Juro que quería escribir de otra cosa. Pero luego de la contusión de ver las fotos de decenas de cuerpos calcinados en la tierra quemada de las aldeas atacadas por Boko Haram en Nigeria, me quedé sin tema. Se me instaló un llanto sordo por dentro, la visión del horror me ocupó toda. Mis manos reposaban ciegas sobre el teclado, ¿cómo eludir las 200 niñas secuestradas, el millón de desplazados…?
Las colecciones de primavera verano anuncian flores y colores; en Avenida Brazil la protagonista está a punto de revelar el secreto; un Paul Auster de invierno me espera en silencio sobre mi escritorio junto al sorprendente poemario de Alejandro Castro que mi sobrino aspirante a las letras me regaló en navidad, y el Prosperina que promete, de Armando Rojas Guardia… son muchas las felicidades que quedan lejos de Nigeria, la mañana comienza llena de azul Caracas y si no dejo que lo nacional la empañe, podría ponerme a leer de nieves o arrozales de cuento, y disfrutar de la brisa que baja del Ávila sin caer en el daño.
Y fue así, por hacerme la loca, que me topé con un titular en el País, casi gracioso, que incitó mi picardía agnóstica: “La pregunta que el Papa Francisco no pudo responder a una niña de 12 años”. Nunca me ha interesado demasiado el Papa argentino pero mal podría resistirme a la tentación de verlo trastabillar, ¡eso es un tema! ¿De todas las tantas cosas que un Papa no sabe, a cuál se referiría esa niña? Y no es que yo concilie con la visión de mundo que nos propone la publicidad donde los niños son los que saben de la buena vida y comen Mac Donald, mientras los adultos han de acatar… y pagar, claro. Lo que me hace dudar de cualquier Papa por principio, es que me cuesta creer que viven en el engaño con el que engañan a millones.
El show fue la misa que celebrara el Papa en Manila, donde participaron alrededor de siete millones de personas que en principio podemos asumir como creyentes, por lo menos de lo que el Papa dice. Cabe destacar que Filipinas es el mayor de los países católicos del continente asiático. Según el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, se trata del mayor encuentro en la historia de los Pontífices. Y para seguir con las verdades en números, 50 mil policías se movilizaron para custodiar la visita del señor Jorge Mario Bergoglio.
«Muchos niños son abandonados por sus padres. Muchos de ellos acaban siendo víctimas y les han pasado cosas malas, como adicción a las drogas o prostitución ¿Por qué Dios permite esto, incluso si los niños no tienen culpa? ¿Por qué sólo unos pocos nos ayudan?» preguntó la niña, Glyzelle Iris Palomar, al Papa.
«Ella es la única que ha planteado una pregunta para la que no hay respuesta y ni siquiera es capaz de expresarlo con palabras, sino con lágrimas», dijo el Papa visiblemente emocionado. ¿Será porque una niña de doce años hoy sabe mucho mas de tecnología, sexo y moda que una semejante de hace una década, pero para explicarse las injusticias, las cosas humanas y el amor, sabe lo mismo que Eva que habiendo mordido la manzana aun no entendía por qué la habían botado del paraíso?
«¿Por qué sufren los niños?… Invito a cada uno a que se pregunte a sí mismo, ¿he aprendido a llorar… cuando veo un niño hambriento, un niño en la calle que se droga, un niño sin casa, un niño abandonado, un niño del que abusan, un niño que la sociedad usa como esclavo?», insistió, como si los escándalos de abuso y pedofilia en la iglesia estuvieran sanados y olvidados.
Me sentí defraudada. El titular del País me animó a sospechar más fisuras en las palabras del Papa de las que encontré. La verdad es que el señor salió airoso, literalmente, sus respuestas parecían hechas de aire. Mal podría condenar la homilía del papa, cuando no sólo en Asia es habitual ver niños en las calles, viviendo de la caridad, de lo que encuentran entre la basura, de la prostitución… Toda moción en dirección a curarnos de estos males, es bienvenida. El Papa habló de lo que hay que hablar sin hablar de lo que hay que hablar, y esa destreza a la que nos tienen acostumbrados gobernantes y afines, no me entretiene como tema.
Justo cuando ya me daba por vencida, ¡lo atrapé! ¡Lo sabía! Es muy difícil leer alguna declaración Papal, sin encontrar tela que cortar. Previamente, el Papa Francisco había dicho que “los hombres deberían escuchar más a las ideas de las mujeres y no ser machistas”. Me resultó definitivamente ofensiva, semejante convocatoria a la condescendencia. El Papa pide que escuchen a las mujeres, ¿debiéramos estar agradecidas? ¿Por qué será que no empieza él dando el ejemplo y convoca a las mujeres al Vaticano? «Las mujeres tienen mucho que decirnos en la sociedad de hoy. A veces nosotros los hombres somos muy machistas», empeoró. Quiere decir que tenemos cosas que decir, las mujeres en la sociedad de hoy. Antes estábamos bien donde estábamos, calladitas en las casas, criando a los hijos y atendiendo a los maridos… Pero ahora que la humanidad se ha puesto con tantas justicias con animales y niños, debemos tenerle un mínimo de consideración a las mujeres y dejarlas hablar… ¿y dejarlas llegar a Papazas… tal vez? «No damos espacio a las mujeres, pero las mujeres son capaces de ver las cosas con un ángulo diferente a nosotros, con un ojo diferente. Las mujeres son capaces de plantear preguntas que nosotros los hombres no somos capaces de entender», agregó para más aplausos de la concurrencia. Las mujeres somos capaces. Toda una novedad aplaudida por siete millones de personas. Semejante reconocimiento nos muestra que las mujeres de hoy aun estamos en problemas.
No aclare, señor Francisco, que oscurece. Sentadas estas bases, el cardenal filipino encontró el terreno abonado para empezar su discurso de saludo al Papa, parafraseando la definición de “periferias” tan subrayado por Francisco desde el inicio de su pontificado: las periferias se refieren «a los niños de la calle, los huérfanos, las viudas, los sin vivienda, los obreros, los campesinos, los pueblos de los pescadores, los enfermos, los ancianos abandonados».
Si lo que quieren es hablar de las mujeres como grupo execrado de la sociedad, condenado a sobrevivir en la periferia y en consiguiente situación de maltrato, ¿por qué hablar de las viudas? ¿No se debería referir mas bien a las mujeres casadas, que son las mas abusadas? ¿Y qué decir de las que buscan novio y no consiguen? Me río sola. Trato de recuperar el rigor y la ecuación se me hace simple: si partimos de la noción de que las mujeres necesitamos de un hombre para salir de la periferia, estamos partiendo del error de asumirlas como incapaces de valerse por sí mismas. La pérdida del amor por viudez o divorcio implica ciertamente una situación de duelo en las mujeres afectadas, pero eso no las ubica en situación de inferioridad, incapacidad ni periferia. Me sorprende descubrir que toda esta consideración a la mujer, se sostiene en la noción de que la mujer necesita de un hombre que la represente.
Cierto es que muchas mujeres viven en la “periferia”. Pero no son las viudas; son las miles de niñas violadas por sus padres y familiares en los respetables hogares del mundo occidental; las mutiladas en su sexualidad, víctimas de la ablación del clítoris que practican en varios países de África; las niñas y mujeres quemadas por los Boko Haram en sus aldeas y las niñas secuestradas, violadas varias veces al día por sus captores, ahora casadas y convertidas al Islam a la fuerza en Nigeria… volvemos al principio. El perro se muerde la cola. No es fácil eludir las injusticias a sabiendas.
El discurso del papa y el Cardenal en Filipinas asusta. Asusta su intención de “educar” a las masas, por abolir el “pecado” del maltrato a los mas débiles, porque parten de concepciones que son un maltrato. Porque no toman posición mucho menos acción, en relación a las situaciones reales y concretas. Convencidos de ser dueños de la verdad, de que saben lo que es bueno y lo que es malo, catequizan a diestra y siniestra, cumpliendo con su apostolado. Pero la noción de pecado no es exclusiva de los cristianos. Hay otras creencias que también creen en el pecado y se esparcen por el mundo haciendo mucho daño. Boko Haram significa “la educación occidental es pecado”, y eso explica que secuestren a las niñas que van a la escuela. La educación occidental tiene que cesar porque contamina sus verdades y tradiciones. Una de esas tradiciones es el azaque, una organización musulmana de caridad, que se nutre de una proporción fija de la riqueza personal que debe tributarse para ayudar a los pobres y necesitados, manumitir esclavos y otros destinos benéficos, tales como financiar a Boko Haram, gestores de pureza. Está prescrito en el Corán, el libro sagrado del Islam, que para los musulmanes contiene la palabra de Dios o Alah, revelada a Mahoma o Muhammad, quien recibió estas revelaciones a través del Arcángel Gabriel. Sí, el mismísimo Arcángel Gabriel del que habla el Papa o cualquier sacerdote. Son los mismos Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús de Nazaret y Juan Bautista de la Biblia los que aparecen mencionados como profetas islámicos. El mismo Jesús de Nazaret que ha servido de ejemplo en los discursos de Chávez.
No es el respeto a las diferencias, tan aparentemente protegidas con tanto political correctness, tanto discurso educativo, tanta conservación de las tradiciones… lo que ha de mantenernos alerta. Son las coincidencias las que asustan.
Juro que esta vez traté de escribir de alguna cosa mas alegre, alguna descripción curiosa, comentar alguna anécdota nutritiva al espíritu o por lo menos graciosa… pero esas 200 niñas secuestradas impunemente, casadas y convertidas al Islam a la fuerza, me hieren el verbo y no me dejaron encontrar otro tema.