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Correo a un sobrino filósofo

Querido Gianco:

Bueno el artículo de Packer. Me obligó a tomarme otro espresso. Es atendible como descripción de un sector de la clase dominante americana. Aquí existe una excelente escuela de libertad de prensa. Todo se sabe, nada se oculta. Es esa libertad la que con toda el alma el empleado Trump intenta destruir. Es empleado del sector oscuro del capital.

¿Existe un sector brillante? ¿Bill Gates acaso? ¿Los billonarios que candidatearon en las primarias del Partido Demócrata? Si existe, ¿cuál es el alcance de sus acciones? ¿Están los protagonistas de tal sector dispuestos a aliarse en contra de la irracionalidad del capitalismo —inclusive sus socialismos, populismos y nazismos reales?

Los mejores y los peores seres humanos gobiernan la historia. Salvo algunos casos, que desgraciadamente terminan engolfados por sus propias limitaciones, vivimos en la época de los peores. Acabo de leer una nueva biografía de Churchill y la verdad es que la distancia que lo separa de un Bush o de un Trump —mucho peor que Bush— es sideral. Semejante comparación puede establecerse entre Roosevelt, Bush y Trump.

La decadencia es evidente.

Nuestra libertad está en relación directa al grillete laboral. El obrero es mucho menos libre que tú o yo. El empobrecimiento de los sectores intelectuales que secundaron la Ilustración da como resultado el fin del pensamiento relativamente independiente. No hay mejor manera —salvo el exterminio— de acabar con la oposición que estrangularla: deudas y más deudas. La usura herrumbró el cincel es un acuñamiento de Eliot que cita Pablo Guevara.

Packer abunda en detalles ciertos pero acusa ausencia de alternativas. Y de eso se trata. No cabe duda de que contribuyen al diagnóstico el solipsismo, el cinismo (en el sentido canino de los griegos) y todas las ideaciones de la inacción o crítica inactiva. Tú y yo holgamos en ese campo. Lo mismo que los microbiólogos que han encontrado abundante plástico en un bichito parecido a una pulga que vive en el fondo de la fosa oceánica más profunda del planeta. De allí a gobernar hay un paso quizá fatal que mis amigos judíos —especie de consejo de ancianos en Baltimore—, todos médicos realizados, desprecian.

Parte del futuro, si todavía cabe, consiste en abandonar el hábito de envenenarnos.

Alejo

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