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Compulsión a la Repetición

Cada vez nos sorprenden más los psicópatas que atentan contra personas inocentes en crímenes de odio. Mostrar el horror en vivo de la masacre en Nueva Zelanda fue tan terrible que hasta la primera ministra se negó a pronunciar el nombre de Brenton Harrison durante el homenaje a las víctimas. El terrorista, un australiano de 28 años, fue imputado por asesinato de 50 personas en dos mezquitas. ¡Quién se iba a imaginar que un instructor de fitness estuviera preparando uno de los ataques más cruentos de los últimos años! El tiroteo fue transmitido en vivo por el propio terrorista. El atacante portaba una cámara de video en la cabeza que le permitió hacer un streaming, (grabación en vivo para las redes sociales) no solo del asesinato sino de los minutos previos, como por ejemplo del auto en donde portaba un arsenal.

Parecía una película de terror, desde el momento en el cual abre fuego en la mezquita de Al Noor indiscriminadamente contra los fieles hasta su salida durante la cual sigue apuntando en la cabeza de inocentes por la calle. De inmediato trataron de borrar el video en respeto a las víctimas, sin embargo, fue imposible borrarlo en su totalidad. Me llegó por whatsapp y no me atreví a compartirlo. El terror se repite. El siguiente ataque terrorista es en Holanda. Tres muertos y cinco heridos es el saldo del tiroteo dentro de un tranvía, en Ultrech, ciudad cerca de Amsterdam, que será sede de la vuelta ciclista en 2020. El implicado, un turco de 37 años tenía un largo historial de antecedentes penales.

De nuevo se abre la polémica contra la venta de armas. El empresario que vendió las armas a Harris el terrorista, dice no sentirse responsable a pesar de que ya había vendido armas a otro terrorista, David Gray autor de la muerte de 13 personas, hace 19 años en Aramoana. El empresario se defiende. Argumenta que las armas no son el villano, las compara con la venta de un automóvil: “sabes que hay gente que va a morir, pero no dejas de comprarlo por miedo a enfrentarte a ese riesgo”.

La discusión sobre los terroristas se basa en varios temas que son el caldo de cultivo: la intolerancia a la ideología, las armas, la salud mental, incluso el club de tiradores en el cual entrenaba el terrorista y los permisos para poder comprar armas desde los 16 años. En todos los atentados hay un patrón similar al de los ataques en las escuelas de Estados Unidos. El atacante acumula sentimientos de frustración no resueltos. Los autores de estos crímenes recurren a las armas como una forma de mostrar su virilidad y proyectar la imagen de guerreros. Tras llevar a cabo los ataques, en muchos casos, para evitar el castigo, deciden quitarse la vida.

Para entender el fenómeno de los atentados nos remitimos al concepto que Sigmund Freud definió “Compulsión a la repetición”, con el cual explica el impulso de los seres humanos a repetir actos y situaciones desagradables, incluso dolorosas. La tendencia a repetir experiencias, actuaciones (acting-outs) se vuelve una necesidad del yo para controlar las tensiones excesivas en sujetos con un aparato psíquico dañado por el abuso de drogas, situaciones familiares y sociales. Los afectados repiten situaciones perversas introyectadas en su aparato psíquico. La pulsión inconsciente del sujeto dañado mentalmente, lo lleva a repetir más de lo mismo: una dinámica conflictual en la que interviene el principio del placer contra el principio de la realidad. Mientras más se publiquen los atentados más lo repetirán otros terroristas con una variante para competir en llamar la atención. Lo que nos toca hacer como ciudadanos responsables es entender que la saturación en las redes no es inocua, tiene efectos adversos. No debemos compartir videos con imágenes de violencia para no incitar a la repetición.

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