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Gustavo Gac-Artigas

Comenzando a construir mi nuevo mundo

El miedo quedó atrás, parte de una pesadilla de un año, temor a la muerte –el primer temor–, temor a salir a la calle, temor a cruzarme con un ser viviente, temor a escoger un tomate en el supermercado y que en él estuviera escondido el virus de la muerte, temor a dejarme tentar por una invitación.

Pasé un año esperando una vacuna, el milagro, la tabla de salvación, aquella que me regresaría a la vida, a saludar en la calle sin dar vuelta la cara para evitar me contagiaran.

Un año temiendo que la soledad me consumiera, que mi mundo se achicara, cual la piel de zapa, hasta desaparecer, y yo con él.

Un día la espera dejó de hacerse esperar, la vacuna llegó, y llegó acompañada. Las listas comenzaron a ocupar mi pensamiento, las revisé con lupa. Primero los esenciales, y yo no estaba entre estos; ansiedad, temor a que la lista de los privilegiados que me incluyera llegara tarde para mí. Hasta que un día, al acercarse el mediodía, el gobernador de mi estado dijo: “en dos o tres días la lista se abrirá a los de… y allí estaba.

Corrí a mi computadora. Mi esposa preguntó: “¿un poema?” “No”, dije, “un pinchazo”.

Por haber estado buscando inútilmente por días, sabía que las inscripciones se abrían a la una de la tarde y que 20 minutos más tarde los cupos estaban copados, y ya eran cinco para la una.

Prendí la computadora y a la una en punto hice una cita para tres días más tarde. Aún no tenía derecho, lo sabía, pero el gobernador había dicho… y pese a que a los políticos no les creo, me inscribí, “por si las moscas”, me dije.

Tres días más tarde, el primer pinchazo, un mes más tarde el segundo, y sentí cómo el temor retrocedía, sentí cómo regresaba a la vida.

Hoy, completamente vacunado, me siento un superhombre. Salgo y saludo, salgo y elijo mi tomate, sonrío al pasante, sonrío de sonrisa segura, altiva, desafiante, estoy protegido, soy inmune, dejo entrever, estoy regresando a la normalidad, tengo el poder de ignorar el pasado.

Quiero arrojar un manto sobre el año de la pandemia, olvidar mis temores, recrear una nueva vida, una nueva normalidad sin pensar en el sufrimiento de los otros, necesito construirme una nueva vida olvidando ese pasado.

Pero el pasado no se olvida, se puede pretender que somos sobrehumanos, que estamos sobre el dolor y la angustia. Se puede intentar esconder el temor como si fuera algo vergonzoso, se puede buscar crear una nueva normalidad, un nuevo mundo en el cual creerse invencible, pero un mundo de fantasía alejado de la realidad dura lo que dura un suspiro.

Hoy salí a la calle, en el supermercado compré un tomate y al escogerlo sentí una tos a mis espaldas. Lo dejé caer y horrorizado escapé corriendo a buscar una máscara, la de mi viejo mundo, la que pensaba había quedado enterrada en el pasado.

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