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Coronavirus en Estado fracasado

“Cuasiestado” y Estado fracasado son dos relativamente nuevos términos de la ciencia política contemporánea, que indican un preocupante desarrollo del actual sistema internacional. Los “cuasiestados” poseen todas las características formales de un Estado soberano independiente, pero carecen de la capacidad institucional, el poder organizacional y la voluntad política para proveer un nivel mínimo de desarrollo socioeconómico y proteger los derechos humanos. Los “cuasiestados”, Estados sólo de nombre, son ineficientes, inestables y, generalmente, ilegítimos. En los Estados fracasados, el desastre socioeconómico y el desmoronamiento de las instituciones del Estado provocan la ruptura de la “ley y el orden”, la descomposición de los servicios básicos, como el agua y la electricidad, brotes de epidemias y la propagación de enfermedades. Generalmente, en mayor o menor medida, sobrevienen el caos, la anarquía y la guerra civil entre clanes, facciones, “señores de la guerra”, grupos étnicos, sociales y religiosos y la desintegración de la unidad territorial. Ejemplos evidentes de Estados fracasados son Afganistán, Somalia, Zaire, Yemen y Haití. En el pasado, un Estado con mucho poder era considerado una peligrosa amenaza para la estabilidad del sistema internacional, hoy es más peligroso un Estado sin poder, un Estado fracasado. El Estado fracasado es también el “caldo de cultivo” más apropiado del terrorismo y la criminalidad organizada. Los grupos terroristas y las mafias criminales se aprovechan de la descomposición y la anarquía de los Estados fracasados para ubicar sus bases de operación, sus cuarteles y, en los casos más extremos como el Afganistán de los Talibán, para “posesionarse” del mismo Estado. Julian Lindley-French de la National Defense University de Washington nos dice que uno de los mayores peligros para la paz mundial es el “desintegracionismo” de los Estados fracasados. La desintegración de los Estados fracasados en África y en el Medio Oriente está creando grandes áreas del que Thomas Friedman llama el Mundo del Desorden: Siria, Iraq, Libia y buena parte de África, de las cuales salen oleadas masivas y crecientes de refugiados que están empezando a desestabilizar a Europa.

A la luz de este análisis parece evidente que Venezuela ha sido un “cuasiestado” desde algún tiempo y ya tiene muchas de las características del Estado fracasado. El régimen de Maduro ha perdido el control de buena parte del territorio nacional. Los estados al sur del Orinoco se han transformado en el centro de operaciones financieras y militares del ELN, organización calificada de terrorista en la reciente III Cumbre ministerial hemisférica contra el terrorismo. Las mafias criminales, a veces asociadas a sectores corruptos del régimen, que manejan la producción y el contrabando del oro y del coltán son los únicos que le disputan al ELN el control del territorio. Los sistemas económico, eléctrico, hídrico, transporte y sanitario estaban ya al borde del colapso. Por eso la creciente diáspora venezolana ya supera los cinco millones de personas, en su mayoría excelentes profesionales y trabajadores. Pero el Estado semifracasado de Venezuela también estaba   proyectando hacia el hemisferio, criminalidad organizada, terrorismo, y enfermedades crónicas. La desestabilización de América Latina ya estaba en marcha y llegó el coronavirus a esta Venezuela desastrada por un régimen con “ideas muertas” corrupto e incapaz. Por tanto también el coronavirus será objeto de exportación involuntaria hacia el hemisferio. La tragedia venezolana es hemisférica y hemisférica debe ser y será su solución.

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