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Cortar el cordón (Parte II)

Vale la pena identificar los cordones que nos mantienen atados… pienso en los cordones umbilicales, asunto de biología que me lleva a pensar en mi mamá, en mi hija… y sin mucho argumento ni esfuerzo, pienso en mi país de la que soy nacional y umbilical, que en estos días me parte el alma, aun más porque lo tengo lejos. Y me imagino ese cordón tan largo y fuerte como para que alcance a sobrevivir el Atlántico y pienso en lo lejos que queda lejos y por ahí se enfilan estas líneas.
No creo que exista persona que viva lejos de la gente que quiere y el lugar que conoce y que lo conoce, que no sienta una cierta tristeza cada mañana cuando amanece. 

¿Qué es vivir lejos, dónde queda lejos? El que vive in The Hights dice que el que vive en el Lower East Side vive lejos, ¿cómo se resuelve esa cuestión? Los que más se empeñan en decir que viven cerca son los que viven lejos, sin lugar a dudas. Y todo eso asociado al lugar donde naciste, complica aun más las cosas. Si naciste en Caracas y vives en NYC, vives lejos. Pero si vives en Caracas pero naciste en NYC, también vives lejos. Y si naciste en Caracas y sigues en Caracas en estos días feos que ocurren, vives lejos también de la Caracas donde naciste.

Otro tema es el cómo se vive lejos. ¿Para qué te vas a ir de Maracaibo a pasarte los días rezándole a La Chinita con un poco de maracuchos en Texas? Recuerdo que de joven la idea era ver los menos venezolanos posibles. Aprovechar la experiencia de vivir lejos de tu país, aprender y crecer a partir de eso, implicaba entablar relación con los extranjeros. Nada de pasarte los domingos tocando cuatro y comiendo arepas con algún otro coterráneo. Pero con este país que vivimos ahora, eso también ha cambiado. La situación país acerca a los venezolanos que viven lejos. Y surgen y se multiplican las asociaciones que los reúnen. Muchas convocan con tono político generalmente de oposición, porque los del gobierno tienen los consulados, los reales y el poder, de manera que no necesitan estarse juntando para sentirse mejor. Y como sus dineros son recientes pues aún viven en el engaño de que la felicidad se compra.

Las asociaciones que reúnen a compatriotas, se reproducen, de todas las nacionalidades, porque el asunto de la emigración, aunque para los venezolanos es de estreno, es un tema que está moviendo al mundo. Literalmente. Es lógico que estando lejos, cualquier cercanía sirva de consuelo. Y en principio pareciéramos todos mejores personas. Pero la verdad es que no solo se exporta lo mejor, y tampoco es verdad que todos salen de su país con ganas de portarse bien y solamente bien. El que sale, sale con lo bueno y lo malo. Y en nuestro caso, estamos exportando también la enfermedad de la intolerancia, en la facilidad con que veo entre los que se acercan, que empiezan pronto a establecer distancias. Como si se reprodujera el daño que nos tiene enfermos, el enrarecimiento de la coincidencia sucede rápido e igualito que en el país de origen. Y así, de lo malo nuestro, mucho de lo que hasta ahora había pasado por bueno, como el sentido del humor, ahora muestra su peor cara cuando sirve para el desprecio inclemente. Esa facilidad nuestra para la amistad para toda la vida desde el primer día que te vi, que convierte en el mejor amigo a cualquiera, apenas después de dos cervezas, se ejerce con igual pasión en el sentido contrario y es así que con la misma facilidad se escoge el peor enemigo, ese que se atreve a disentir políticamente, incluso estando en el mismo bando.

Las distintas clases sociales que se mezclaban poco, ahora se mezclan mucho menos y si te he visto no me acuerdo. A ninguno de los que vive en el Upper East Side le interesa estarse encontrando con unos emigrantes pela bolas que viven en Queens, a menos que toquen música folclórica con gracia y sea a beneficio de unos niños desnutridos que viven lejos, y así se puede expresar cómodamente la solidaridad sin exponerse demasiado a la pobreza. Y si vives en la avenue Foch de París, también es difícil que coincidas con alguno que vive en Bobigny. No importa que haya nacido y crecido en tu mismo país, después de llegar tan lejos no te vas a devolver en nacionalidades. Los venezolanos pretenciosos son aun más pretenciosos cuando están fuera y se identifican más con una japonesa enfundada en Louis Vuitton que con un coterráneo mal vestido. Así mismo los chavistas son aún más gobierneros pues de allí provienen sus monedas extranjeras y depende su permanencia en el primer mundo que les encanta. Y los de la oposición se vuelven cada vez más opositores, peleándose entre los que también opositores ven de manera distinta el asunto. 

No sé si es porque no la conozco tan de cerca, pero la emigración desde otros países luce más solidaria… en todo caso, creo que valdría la pena aprovechar la experiencia para cortar el cordón que tenemos con lo malo, la intolerancia, la pretensión, la crueldad de la mofa, el desprecio…

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