Las prácticas tradicionales, o ancestrales, de cuidado de la salud preventiva y curativa, han existido durante miles de años y hoy en día siguen siendo utilizadas en combinación con la medicina moderna. Se calcula que la fuente de atención primaria de salud del 80% de las personas que viven en países subdesarrollados son los sistemas ancestrales de curación, según la Organización Mundial de la Salud.
En la actualidad, de los 300 millones de habitantes de los pueblos indígenas en todo el mundo, se estima que 42 millones viven en las Américas, y que a pesar de pertenecer a etnias y culturas diferentes, en general, creen que la buena salud depende del equilibrio y la armonía que el hombre mantiene con la naturaleza. Para ellos, entonces, la enfermedad surge cuando ese equilibrio se altera, y la curación se logra cuando se restablece la armonía entre las personas enfermas y su entorno.
Esta medicina añeja, en la América andina, tiene gran arraigo sobre todo en Ecuador, Bolivia y Perú. Tanto, que en el Ecuador se la incorporó a los establecimientos oficiales, como es el caso de la Clínica Jambi Huasi (Casa de la salud, en quechua), en el cantón Otavalo, a 110 kilómetros al norte de Quito. La Clínica ofrece una mezcla de medicina moderna, a cargo de un médico (yachac), con medicina tradicional, a cargo de una comadrona (mamahua) y un quiropráctico (jacudor), con el objeto de revitalizar y validar el papel de los curanderos, también considerados consejeros de la comunidad, quienes siguen tratando a los enfermos con hierbas y rituales originados en la época preincaica.
Al respecto, la doctora Myriam Conejo, coordinadora de Jambi Huasi y premiada en 2006 por Naciones Unidas, dice: «Es importante que tanto los médicos tradicionales como los modernos tomen conciencia de las posibilidades de cada tipo de medicina. Consideramos al paciente no sólo como individuo sino como un proceso biológico, psicológico y social en relación con su familia y el entorno social”.
Entre lo natural y la superstición
“El núcleo de la medicina tradicional es el respeto a la Pachamama o Madre Tierra así como a todas las entidades vivientes”, según Luis Guambaña, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y curandero de la ciudad de Cuenca. Esto implica una visión particular del mundo (cosmovisión), que abarca a la humanidad y su papel en el universo. Se manifiesta no sólo en las prácticas médicas, sino también en el uso de fertilizantes orgánicos, y el respeto por las montañas, ríos y fuentes naturales de agua.
Los procedimientos de diagnóstico, en los países andinos, tienen similitudes con los usados por la medicina milenaria de varias regiones del Asia oriental, cosa que no deja de llamar la atención; y la terapéutica, incorpora el uso de hierbas silvestres, cuises (conejillos de Indias), amuletos y conjuros para eliminar la enfermedad y limpiar el cuerpo. Agua de manzanilla, cáscaras de plátano, canela, chocolate, té de coca, huevo y sopa de cebolla, pueden ser parte del tratamiento de la diarrea, según sea la causa que pudo haberla originado y que es determinada por el curandero.
Parir de pie
Un caso singular de las costumbres andinas es el parto. Las mujeres indígenas peruanas prefieren ser atendidas por parteras que siguen la modalidad tradicional del parto (en general, casi el 50 % de los partos se realizan en el hogar), sea en posición vertical, sea de rodillas, pujando hacia abajo. En la cultura andina, la posición vertical tiene un valor simbólico importante: se cree que durante el parto las mujeres debe empujar hacia abajo, hacia la Madre Tierra (Pachamama), que protege tanto a la madre como a su hijo. Esta tradición viene desde la época preincaica, tal como se pudo constatar en los grabados, encontrados por arqueólogos, en vasijas de cerámica.
Los Kallawayas, curanderos del Titicaca
La desconfianza entre las comunidades autóctonas a la ciencia médica también está presente en Bolivia, en donde actualmente se están realizando esfuerzos para integrar las prácticas de la medicina moderna a las de los curanderos o Kallawayas. Estos, que residen al noreste del lago Titicaca, comparten la misma visión del mundo que tienen los curanderos de Ecuador y Perú: los seres humanos deben venerar a la Madre Tierra y vivir en armonía con su entorno. Para ellos existe una relación íntima entre el cuerpo y la tierra, y la enfermedad surge como un desequilibrio entre ambos. En ese contexto, el papel de los curanderos es poner de manifiesto este conflicto y su reparación a través de un ritual específico.
La integración de estas medicinas alternativas, de larga tradición andina, a la medicina científica moderna, está siendo sometida a rigurosos estudios para evaluar la eficacia de su utilización en conjunto. A priori, los primeros resultados son bastante auspiciosos al respecto.
Además, como reflexión final, un dato curioso: algunas de las técnicas utilizadas en la medicina tradicional de los Andes se usan en los balnearios de moda de Europa y los Estados Unidos, y forman parte de la práctica terapéutica de la medicina alternativa holística, como la aromaterapia, la lodoterapia (fangoterapia), y el uso de extractos de flores y cristales para ayudar a restaurar el equilibrio natural del paciente, base de su salud.