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Gustavo Gac-Artigas

Cuidado, no es el muro

No es el muro en la frontera lo que construye Trump, es mucho más peligroso: es el muro invisible en la mente de la gente, el llamado a desarrollar un enfermizo mecanismo de autodefensa que automáticamente al mirar al otro, le hará preguntarse, ¿y éste, a cuál lado de la frontera pertenece? ¿A mi mundo o al otro?

Nos encontramos en la era del ilusionismo no ilustrado bajo la batuta de un genial ilusionista. Desde el comienzo utilizó la provocación, la afirmación insensata como el elemento de distracción que le permite hacer avanzar su acto.

Una vez en el poder continúa desarrollando el número de magia: la afirmación descabellada nos hace girar la cabeza, desviar la vista, reírnos frente a la aparente insensatez, y el mago saca del sombrero un nuevo decreto, avanza un nuevo paso en lo prometido puesto que el acto de magia requiere que se sepa que al final va a aparecer el conejo.

Rodeado de asistentes, los ojos del mundo observándolo a través de los lentes de las cámaras de los periodistas -por favor que suban al escenario y verifiquen que la pluma tiene tinta y que ésta no es invisible, que el papel del acta es verdadero-, pero antes, desvía la atención del respetable público.

¿Cuántos había en la explanada en el acto más concurrido del mundo?

Y los espectadores cuentan, miran fotos, viejas y nuevas, comparan, discuten.

Es falso determinan, la verdad no está ahí.

Y tienen razón, la verdad no se encuentra ahí, pero en el fondo, a quién le interesa sino al gran mago que firma un decreto y muestra sus intenciones: que la protección del medio ambiente desaparezca como por arte de magia. De un firme trazo dibujó  sobre el mapa de Estados Unidos una gigantesca herida que atraviesa las tierras sagradas de alguna tribu, las tierras sagradas de nuestros hijos para beneficio de las compañías petroleras y las grandes corporaciones.

Y el mago sonriente muestra la firma estampada, y el decreto desaparece entre las bambalinas en medio de los aplausos de los favorecidos por la suerte, mientras el mago esconde otro decreto que pasó de contrabando y que tiene que ver con el futuro de la salud.

Que perdió el voto popular por culpa de cinco millones de ilegales que votaron contra él, y por ende contra la democracia, contra el deseo del pueblo norteamericano, que tiene pruebas, pero esas no se muestran puesto que mostrarlas destruiría el suspenso y mostraría la falsedad del acto.

Y nuevamente discutimos, y exclamamos, ¡pero cómo es posible que afirme semejante brutalidad! ¡No sabe lo que dice!

Y el dictamen de los espectadores llega, ¡es falso!, y la mirada nuevamente se aleja de lo principal y el experto brujo, que hace ratos dejó de ser aprendiz, logró su objetivo: dividir, crear un muro invisible que dice: los ilegales son un peligro para la democracia, el darles voz es peligroso, el darles documentos y derecho a voto sería aún peor, son una amenaza.

Y un sector aceptará el acto, se lo había prometido, desde un comienzo se lo había prometido, y el mago cumple.

Al final del acto de magia firmará otro decreto presidencial ordenando que construyan el muro, el físico, el que cerrará las fronteras, las físicas, pero ya habrá creado otros muros y otras fronteras en nuestras mentes y esas sí son peligrosas. Y ojo, el muro no es solamente en la frontera con México, es alrededor de todos los Estados Unidos, el muro nos aísla del mundo; y al interior el muro se levantará peligrosamente agresivo, destilando odio en cada barrio, en cada ciudad, en cada escuela, en cada universidad.

Tras la firma del decreto discutiremos del muro, del ladrillo y del metal, del muro físico y sobre todo de cuánto cuesta y quién lo pagará, olvidando que ese muro no es el verdadero, que esos muros se pueden derribar, que el otro, el verdadero el que construyó en nuestra mente, ese será difícil de derribar y el día de la firma de los decretos sobre la inmigración y el muro nadie hablará del refugiado que huyendo de la barbarie de la guerra arriesga su vida y la de sus hijos, que pasa hambre y frío en espera de que se abra el muro; nadie hablará de la madre indocumentada que tiene miedo al salir de casa, del niño que va a la escuela con temor sabiendo que cada vez está más expuesto a la burla y al escarnio, que cada vez lo harán sentir más diferente y que esa diferencia que hace hermoso a los Estados Unidos puede ser expulsada al otro lado del muro, y esta vez del real.

Escrito en espera de otra declaración descabellada que ocultará un nuevo decreto presidencial, otro acto de magia que borrará una conquista, que afectará otro derecho humano, otro derecho civil: ¿la educación?,  ¿los derechos de la mujer?, ¿el derecho a la diferencia?, ¿a la libertad de prensa?, ¿a la salud?, o simplemente a nosotros, usted y yo.

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