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Coronavirus, destrucción o concientización

La pandemia actual nos deja una sensación de desasosiego y el ambiente se siente desolador. Después del confinamiento por el miedo a morir, vale la pena volver la mirada hacia lo que significa vivir en libertad.

Los días que transcurrimos encerrados en nuestras casas representan una oportunidad sui generis para replantearnos el modo de vivir en la tierra, en la casa común. Hemos descuidado tanto el planeta que ahora nos llegó su reclamo. Esta será una de las lecciones más difíciles de la historia moderna, para los seres humanos. Nos tomó desprevenidos, nos sentimos como si nos hubieran mandado a la guerra sin fusil.

La pandemia, está resultando devastadora, causó el colapso del mercado de valores y su efecto dominó afectó las bolsas y derrumbó el precio del petróleo, situación que tiene reflejos negativos en la economía mexicana.

A pesar de que PEMEX se encuentra en etapa terminal el presidente le inyecta células madre, no se hace el ánimo que ya no puede contar con el “oro negro” que tanto despilfarraron los gobiernos anteriores. La crisis económica apenas empieza.

El Covid19, resultó el virus más peligros desde la gripe H1N1 de 1918, nos ha puesto en jaque y pone en riesgo lo más valioso que tenemos: la salud. Cuando todo empezó vimos con sorpresa y cierta incredulidad la parálisis China. Día a día nos enteramos de los enfermos y fallecidos, el virus se fue extendiendo: España, Francia, Italia, Estados Unidos, México, Perú, no hay país que esté inmunizado.

La lección es dolorosa, las precauciones tienen que continuar. Si, pasados estos momentos no haremos los cambios que serán necesarios, la próxima podría ser la última crisis. Ya vimos que ni las vacunas serán suficientes.

El planeta, es el lugar de residencia de millones de seres. Cada uno en su burbuja de conciencia interior, observa como su escenario de sonidos se entrelaza con los de los otros a través de vibraciones. Así funciona nuestro cerebro, un emisor-receptor de complejidad sorprendente. Los cien mil millones de neuronas son sensibles a sucesos inaccesibles a los sentidos. Una vez que el cerebro ha incorporado como rutinas determinados programas, somos capaces de articularlos y compartirlos con otras personas a través del lenguaje, la imagen, el sonido, el canto y otros medios.

La relación con los demás no se lleva a cabo solamente con el habla o el contacto físico, cada uno influye en la vida de los seres que le rodean; si tenemos buenos sentimientos, se irradian y creamos sinergia con otros. Por el contrario, cuando nos embargan sentimientos negativos, las personas se alejan o se contaminan.

Los occidentales miramos al exterior, vivimos inmersos en el consumismo y la permisividad. Por lo contrario, los orientales enfocan las energías hacia su universo interno. Lo que nos falta como rutina es meditar.

Parecía que en este periodo histórico seguiría la ascensión de occidente. Sin embargo en un tiempo en cual la razón, la ciencia y la tecnología se unieron, dando como fruto la construcción de la revolución tecnológica y de la inteligencia artificial el poder cambiará de manos. La clave para un mejor equilibrio consiste en la unificación de la psique con la sociedad. Occidente se enfocó en el materialismo, en la expansión de lo industrial que conquistaba el planeta, buscando el poder y el dominio sobre los otros. Nos alejamos del humanismo, la compasión, la empatía. Vimos cuán efectivo puede ser el lavado de cerebro para el desarrollo del odio y el fanatismo. Sentimientos que alimentan la xenofobia, más ahora cuando cualquiera que no es local es visto como un apestado que contagia el virus. Hay que aprender a apreciar el poder del condicionamiento positivo para el desarrollo de la apertura mental, de la compasión altruista y del amor gozoso.

Quieran o no esto es una guerra viral, el enemigo microscópico ha resultado difícil de vencer, los que saldrán bien librados, no serán los mismos, mejor o peor no lo sé. La lección quedará para la historia, si no cambiamos es indudable que no aprendimos nada y lo más probable es que no encontraremos un puerto de salvación y nos hundiremos todos.

El planeta por sí solo se está depurando, expulsa lo que le estorba: el hombre que resultó ser el animal más depredador de la naturaleza.

No perdamos la esperanza, Viktor Frankl sobreviviente de los campos de concentración, inmerso en tanto dolor desarrolló la Logoterapia para encontrar sentido al sufrimiento y ser mejor persona “Cuando no podemos cambiar una situación, tenemos el reto de cambiarnos a nosotros mismos” Por el bien de todos que así sea.

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