Ombligo del mundo, rascacielos, hoyo profundo, 9/11, caleidoscopio, aeropuerto, de kilómetros a millas, desgarre, esperanzas que aterrizan, nostalgias que se enraízan, espacio físico que se encoge, subterráneo, subir escaleras, bajar escaleras, ratas insolentes, ratas resueltas, ratas urbanas, olores que ofenden, grúas, alcantarillas que fuman, ruido, ambulancias, bomberos, policías, pobreza desesperada, riqueza infinita, tribus tatuadas, trabajo, ojeras, sueño, sueño que agota, sueño que despierta, morir de visa, garras,casas compartidas, anhelos compartidos, camas compartidas, encuentros fugaces, amores que nacen, amores que se apagan, culturas, vibraciones, música, vivir sin límites, prejuicios que se desmoronan, libertad a ras de piel, arte que nutre, innovación, movimiento, tesoros escondidos, bares, soledad, amistades, raíces arrancadas y vueltas a reanudar.
Nueva York es eso y mucho más…
LAS PALABRAS SALEN DE LOS LIBROS Y SE TRANSFORMAN EN IMÁGENES
Central Park es un pequeño mundo que contiene otros mundos. Y cada persona puede encontrar allí un espacio que siente único, especial, perfecto para dejar atrás el estrés de la ciudad y permitir a la mente pensar y crear en libertad. El artista Cristian Martin Verdejo encontró ese espacio en el Conservatory Garden, pequeño paraíso en el cual el verde de árboles imponentes como los robles se funde con los colores de flores diferentes que cambian según las estaciones. Aún en invierno, cuando la naturaleza descansa en espera de la primavera, el Conservatory Garden mantiene intacta su magia y su belleza.
Cristian Martín Verdejo pasea allí con su hermosa bóxer Catalina, una perra de mirada austera e innata elegancia, que disfruta esas salidas tanto cuanto su dueño.
“Necesito el contacto con la naturaleza. Sin este escape creo que hubiera sido mucho más duro para mi acostumbrarme a Nueva York. Nací y viví en las afueras de Buenos Aires, en una casa con mucho verde. Me gusta pasear en cualquier estación y, cuando el clima no es tan frío, me encanta hacerlo también bajo la lluvia. Me fascina la conexión del agua con la tierra, el olor que se desprende de ella y de los árboles. La naturaleza estimula mi imaginación y me da tranquilidad”.
La serie de pinturas, que se titula Vibrantes, está inspirada en la visión de los polinizadores, en particular de las abejas, un mundo fascinante que Cristian estudió hasta volverse apicultor.
“Las abejas ven en otro rango de ultravioleta, por ejemplo, para ellas el blanco es fuxia. Los colores de las flores evolucionan en función de esa visión que muestra un mundo diferente, un poco como pasa a las personas daltónicas. Trabajando sobre ese concepto descubrí que lo más similar a esa percepción podía conseguirlo a través de los opuestos complementarios. Son colores vibrantes que nunca podrías fotografiar obteniendo el mismo resultado. Es la técnica que usaban los puntillistas y que permite miles de combinaciones porque cada color tiene su opuesto complementario”.
Mientras paseamos por “su jardín” neoyorquino, Cristian, quien es también paisajista, nos va mostrando los secretos y las bellezas de cada planta. Ese conocimiento le permitió transformar su casa que es también su taller, en un mini jardín lleno de la calidez que solamente las plantas y los animales saben regalar a un hogar. Matas diferentes se mezclan con peceras de dimensiones varias en las cuales nadan pequeños peces que parecen salidos de una paleta de colores. El resultado es un espacio de paz. Desde las ventanas admiramos las aguas del Harlem River acariciadas por una espesa neblina.
“Cuando llegué aquí me sentía ahogado. Nunca había vivido en un apartamento. Me gusta el campo, me emociona poder abrir la puerta y encontrarme en medio de la naturaleza, ahondar las manos en la tierra, escrutarla, escucharla, descubrir sus secretos. El agua también es muy importante para mi, me descarga, me relaja y me llena de la paz que necesito para crear. Cuando era niño me quedaba dormido mirando la pecera. Siempre tuve peces”.
En las paredes del apartamento, así como en su estudio, podemos admirar los trabajos que ha estado realizando en los últimos tiempos. Son miles de palabras que crean círculos, olas, sin un sentido lógico, unidas por el azar que mueve la creatividad del artista.
“Nunca tuve una relación fácil con la lectura. Desde siempre las palabras salen de las páginas de los libros y bailan libres en mi cabeza. Las puedo ver en el aire mientras se juntan y forman imágenes, a veces nuevas palabras. Tengo que esforzarme mucho por atraparlas y volverlas a organizar para dar un sentido a lo que estoy leyendo. Cuando estudiaba lograba concentrarme solamente cuando dibujaba y tuve la suerte de tener una profesora de literatura quien me ayudó mucho a seguir adelante. Por el contrario, nunca tuve problemas con la matemática”.
Ya de adulto entendió que debía dar una vuelta creativa a esas palabras que durante tantos años habían logrado fugarse de toda lógica y freno.
“En mi casa teníamos decenas de revistas The New Yorker. Un día desarmé una de ellas, guardé la carátula y empecé a picar las hojas escritas. De repente visualicé la imagen que formaban las palabras en mi cabeza creando laberintos, a veces gusanitos que se movían constantemente. Fui creando círculos de palabras. No construyen oraciones con un sentido lógico. No es lo que me interesa ni lo que me identifica. Son palabras que se transforman en imágenes al igual de las que se juntan en mi cabeza. Dentro de cada cuadro inserto un minúsculo barquito de papel. Casi nadie logra verlo, pero yo sé que está allí. Ese barquito representa el punto que me permite salir de las olas que crean las palabras y llegar a la otra orilla”.
El resultado es sorprendente. Cuadros de tamaños diferentes reflejan un trabajo minucioso. Las palabras, sueltas, libres, construyen esas obras de arte que desde siempre habían tratado de transmitir a Cristian Martín Verdejo. Para retenerlas y transformarlas en cuadros ha utilizado diferentes técnicas.
“Me encanta experimentar y transformar las técnicas para lograr el efecto al cual quiero llegar. Nunca paro de pensar, reflexionar, y probar”.
El dibujo es otra de las herramientas que lo acompaña desde niño y que Cristian utiliza para expresar su interioridad.
“Dibujar para mi ha sido siempre un acto íntimo. En los dibujos reflejo mis emociones, mis sentimientos. Son como mi diario secreto. A veces he dibujado partes de rostros, por ejemplo, solamente una nariz. Era lo único que existía de mi en esos momentos. El resto estaba cerrado, no quería ver, no quería escuchar, no quería sentir. Cada vez que miro los dibujos hechos a través de los años es como si estuviera hojeando el libro de mi vida. Es el álbum de fotografía de mi alma”.
Y a la fotografía también dedica muchas horas, experimentando con ellas para obtener efectos que revelan momentos diferentes. Sus últimos trabajos reflejan la fluidez y volatilidad de una ciudad en constante movimiento como Nueva York, ciudad con la cual siente una profunda conexión.
“Nunca había estado en mis planes venir a Nueva York, ni para una vacación porque para eso prefiero siempre la naturaleza. La imagen que tenía era la que vemos en las películas. Una ciudad que asusta. Sin embargo, cuando llegué, fue extraño, sentí que era como estar en casa, como si ya hubiera vivido aquí en pasado. Al principio tenía miedo de moverme con el metro y de perderme, luego ese miedo desapareció. Por el contrario, lo que amo de Nueva York es la sensación de seguridad que transmite. Sé que también aquí pasan hechos delictivos, pero yo me siento tranquilo y camino sin miedo por sus calles a cualquier hora”.
Y Nueva York abrió las puertas también a su arte. Cristian Martin Verdejo participará en una colectiva de la galería Noho M55 desde el 7 hasta el 25 de enero. Luego, en primavera, entre finales de marzo y principio de abril, expondrá su serie Vibrantes en Roma, en la Casa Argentina.
En su constante experimentación y búsqueda, el artista argentino también está explorando diferentes técnicas de escultura. Para una de ellas, actualmente en desarrollo, está utilizando las tiras de papel. Representa dos cabezas enfrentadas y unidas en el medio, que sobresalen, cual si fueran un tajo, dentro de un papel tejido. En el taller de cerámica 92Y, en el cual se inscribió para aprender a usar el torno, también empezó a explorar la posibilidad de realizar esculturas con el barro.
“Entre mis dibujos hay tres que realicé en diferentes momentos de mi vida sin nunca lograr terminarlos. Al verlos entendí que nunca había podido completarlos con el lápiz porque había que transformarlos en una escultura. Es lo que estoy realizando ahora. Se trata de una cara, compuesta solamente por un ojo y una nariz, que está insertada dentro de unos cubos”.
Nueva York con su gran oferta de arte y su energía es un lugar en el cual la creatividad se dispara. Es lo que ha estado pasando a Cristian Martin Verdejo. Cuando le preguntamos ¿Si un día tuvieras que irte que quisieras llevar contigo?, contesta sin vacilar:
“La ciudad entera. La sensación que te da Nueva York de que puedes conseguir todo lo que deseas, desde los materiales más sofisticados para el arte hasta la realización de tus objetivos. Los museos y galería con su oferta infinita. Cada vez que voy a ver una exposición descubro nuevas técnicas, detalles que desconocía y todo eso me enriquece, estimula mi curiosidad y me empuja a seguir adelante”.