universidad y desde las páginas de la revista de la que era Editor.
Fue así como, tal como lo señalé, también investigué acerca de cine nacional y latinoamericano, escribí reseñas de films documentales tanto sobre ficción como, en otros casos, sobre poetas argentinos radicados en Francia.
Señalaría entonces del Dr. Foster varias virtudes. En primer lugar en afianzar la confianza en investigadores en formación con la divulgación del resultado de su trabajo de estudiosos. En segundo lugar abriendo campos epistemológicos renovadores para la producción científica con nuevos abordajes del fenómeno ficcional: verbal, visual y audiovisual. Porque había efectivamente sido un atento analista de la fotografía, del cine, de cierto cómic y naturalmente de la cultura literaria desde perspectivas siempre asociadas a los estudios culturales o de género, en términos generales.
Estudió, entre muchos otros temas, el homoerotismo en América Latina, en sus casos más relevantes. Estudió la heteronormatividad como patrón regulativo de las ideologías represivas de prácticas ligadas al género y ciertas formas de socialización. Estudió contextos vinculados a las dictaduras, particularmente la argentina, con trabajos definitivos. Y también el de las minorías hispanoparlantes en EE.UU. En estas cinco líneas quedan por fuera toda otra serie de investigaciones que no explicito por falta de espacio.
Ya puede apreciarse el perfil de scholar que estoy dibujando. El de alguien que no aspira a concentrarse en una especificidad, encasillado, hasta agotarla transcurriendo su vida estudiando un mismo corpus. Sino realizar estudios en profundidad en un sentido amplio acerca de temas plurales siempre ligados a América Latina con acento en Argentina. Sería esta su definición más plena.
Y, como si esto fuera poco, el Dr. David Foster fue un reconocido traductor al inglés de literatura latinoamericana en español. Puedo citar aquí los nombres de Ana María Shua y Lucía Puenzo, esta última también directora de cine, con su novela Wakolda. entre otros igualmente relevantes. Las traducciones dialogan con sus intereses críticos.
Asimismo, en el campo de la traducción abordó el de la traductología, consagrándose a abordajes en torno de lo que suponía en tanto que práctica social desde una instancia lingüística pero también sociolectal. Manejaba a la perfección indistintamente el inglés, el español y el portugués, con una capacidad de atravesar las fronteras culturales admirable.
Cierta vez me mencionó, cuando le expliqué mi consternación por tener que abarcar temas tan dispares y tan profusos al haber elegido literatura latinoamericana y argentina como especialidad que “hay investigadores sinfónicos y otros de cámara o solistas. Yo soy uno sinfónico”. Esto, que a un ojo convencional puede resultar una desventaja, a los míos no lo es. Confiere al fenómeno literario una visión de conjunto, sitúa a la nación de la que son oriundos un autor o autora en un contexto regional. En uno de producción nacional y continental, abre el juego a las múltiples posibilidades de cruces y coloquios interlingüísticos e interculturales. De modo que no veo sino una infinita riqueza en esta apuesta del Dr. Foster ligada a una clara opción realizada para su carrera y para sus estudios asociada a la amplitud por encima de especialización llevada al extremo. Sin embargo, en cada empresa nueva llegaba hasta el fondo de las cosas.
También estudió el teatro como fenómeno semiótico y el teatro de ciertas naciones en particular. Tiene libros puntuales en tal sentido, desde una perspectiva nacional.
La revista Chasqui, tal como lo adelanté, contiene una sección de ensayos críticos, otra de ensayos de reseñas, otra de reseñas bibliográficas de novedades y, finalmente, otra de reseñas de films. Esta otra dimensión, de orden editorial, concentraba una variedad de resultados de investigaciones que quedaban a disposición de los lectores de naturaleza múltiple. Estudios de literatura latinoamericana en profundidad en los tres idiomas de los investigadores académicos estadounidenses o extranjeros en literatura latinoamericana del mundo: español, inglés y portugués.
Además de sumar análisis en lo relativo a novedades cinematográficas y bibliográficas (lo que aportaba actualización), la revista agregaba la excelencia académica y la jerarquía de sus ensayos que eran francamente deslumbrantes por el nivel de los colaboradores, garantizado por una exigente evaluación. Y, por otro lado, en virtud de la variedad del origen de sus universidades, reinaba como premisa el pluralismo.
Excepto lo de escasa calidad, el Dr. Foster jamás descalificaba manifestación cultural alguna ni enfoque que le permitiera el abordaje de la cultura literaria, visual o audiovisual de modo innovador. Esto saltaba a ojos vista en las reseñas que él escribía y que yo fui leyendo a lo largo de todos estos años. En los congresos a los que me mencionaba asistiría o había asistido. En los cursos que estaba impartiendo (también, por ejemplo, sobre literatura judeo argentina). Era un investigador itinerante.
Se mostró siempre sumamente interesado en el estudio de las poéticas de mujeres, en muchos casos argentinas, y recuerdo que respecto de una de las autoras que había sido abordada en mi tesis doctoral, con quien en mi país la crítica académica se había mostrado siempre reticente, me confirmó: “Es una de las grandes”. Precisamente, uno sabía que cuando el Dr. Foster hablaba iba a aprender. Este me parece un punto crucial del vínculo con él. Yo aprendí en nuestros intercambios de correos electrónicos, en sus observaciones y también en las elecciones que él indicaba en lo relativo a qué autoras le interesaban más que otras o qué autores varones en particular porque percibía poéticas rigurosas pero también transgresoras en el marco normativo de la cultura. No debemos desdeñar el intercambio de correos electrónicos como herramienta pedagógica que en nuestro caso se volvió en ocasiones interesantísima.
Este es otro núcleo importante en el proyecto crítico en virtud de su radical originalidad. Prestó singular atención a personalidades literarias poderosas que fueran al mismo tiempo capaces de subvertir códigos sociales en todos los sentidos. En virtud de esa inquietud o incomodidad perturbadora que suelen provocar algunos escritores y escritoras producto de que su trabajo con materiales irritantes para las sociedades más conservadoras, en el seno de sistemas de ideas cerrados o bien sistemas políticos autoritarios que impiden la libertad de expresión, e interviene la censura. Ese fue uno de los blancos a los que apuntó el Dr. Foster con trabajoso ahínco.
Al mismo tiempo, hubo un proyecto totalizador de indagación continental que fue de naturaleza monumental, contundente y que deja un legado que a quienes quedamos por detrás de él suma la posibilidad de proseguir líneas de investigación por él inauguradas o, doy por descontado, por recursos humanos por él formados en su Universidad o en cursos y seminarios impartidos en otras. Por último, sus intervenciones en Congresos de naturaleza permanente, sus disertaciones también signaron una carrera que difundió la investigación realizada en EE.UU. en contextos latinoamericanos. Pero diría que deja una enorme clase singular de lectura continental totalizadora.
La tarea emprendida por el Dr. Foster abre un abanico de sendas que quedan signadas por él en lo relativo a abordaje de corpus por él previamente trabajados o previamente señalados como valiosos, traza un mapa de América Latina desde sus estudios preliminares y, muy en particular, en lo que a mí atañe, realiza una sistematización clara, sincrónica y diacrónica de la cultura literaria argentina bajo distintas dimensiones que él contribuyó a configurar. Y en la que en parte de modo estimulante me invitó a internarme para iniciar mis primeros pasos gracias a su revista con mis trabajos. El Dr. Foster también cuestionó el canon. De esto convendría tomar nota. Ello resultaba particularmente en las reseñas que yo le proponía que no integran el mainstream, pero sobre todo también en los ensayos y el resto de toda clase de reseña.
Sus estudios sobre la así llamada Generación del ’80, sobre los autores que habían sido los escritores inmediatamente posteriores al gobierno de Juan Manuel de Rosas en Argentina, una formación que fue determinante en la cultura literaria argentina para la consolidación nacional saliendo de la tradición hispánica, fueron esenciales. Autores que escribieron conformando un corpus que le daría identidad nacional a nuestro país además de obras de talento. Justamente tuvo la deferencia de enviarme ese libro, un estudio definitivo de ese corpus, que contribuyó a los estudios de temática argentina en el campo de la academia estadounidense. Y que aportó a mi país marcos conceptuales de interpretación. El Dr. Foster (y esto es clave) tenía la doble perspectiva de quien está por dentro y por fuera de una cultura. De quien habita una nación pero conoce el resto a fondo a través del orden de lo semiótico. Y se mueve entre signos con intrepidez.
Quien articula discursos, códigos como los visuales, audiovisuales, verbales, demuestra destrezas y una inteligencia privilegiada que despierta admiración pero también es la comprobación de la posibilidad de trazar enfoques transversales en torno de la cultura artística de una nación o de un continente. El teatro, el cine, el comic, la literatura, la fotografía, todo lo abarcó con el mismo ímpetu y el mismo apetito indetenible e impactante que somos capaces de reconocer en el Dr. Foster. Si a ello sumamos la traducción esta empresa se potencia más aún porque comienza a funcionar como un operador cultural que realiza mediaciones interculturales e interlingüísticas.
Traducir es conocer el fenómeno literario desde un punto de vista privilegiado. Se tiene acceso a su vibración más recóndita, a sus formas sensibles, a su música, a encontrar el particular idiolecto de un autor, el modo (dificilísimo por cierto) de salvar esa utopía de equivalencia entre lenguas que algunos predican es posible y otros, alegando que existimos en una Babel desdichada, señalan como un imposible semántico. Queda a las claras que el Dr. Foster no solo confió en esa posibilidad de la traducción con convicción, sino que la enriqueció afianzando los estudios sobre ella.
Si a todo esto sumamos la descomunal masa bibliográfica que desde sus inicios como estudiante debió consultar, primero para sus recursos formativos, luego para cada empresa que acometió con la misma seriedad, por la necesidad de documentarse, además en la recopilación de fuentes para la configuración de un corpus, la labor fue indudablemente ciclópea. De ese principio desordenado, como investigador era menester organizar para el trabajo crítico. Y él fue imbatible.
No seamos ingenuos. El Dr. Foster sabía que atendería en sus investigaciones a las realidades de un continentes castigado, cuya Historia conocía a fondo. No podía sino tomar partido, como lo hizo, por las víctimas y los perdedores de esa justa por el poder.
Cerraría, diciendo que en el marco de esta personalísima apertura hacia todos los conocimientos, todas las artes, todos los sectores del continente, hacia tantas prácticas culturales ligadas al trabajo intelectual, su proyecto fue exitoso. Quiero decir: fue eficaz.
En efecto, cuando sus ojos se cerraron para dormir para siempre la herencia había sido cumplida. La tarea realizada de modo titánico y majestuoso a la vez. Y había tendido puentes con pasión entre todos los países del continente dejando sugestivos puntos suspensivos a los que como estudioso procuraré estar atento. Regresaré a sus libros con el ánimo de búsqueda inspiradora que todo gran investigador creativo nos deja como legado: la posibilidad, siempre solícita, de un futuro siempre abierto, en un In memoriam que en verdad constituye una propuesta desafiante a continuar lo que dejó como asunto pendiente.