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Cut the Cord…

Cut de cord se titula el email. ¿Cortar el cordón?… ¿Cuál de los cordones…? Al abrir el email descubro una publicidad que promete un servicio de Internet, televisión, teléfono y cualquiera de los indispensables de hoy, sin necesidad de conectarse con ningún cable ni pagar mensualmente. Otro ofrece una que otra pastilla para adelgazar todo lo que has comido en años, en pocos días, o cremas antiarrugas que te devuelven el pasado como si no lo hubieses vivido, milagrosamente, y demás alargamientos y endurecimientos… Otro email, ofrece un rifle para defender a la familia, muy práctico y fácil de armar, de plástico que no pesa, pero que mata igual; en Estados Unidos lo puede tener cualquiera… Villas y castillos, cruceros y el mejor sexo de tu vida, por apenas unos céntimos o en cómodas cuotas. Todo el mundo quiere sentirse bello y seguro, y los viajes por el mundo están asociados a la idea de éxito que aprendemos desde niños, y se aprovechan de eso para venderte lo que no se puede comprar.

Lo que asusta es que no se trata de cualquier marchante ambulante ni promotor de circo, sino de estrategias que se te meten en la vida desde que amanece, a través de todos los aparatos y conexiones y redes, con asertividad de Big Brother. Y no me refiero a que si estuviste buscando zapatos de goma por Internet, te pasas luego meses viendo propagandas de zapatos de goma que te llegan por asalto cuando estás desprevenida, pues se cuelan en cualquiera de las pestañas de tus pantallas. No me refiero a la inteligencia artificial y el manejo inescrupuloso de data personal que permite estrategias de mercadeo que utilizan tu intimidad y privacidad sin permiso ni aviso. Me refiero a algo más grave que eso. Me refiero a la cantidad de anuncios que te llegan y que no tienen nada que ver contigo o con tus curiosidades expresas en el cyberespacio y las redes. Esos anuncios pueden llegar a intimidar aun más, porque se repiten y se repiten, aunque te retires de la lista de contactos donde de paso, nunca te inscribiste… y de tanto repetirse, a la manera clásica y gobbleliana de traficar con ideas y productos, es muy plausible que termines por tratar de entender, por imaginarte la vida de los que necesitan distinto a ti, y sienten la necesidad de tener un rifle en la casa en la realidad bastante controlada de USA, para sentirse seguros. A juzgar por la cantidad de emails, ¿podemos deducir que son más? Algún estudio de mercado arrojaría la verdad de que son al menos suficientes como para emprender la estrategia de venderlos con esa vehemencia… ¿O eres tú el que equivoca el tiro, la percepción y los deseos, las aspiraciones y manera de ver el mundo, si es verdad que la mayoría quiere tener un rifle en este mundo y a ti no te pasa por la cabeza?

Cuando vuelvo a desinscribirme de la lista de envíos de la propaganda del rifle, las pastillas y el crucero que me sale gratis luego de que conteste unas preguntas, que me conducen finalmente a tener que poner el número de tarjeta, porque para todo lo demás, hay que ciertamente tener Master Card como dice el comercial, siento una incomodidad que me asusta aun más. Porque sospecho que salirme de esa lista significa que sólo me voy a enterar de lo que piensan los que piensan igual que yo, cada vez más. Si corto el cordón que me une a la gente que piensa distinto ya no podré saber en qué piensan cuando piensan distinto, ya no tendré la necesidad de hacerme preguntas ni de tratar de entender. No tendré necesidad de respetar al distinto… y terminaré por quedar recluida en la celda que me junta a mis similares, a expensas de los que conociendo y teniendo acceso a la clasificación, que se estructura gracias a los datos que nosotros mismos facilitamos, nos manipulan los deseos y los sueños y las ganas, los días y las noches…

Esta pesadilla, continuará…

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