Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

¿Cómo nos movemos en Latinoamérica?

En América Latina casi la mitad de los desplazamientos diarios los hacemos en transporte colectivo y un cuarto en auto privado, solamente porque no nos queda más remedio. Preferimos el auto. Queremos el auto. Sabemos que para el conjunto de la ciudad es peor pero aun así lo preferimos. Aunque en las ciudades latinoamericanas genere 85% del CO2, el 35% de las muertes en carretera -frente al 0,7 en transporte colectivo- y suponga más de la mitad del coste en transporte.

¿Y cómo no lo vamos a preferir? ¡Si es que en auto llegamos el doble de rápido a los sitios! Ahorramos la mitad de nuestro tiempo en auto. Casi nada. Nos permite además seguir viviendo en el campo pero sin las incomodidades de la ciudad. Podemos seguir trabajando o yendo a la Universidad en la ciudad disfrutando al mismo tiempo de nuestra casita con jardín y perro a las afueras o en pueblos cercanos.

Es además un tema de clase. Porque quienes tienen auto están en una clase social un poco más elevada. Muestran, con algo tan grande como un auto, que están un poco por encima. De hecho en algunos países definimos la pertenencia o no a una clase social valorando, entre otros criterios, la tenencia de un auto. No es sólo una cuestión estatus claro, es también una cuestión de comodidad. Vamos escuchando nuestra música o la radio, no tenemos que aguantar a nadie cerca, huele como queremos, vamos sentados, no nos empujan para que subamos ni para que bajemos y nos roban menos. Quien debe ir en transporte público, porque no tiene otra elección, considera que el transporte colectivo no sólo es mejorable sino ¡muy mejorable!Porque es en efecto una cuestión de elegir.

No todos pueden ir en auto, claro. No pueden las personas con capacidades especiales. No pueden los grupos con menos ingresos porque sólo el mantenimiento del auto es tres veces más caro que el transporte público. No pueden los muy jóvenes ni los muy ancianos. Vamos que excluimos de las bondades del auto a más de la mitad de población urbana latinoamericana. Así sin inmutarnos. Y lo aceptamos porque hemos crecido así.

Nadie estaría excluido de nada con un transporte público que llegara antes que el auto, que fuera súper cómodo y nos permitiera aprovechar el trayecto para ver la tele, leer o consultar las redes.Si oliera bien. Si llegar a la parada supusiera un agradable paseo. Fuera rico. Algo de lo que pudiéramos estar orgullosos. No tendríamos que preocuparnos de parquear, ni buscar al señor o señora de la zona azul, ni de poner gasolina ni de cómo movernos cuando el auto está en el taller. Sin preocupaciones por los choques, los bollos. Uno llega en transporte público y se olvida de todo.

Nuestras ciudades estarían menos contaminadas, sería más agradable el caminarlas, tendríamos menos enfermedades respiratorias leves y graves. Los accidentes serían menos y menos graves y nuestra familia dormiría mejor. Los recursos por persona serían mayores y mejores, más sólidos. Seríamos más ricos porque gastaríamos menos. Se reduciría la exclusión y nos acercaríamos entre nosotros. Dejaría de ser una obligación física, social y moral el tener auto. Casi nada.

Hey you,
¿nos brindas un café?