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El Clán de Pablo Trapero, 2015

Para ir a reflexionar y a chupártela de la rabia: El Servicio de la inteligencia de la Dictadura y la inteligencia del pueblo argentino.

A Natalia Hángel

Si la tecnología asusta, por una falta de práctica y conocimiento, no se asuste por lo que pasa en El Clán de Pablo Trapero, que se estira, lo vemos, hay sol y en el barrio San Isidro, y en una noche infernal para un secuestrado, en medio de sus días, que no existen, y que van directamente al tiro de gracia como los nazis a sus torturados.

Como los caballos que ya no sirven, las huellas de su espejo inmaculado. Gracias Señor por esto, sin ti no podríamos vivir. El infernal agente de la inteligencia, una vez más en la multiplicación de los panes del neo nazismo argentino.

Una pieza maestra para el cine, sus 12 actores concentrados, la más agitada voluntad para el realismo crítico de la reciente historia por adoptar, la inteligencia fascista contra la inteligencia solidaria del pueblo argentino, con sus pros y contras, su educación política, con más de corrupción que de salidas, pero son los hijos de los nazis que hacen su agosto, el racismo, los genes del asesino incrédulo, dizque contra el comunismo, lo mismo en Chile.

Y voz te burlas del atropello, o de la ignorancia de la familia Pucchi, El Clán. Todos pretenden vivir en una realidad que ya estaba hipnotizada de violencia, 1973-85. Nada más estructurado, un poder sicológico arraigado en una burguesía paramilitar, desde los setenta. Que aman el Rugby por lo rudo, y de allí son sus jóvenes secuestrados.

Nadie lo creyera, ni el mismo Ernesto Sábato que aparece en el filme, firmando una Declaración por los desaparecidos, ante el horror de lo que había presenciado, peor que la Gestapo, y de lo ciego que estaba como Jorge Luis Borges (que veía al peronismo como nazismo), y entonces que diremos de estos Nuevos militares, para aceptar homenajes para tapar las masacres, educados en Campos de concentración, que los llamábamos equivocadamente Gorilas, como si estos inteligentes animales fueran como estas mentes enfermas de sangre y poder.

Se pusieron las pilas los del Cono Sur, su cine es primera plana y motivo de admiración en todo el mundo. Pablo Trapero ya lleva su buena cantidad de filmes, en estos últimos años, su realismo es asombroso, hace incomodar a cualquiera en la sala. El Bonaerense, 2002. Leonera, 2009, Elefante Blanco.

León de Plata en Venecia por El Clán, 2015. Guillermo Franchella es su protagonista. Delirante. Trapero, Larraín (El Club), Guerra (El abrazo de la serpiente), siguen a Inárritu en la entrada triunfal al mercado gringo de sus filmes.

Con este nuevo realismo argentino y chileno, tenemos para rato, los biopic son protagonistas de historias tan violentas que llevadas al cine, encuentran su espacio para la toma crítica, y la solidaridad. Puede usted saltar de su asiento si lo desea, a lo mejor salva usted a su actor preferido.

Esta forma inquisidora, que se aplica en las torturas para los interrogatorios, que convierte a la víctima en una cosa, que más tarde no sirve para la sociedad, eliminándola, a pesar de los acuerdos millonarios que obtienen con sus familiares: jóvenes y ancianos. George Agamben decía que entre más torturen y hagan desaparecer, más creen que hacen historia, y ven llegar a sus víctimas como recreación para sus fines mesiánicos.

Las buenas películas argentinas, Historia Oficial, Norma Leandro, Federico Luppi, Garage Olimpo, La película del Rey, Sorín, Zsifrom, Darin, Martel, Burman, Campanella, El secreto de tus ojos, Cecilia Ruth, Daniel Hendler, no se quitan de encima la carga de corrupción, escándalo y crimen que la ha distinguido desde el siglo 19 a la Argentina. Un plano de violencia, lleva su ejemplo determinado, han dejado ese humor surrealista y enganchador, han salido a contarnos sus historias como si fueran estrellas, ellos los actores, los autores.

Todo está perfectamente calculado en El Clán, la época con sus carros pequeños, el enriquecimiento de los agentes del Servicio de inteligencia, las mafias putrefactas, sus camionetas o Van que han servido de centros de torturados, las mismas que utiliza un sicótico. Nadie atina a pensar lo contrario, hasta que todo se desmorona con todas sus flatulencias, y queda al desnudo el horror de los horrores. Les hizo falta un Hanibal Lecter para que se las engullera, y no dejar rastro.

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