Estudiando Psicología, comprendí uno de los principios más universales del funcionamiento humano: El lenguaje es pensamiento. Esto quiere decir que cómo hablamos revela nuestra manera de pensar, dado que los pensamientos se estructuran como lenguaje, bien sea visual o verbal. Quizás pueda parecer que estoy descubriendo el agua tibia, pero en realidad implica mucho más de lo que parece.
Cada quien suele tener una manera distintiva de hablar y de construir las frases, que está marcada por su crianza, entorno cultural, formación académica, entre otros factores; pero hay una construcción particular que creo que ha cruzado todas las fronteras de los países de habla hispana: La sustitución del creer por el pensar.
Una vez que comencé a prestarle atención a las palabras que revoloteaban en mis oídos, me di cuenta que cuando la mayoría de las personas van a expresar una opinión o decir algo que piensan, escogen decir “yo creo” antes que “yo pienso”.
Podría parecer un detalle estúpido sin importancia a simple vista, pero cuando se analiza, revela bastante. El “yo creo” implica un acto de fe, algo que viene del corazón, un confiar a ciegas que puede contrariar hasta las mejores pruebas lógicas. En cambio, el “yo pienso” significa la mayor parte del tiempo que esa idea fue meditada, parida por un cerebro y que ha pasado una serie de pruebas lógicas. En pocas palabras, lo primero es más sentimental mientras que lo segundo es más racional. Eso coincide con la forma de ser, en líneas muy generales, del latinoamericano: un ser humano producto de un complejo entramado histórico que se deja llevar por sus emociones. A ver, no es para sentirse ofendidos, pero hasta el latino más frío y racional, es un caldo de amor al lado de un alemán o personas de otras culturas que están tipificadas como racionales. Nosotros creemos las cosas con el corazón. Pareciese que el cuerpo entero está involucrado en nuestro razonar antes que el cerebro.
No sé si sea algo propio del español o de la cultura, pero cuando lo comparo con otros idiomas, no puedo evitar notar la diferencia. No recuerdo escuchar muchos I believe pero sí muchos I think.
En el español sucede algo interesante con el “creo”. Como no sólo es la conjugación de creer en la primera persona en singular del presente, sino también lo es de crear, cabe preguntarse, ¿Estaremos creyendo algo o creándolo?
Tachar esto de bueno o malo me parece un ejercicio inútil, pero sí creo (Ahí estoy yo también creyendo antes que pensando) que da una lectura, una evidencia importante de nuestra manera de conducirnos por el mundo: Corazón antes que cerebro.
Esto no es de ninguna manera una regla universal, porque no pienso que sea posible hacer una conclusión tan radical en un asunto tan variable como es el lenguaje y sus implicaciones, pero sí creo que es interesante que nos preguntemos qué hacemos más a diario: ¿Creemos, creamos o pensamos?
Más allá de verlo como una problemática, es una característica que nos distingue y nos identifica con un aire algo supranacional, y que aunque pueda molestar a los más racionales, debemos tomarlo y trabajar con ello. Al final del día, no podemos cambiar quiénes somos como pueblo, pero podemos trabajar con ello para lograr lo mejor de las cosas: Creer un poco menos en los políticos, crear mejores sociedades y pensar en el futuro.