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Crisis en el sistema internacional

La llegada de Trump al poder, el Brexit, el auge de los populismos de derecha e izquierda en Europa y el fortalecimiento de los autoritarismos, básicamente capitalistas, pero iliberales, en Rusia y China, han creado la sensación de que vivimos en un mundo peligroso y en transición, cuya característica fundamental es la incertidumbre. Según el economista Arthur Lewis, durante los últimos dos siglos, la economía mundial ha experimentado diversos períodos alternativos de crecimiento extraordinario, buen crecimiento y crecimiento desastroso. Ha habido dos períodos de crecimiento extraordinario (1853-1873 y 1951-1973), dos períodos de buen crecimiento (1873-1913 y 1973-presente) y un período de crecimiento desastroso (1913-1951), el cual incluyó dos guerras mundiales y una muy severa depresión. Aun cuando las relaciones de causalidad son poco claras y discutibles, lo cierto es que los períodos de crecimiento extraordinario han coincidido con las épocas de hegemonía política y económica de la Gran Bretaña y los Estados Unidos y los períodos de menor, pero todavía buen crecimiento, con la declinación de esas hegemonías. El período de crecimiento desastroso fue el interregno entre esas dos épocas de liderazgo hegemónico. Tanto Lewis como Robert Gilpin, subrayan que los períodos de crecimiento extraordinario, entre otras variables, tienen la característica de estar acompañados por una intensa liberalización comercial, bajo el liderazgo de la economía hegemónica. A su vez la liberalización comercial es precedida por períodos de rápida industrialización y todo esto conlleva un incremento considerable en la interdependencia económica mundial. Ahora bien, la relación entre crecimiento e interdependencia es aparentemente cíclica. Cuando los países que mejor aprovecharon del “efecto difusión” de las tecnologías de punta, inicialmente desarrolladas en los países hegemónicos y de la liberalización de los mercados, alcanzan y /o superan la economía hegemónica y la tasa global de crecimiento disminuye, hay un resurgimiento de las fuerzas que favorecen las medidas proteccionistas, especialmente en la sociedad “hegemon” en declinación relativa.

En síntesis es interesante notar, como nos dice Gilpin, que aun cuando puede no existir un modelo sistemático y regular de expansión y contracción, la moderna economía mundial ha sufrido experiencias traumáticas cíclicas. Estas modificaciones han sido fenómenos globales que se han originado en las economías “centros” para después afectar a través de la interdependencia económica a las “periferias”, destrozando las economías de algunos países y de muchos individuos, provocando así reacciones proteccionistas y , en general, un fortalecimiento del nacionalismo económico.

Ojalá que los miembros más capaces del gabinete Trump, junto con las mentes más lúcidas del Congreso, en el marco de las sólidas instituciones norteamericanas, logren que EEUU no debilite peligrosamente, por voluntad propia, el orden político-económico liberal que sostuvo la expansión económica mundial desde 1945 y evitar así favorecer el surgimiento de un nuevo período de crecimiento desastroso, con sus dolorosas consecuencias políticas y sociales.

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