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Conexión peruano-venezolana

Unos a Panamá, otros por Madrid, unos cuantos en Dublín, bastantes en Miami y un montón en Bogotá. La diáspora venezolana se ha diversificado en lugares bastantes típicos en términos de costumbres similares, idioma, conexión emocional, facilidad para estudiar, posibilidad de negocios e incluso, dependiendo de la clase social, la posibilidad de mantener un estándar de vida similar al que se tiene en Venezuela.

Mi experiencia personal en algunos de estos lugares no ha sido la más grata. Es como si fuese “aquí viene otro venezolano más”. Tengo la impresión de que hay lugares que están sobresaturados de venezolanos y no es que seamos la cultura que pase más desapercibida que digamos. El venezolano es bullero por naturaleza y hace sentir su presencia. Lo cual para muchas culturas puede ser un poco chocante.

Hace un año estuve en Bogotá y mientras conversaba con algunas personas me decían “es que ustedes los venezolanos son tan… tan costeños (sinónimo de flojos, fiesteros e indiferentes)… tan ‘cónchale vale, que fastidio’. Para los bogotanos que son personas tan formales, la forma de ser de algunos venezolanos los puede perturbar un poco. Es importante identificar y respetar diferencias culturales y como nuestra idiosincrasia puede ser conflictiva para otros. 

Yo creo que la decisión de emigrar tiene que ser una decisión consciente y basada en el hecho de sentirse cómodo, bien recibido y con oportunidades para crecer profesional y personalmente.

Y esa fue mi razón para quedarme en Perú.

Cada vez que decía “Me voy a quedar en Perú” mis amigos y familiares me respondían “¿Qué vas a hacer allá? ¿Qué hay allá? ¿Eso no es Machu Picchu y ya?”. Hay mucho desconocimiento sobre lo que guarda este país. Estamos hablando de un país de 30 millones de habitantes, en cuya capital viven casi 10 millones de personas, con una economía emergente, un clima bien diverso (para que sepan que Venezuela no es el único país con playas, selva, desierto y picos con nieve) y un dinamismo que brinda muchas oportunidades a quienes vienen de afuera.

Sin embargo hay algo más.

Durante la década de los ’80s Perú vivió una fuerte crisis político-económica que resultó en hiperinflación, devaluación, largas colas para conseguir alimentos y medicinas, ambiente violento, la población empobreciéndose, fuga de capital, fuga de cerebros, estancamiento y se hablaba de “dictaduras democráticas”.

Este panorama es bastante similar al que viven actualmente los venezolanos, guardando las diferencias de las causas que originó cada crisis. El punto es que este escenario aún vive en la conciencia de muchos peruanos y cada vez que menciono “Vengo de Venezuela” la respuesta es automática “Sabemos lo que están pasando, aquí vivimos eso”.

Durante la crisis en Perú muchos peruanos se fueron a vivir a Venezuela, razón por la cual todos aquí tienen un tío, una prima, un abuelo, una vecina o un conocido que estuvo/está en Venezuela a consecuencia de la horrible crisis que aquí se vivía y fue recibido con los brazos abiertos en un país próspero y rico como lo era Venezuela.

Siento un inmenso sentimiento de empatía y compasión que sale de manera muy natural y que ni siquiera existe entre los propios venezolanos. Es una conexión que nos une por haber tenido experiencias similares. Siento que nos están retribuyendo aquel recibimiento con un sentimiento de hermandad que es verdaderamente hermoso y que no he sentido de ningún otro país que he visitado.

Si bien Lima no es la más desarrollada de las metrópolis, hay mucha pobreza aún, tiene sus problemas como cualquier otro, no es el país con mayor nivel de infraestructura comparado con otros de Latinoamérica y el tráfico es un caos, no hay nada más sabroso que sentirte recibido, que tu presencia sea apreciada y que estén dispuestos a compartir esta hermosa tierra llena de buenas energías con la mejor sonrisa y brindando con el mejor pisco.

Gracias Perú.

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