Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

Coronavirus: entre la libertad y el confinamiento

No quiero hablar sobre cifras de fallecidos ni de proyecciones económicas ante la llegada de la pandemia del coronavirus.

Esos números espantan, deprimen, aterrorizan, atormentan. Mi reflexión es un ejercicio de introspección ante esta tragedia mundial que nos ha dejado al desnudo poniendo a prueba lo que somos como seres humanos, obligándonos a dejar de lado aquello que poseemos.

El COVID-19 nos ha demostrado que nada tiene sentido cuando se pone en riesgo la salud, y más allá de eso, nos ha presentado un panorama desolador en el que se frenó de golpe a las multitudes, a los abrazos, al simple contacto entre humanos, convirtiéndolo en la más peligrosa arma de contagio.

¿Quién lo iba a imaginar? La cercanía entre personas es justamente lo que ha impuesto el distanciamiento, aunque se trate solo de la aproximación simple y cotidiana que puede darse en el asiento de un autobús, en un ascensor, en una plaza, en cualquier lugar, en ese sitio en el que día a día pasamos inadvertidos tal vez sin mirar al otro, sumidos en una rutina que muchas veces nos hace vivir la vida en automático, sin otro propósito que ir de prisa por conseguir aquello que ni siquiera sabemos.

Pero como todo lo inesperado, esta crisis sanitaria nos ha puesto a prueba con nosotros mismos, con eso que somos capaces de ofrecer, sacrificar y decir, colocándonos en una disyuntiva colectiva que se debate entre la libertad y el confinamiento.

Detengámonos ante este llamado de atención que quiere decirnos cosas que hemos ignorado por mucho tiempo, seamos empáticos ante el sufrimiento del otro, que en un instante podría convertirse en propio.

El aislamiento es protegernos y proteger a los demás de no enfermar, es temporal y será lo que en definitiva nos permitirá regresar a la normalidad.

Una cotidianidad que será distinta, progresiva, temerosa, que nos hará volver a disfrutar de ese abrazo que pocas veces damos, de ese paseo que consideramos insignificante, de ese ruido de la calle que hoy añoramos, pues sus múltiples sonidos denotan que hay vida.

Miles de personas han caído abatidos por el COVID-19 en más de 180 países, víctimas de un virus letal que cambió inesperadamente el orden mundial y que vino a manifestarnos la importancia de una decisión a tiempo.

Es tarde ya para los fallecidos y sus seres queridos. Lamentablemente forman parte de las estadísticas de este brote de enfermedad respiratoria que día a día aumenta las cifras de contagios y decesos de manera aterradora, evidenciando que nadie está exento y que ninguna nación está preparada para enfrentar una situación de tal magnitud.

No nos queda más que poner de nuestra parte como individuos para lograr vencer pronto esta crisis global, más allá de los gobiernos y sus economías. La sociedad toda debe asumir su cuota de responsabilidad para evitar la propagación del coronavirus, una pandemia que sin duda ha llegado para hacer historia y de la que aún falta mucho por conocer.

Durante la cuarentena el mundo se ha detenido y hemos visto tras la ventana cómo sale el sol a calentar las calles vacías, mientras el planeta descansa de la mano del hombre en medio de un silencio que aturde y conduce a la reflexión de lo que hemos sido como personas y naciones.

De todo lo que ha traspasado fronteras, tanto para bien como para mal y lo más importante: de lo que seremos cuando se levante esta pausa generalizada y el mundo vuelva a despertar, quién sabe si para seguir avanzando o quedarse en el mismo lugar.

Hey you,
¿nos brindas un café?