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Cristo Rock

La palabra Navidad, se deriva de natividad, es decir, nacimiento. Lo que se celebra el 24 de diciembre, es el Nacimiento del Redentor, y no otra cosa. Es decir, el asunto debería ser motivo para todo, menos para reventarse el bulbo raquídeo fumando crack, o matarse en la autopista. Haendel celebró el evento, componiendo su célebre “Mesías”, que inmortalizó el grito católico de “Aleluya”, que quiere decir, “Alaben a Yahvé”.

La mejor noticia de la Historia, es el Nacimiento de Cristo. El historiador Manuel Caballero sostenía la tesis, no obstante, de que la Historia estaba dividida en dos, no por el Nacimiento de Jesús, sino por el Descubrimiento de América. No hay que olvidar que Caballero –autor de esa joya del pensamiento político, llamado “El Poder Brujo”- era ateo. No creía en Dios, pero era un conspicuo devoto de La Divina Pastora. Es como los mexicanos: no creen en Dios, pero matan por La Guadalupe.

El dolor es veneno

Y digo que es la mejor noticia de la Historia, por algo muy sencillo. Cristo vino a poner las cosas en su lugar. Me dijo una vez mi maestro espiritual –durante 15 años-, el Padre Carlos Zancajo LC, una cosa que nunca olvidaré, es lo más importante que nunca me dijo: “Cristo no vino a hacer turismo”. Quiso significar que Jesús no vino a vivir una fantasía de Martini seco, hilo dental, y nalgas jugosas rociadas de Bahía Tan. Vino a llevar leña, escupitajos, insultos, a ostentar una dolorosa corona de espinas, es decir, a regentar un aciago reinado de dolor.

No lo hizo por ocio, ni por vicio. No por la fama, no por la cana, como diría Charly García. Lo hizo por ti, y lo hizo por mí. En tiempos de Julio César, la corrupción del mundo había alcanzado cotas tan elevadas, que Yahvé consideró preciso mandar a su único Hijo, para ofrecer un sacrificio –“EL” sacrificio-, por la Redención de todo el género humano. 

Ese entrañable gesto del Santo Hacedor –Dios Padre es un tipo encantador, sexy, cool, pretty chic-, es lo que celebramos –cada 24 de diciembre-, con caviar, y Möet Chandon, sin haber ido a Misa de Gallo. Mamá se conforma por Ponche Crema, una hallaca de Francisco Abenante y un trozo de turrón.

Del Catecismo de la Santa Madre Iglesia, tomamos lo que proclama y canta la liturgia de san Juan Crisóstomo: “¡Oh Hijo Unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡sálvanos!”. (Liturgia bizantina, Tropario “O Monoghenis”).

He ahí la piedra de toque: Cristo nació –como todos- para morir. Y al morir, venció a la muerte, en lo cual, los católicos romanos –y también las prostitutas de alma noble, como los notarios que le hacen la cosa fácil a uno- fallecemos en la esperanza de la Resurrección. Por eso la Semana Santa, es para la Santa Iglesia de Roma –me jacto de ser Fiel al Papa, practicante hasta la muerte-, una fiesta más importante que la Navidad. 

Rezo por vos

Que Cristo haya nacido es cool; pero lo es más que haya muerto. Y es la cima del refinamiento -¡no hay más arriba en el rock and roll!-, que también haya resucitado, y tomado una porción de rica miel, junto a los Apóstoles, antes de ascender a la derecha del Padre. “Knockin’ on heaven’s door”, dijo Bob Dylan. Cuando Cristo subió al cielo, dijo como Charly García: Rezo por vos. Y luego nos dio un contundente “ciao”. Les dejo mi Espíritu, sean varones, sean machitos, simplemente limítense a resolver. No estoy para hacerles la tarea. Nada les va a caer del cielo, en adelante. 

“Id quod fuit remansito et quod non fuit assumpsit” (Sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era). Así canta la liturgia romana. Con su nacimiento, léase natividad, léase Navidad, Cristo ha asumido ser hombre, sin dejar de ser Dios. Porque “en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”, según deja por escrito, San Juan Evangelista, para mi gusto el mejor escritor de todos los tiempos –sólo por encima de Dostoievski-, no tanto por su Evangelio, como por el Apocalipsis. 

Dijo el Cardenal Ratzinger, nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI, que el “sí” de María fue determinante. ¡María pudo haber dicho que no! Con lo cual –remarca ese intelectual de altísimo voltaje que es Ratzinger, amén de espléndido pianista- todos estamos llamados a la santidad. Cristo se encarna en María, y usted pone su pesebre de porcelana, con luces intermitentes, compradas en la Autopista Francisco Fajardo. Si se le dañan, llama al electricista, para que diga “hágase la luz”. 

Nada. Que pasado mañana, porque esto se publica el 22 de diciembre, échate un palo –por qué no-, pero no te vueles el coco fumando piedra, ni te mates en la autopista. No hagas parte de esa estadística decante y balurda. Si puedes ir a misa, tanto mejor. Pero si no te da para tanto, reza un Padre Nuestro, mira las estrellas, y piensa que Dios es Amor. Nothing else matters.

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