Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Danzando con la realidad

Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Última proclama del Libertador Simón Bolívar

No critico que en Venezuela la solución sea dialogada y que el cambio se dé por conducto de unas elecciones. Critico, en cambio, que se haga del sufragio y del diálogo, fetiches mágicos. No se trata pues, a juicio de este modesto opinador, de lograr unas elecciones a como dé lugar o de sentarse a dialogar solo porque es lo políticamente correcto, que es, a mi parecer, el caso de Henry Falcón y otros dirigentes, cuya soberbia les impide ver la naturaleza siniestra del régimen y aún más importante, la de la realidad que se nos impone como solo esta puede hacerlo.

Decía el expresidente sudafricano Nelson Mandela que la realidad define la forma de las luchas, y yo comparto con él esa tesis. La memez actual (causada por las tonterías de la corrección política) es de tal magnitud que con su discurso, echan por tierra la correcta justificación del desconocimiento militar que de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez hicieran sus compañeros de armas el 23 de enero de 1958. A la luz de los voceros más citados en los medios (aunque no por ello los más sensatos ni los más sabios), ya no sé qué carajos celébramos esa fecha.

El discurso de hoy, embadurnado como he dicho con las sandeces de la corrección política de nuestros días, rechaza (honrando la lógica) la titánica gesta llevada a cabo por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial (de hecho, la misma idiotez actual permitió al Tercer Reich armarse en contravención a las restricciones impuestas por la pusilánime Sociedad de las Naciones, así como sancionar las oprobiosas Leyes de Núremberg, y desde luego, llevar a cabo el Holocausto).

Venezuela no está sojuzgada por un mal gobierno, uno pésimo (que en efecto, es una consecuencia de la visión filosófica que del ejercicio del poder tienen los chavistas-maduristas), como pudo ser en el pasado el gobierno adeco durante el trienio populista (1945-1948), ni por una dictadura clásica como la de Gómez o Pérez Jiménez. Se trata – y cito a funcionarios del régimen revolucionario: de una revolución (socialista y comunista) – que en primer lugar, persigue apropiarse del poder, del país y consecuentemente de nuestras vidas, y, en segundo lugar, que tras veinte años ostentando el poder absoluto que la estupidez ciudadana les concedió, se han corrompido y asociado con grupos y países contrarios a nuestros intereses, vinculados con grupos narcoterroristas.

No digo que sea imposible alcanzar un verdadero diálogo con la dictadura de Nicolás Maduro para conciliar una transición hacia la democracia ni que, eventualmente, acepte un proceso electoral tutelado por entes internacionales fiables. Pero a ese estadio no llegaremos sin la debida presión. De nuevo ruego no me malinterprete ni se atenga a la polaridad tan propia de estos tiempos. Me refiero a la urgente creación de un verdadero frente unitario, que reúna a los factores realmente interesados más que un mero cambio de nombre en la puerta del despacho presidencial en Miraflores, en la construcción de una nación democrática y próspera.

Nunca me ha gustado Henry Ramos Allup ni los adecos, pero su maquinaria es necesaria. No creo que los métodos de cambio propuestos por la ingeniera Machado (a la que me une su visión de país) sean adecuados para lograr la transición pero su entendimiento de la naturaleza del régimen es la más acertada. No me gustan los chavistas y desde muy niño, he sentido reservas hacia el mundo militar (tal vez por esas enseñanzas de mi madre, una mujer a la que el militarismo le causaba escozor, como también los adecos), pero es obvio que ningún bando posee el monopolio de la sapiencia y la sensatez. La unidad debe agrupar a todos, aunque no les guste a unos, porque, queramos o no, el país es de todos y no solo de una parcialidad que cree ser portadora de una única verdad.   

Antes de pretender una alianza unitaria para contener eficazmente al régimen de Maduro se requiere un diálogo puertas adentro, con todos los factores, incluyendo a los militares, aunque a algunos les cause asco, porque son ellos tan venezolanos como cualquiera otro, y, por ello justamente, partícipes necesarios de la transición (sobre todo porque son ellos los custodios de las armas de la República). El problema es que el tiempo corre, y por ello, se suman las desgracias de cada vez más ciudadanos. El tiempo no nos favorece. Por lo contrario, favorece al régimen que a la vista de los ciudadanos, luce imbatible.

¿Qué quiero decir con esto? Que esa reunión debió ser ayer, porque sea cual sea la forma que decidan las partes, debe ser cuanto antes. El futuro de millones está comprometido en esa causa y malhaya cualquiera que en lugar de sumar su voluntad en la búsqueda de una solución eficiente, busque reservarse cuotas de poder, privilegios, y la defensa de intereses particulares y sin lugar a dudas, mezquinos. 

Hey you,
¿nos brindas un café?