Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

La comunicación en los tiempos del Ébola

Todos aquellos que piensan que lo único que necesita una pandemia es una cura mágica en un  laboratorio altruista ubicado en un país desarrollado, son el motivo por el cual las cosas no se hacen bien en el mundo.

Voy a ir directo al punto y sin rodeos que me lleven a una conclusión paulatina en la mitad del texto, y hacer énfasis en que lo que busco reflexionar a través de éste artículo, es decir la importancia del uso de la información para la prevención y el manejo de situaciones de emergencia a escala nacional o internacional; más específicamente en referencia a la comunicación de riesgo.

La comunicación de riesgo nació como respuesta en gran medida a las exacerbadas exigencias tecnológicas que caracterizan al siglo XXI, y como cualquier cosa tiene consecuencias positivas y negativas, pues a pesar del acercamiento cultural global que se da como resultado de la rápida propagación de la información, la desinformación se hizo más plausible gracias a los toderos que incluyeron en su lista de profesiones por ósmosis al periodismo.

Como una persona o grupo de personas reaccionen cuando se desarrolle una situación de ésta categoría, bien sea la gripe aviar o un terremoto en Haití, es tan determinante como el evento en sí. Esto va a depender de dos cosas: los recursos que tengan a disposición y la información que manejen sobre los acontecimientos, que se traduce en lo que creen que deben hacer al respecto; y si bien la primera es absolutamente circunstancial, la segunda en la actualidad, gracias al derecho internacional, es responsabilidad en primera instancia del estado, y en segunda instancia de que el estado haga a la gente responsable.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) creó un protocolo de seguimiento a lo que debe hacerse paso por paso y el curso del proceso de toma de decisión, de la información que debe revelarse y la que no, para asegurar que el pánico no se adueñe de la gente y se reduzcan los caídos de la manera más eficiente posible. Lamentándolo mucho su implementación empezó hace unos pocos años y los países que cuentan con poca infraestructura, falta de fortaleza en el sistema democrático y un desarrollo poco sostenible de políticas públicas, tienen más dificultades para llevar a cabo su implementación y eso los hace a la vez más susceptibles de enfrentar situaciones de riesgo que puedan convertirse en crisis humanitarias incontrolables.

En los tiempos del ébola, Europa y todos sus amigos están más al tanto de las causas, consecuencias y el tratamiento de la enfermedad que Sierra Leona, la República Democrática del Congo y el resto de naciones de África occidental en las cuales se expandió la misma; incluso en nuestro intento de segundo mundo, los latinoamericanos estamos mejor informados de cómo manejarnos en ésta situación, por más ajena – por los momentos – que pueda ser a nosotros que la misma gente que vive en la maldición de saber que van a morir, pero que prefieren hacerlo solos y lejos de sus familiares para no contagiarlos porque no hay centros de albergue disponible para tratar a esa cantidad de gente.

La evolución de las responsabilidades internacionales y la justicia internacional, han ido de la mano de manera progresiva desde el aventón que recibió el derecho cuando se fundaron las Naciones Unidas,. Mis capacidades de oráculo como internacionalista me dicen que la falta por parte de algunos estados de tomar éste tipo de medidas y el hecho de que dicha pasividad derive en un empeoramiento de la emergencia hasta el punto de volverse una amenaza para la seguridad internacional, van a convertir, en no mucho tiempo, en una obligación internacional transformar la comunicación de riesgo, con los esfuerzos de cooperación de diferentes actores, en un sector a desarrollar como parte de sus proyectos para la protección de los derechos humanos.

Para aquellos que consideren que la libertad de expresión no es primordial o que existen algunos derechos “más importantes” que otros, éste ejercicio puede servir para hacer entender, que los mismos son una concatenación de eventos y no columnas nómadas de conceptos abstractos manipulables para quienes puedan decidir adueñarse de la verdad; suprimir y controlar la expresión podría convertirse entonces en un crimen de lesa humanidad, cuando desde el mismo estado se oculta información fundamental que podría cambiar el curso de los eventos o sencillamente evitar que la gente se contagie. ¿Cuál es la agenda secreta de esos dirigentes? Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.

Hey you,
¿nos brindas un café?