Cinema Paradiso de Guiseppe Tornatore cumple veinticinco años de su estreno. No existe un retrato más sentimental del cine, específicamente del celuloide, que Cinema Paradiso. Diez años después apareció la maravillosa ‘Festen’ de Thomas Vinterberg, grabada (no filmada) en una videocámara con una calidad de imagen inferior a la de cualquier Smartphone de hoy en día. Cuatro años más tarde llegó al cine, de la mano de George Lucas, Star Wars Episodio II: El ataque de los clones. La primera película de peso (comercial) en ser grabada totalmente en formato digital. Hoy el celuloide está agonizando, viendo la luz al final del túnel, sobreviviendo únicamente por medio de respiración artificial y golpes desesperados al corazón por parte de quienes se niegan a dejarlo ir (y tienen dinero para pagar el tratamiento).
“Todo el mundo tiene acceso a un papel y lápiz, pero, ¿cuántas grandes historias son escritas?”
Con esas palabras terminó David Lynch la discusión sobre el posible lado negativo de que cualquier persona tuviera acceso a hacer una película. Un miedo absurdo que por muchos años detuvo la transición del celuloide al digital y que algunos puristas expresaron en Side by Side, un documental que puso “lado a lado” a ambas herramientas, junto a sus defensores y detractores. Herramientas, siendo la palabra clave.
La obsesión por el celuloide es comprensible, por cien años solo existió un forma de hacer y ver peliculas. Es fácil enamorarse del rodar de una cámara o del sonido del proyector en la sala de cine, pero no debemos olvidar que son herramientas cuyo misticismo, por maravilloso que sea, no puede ser impedimento de un progreso tecnológico definitivamente beneficioso. El celuloide no puede estar en contra del cine.
En ocasiones, cuando devoro un sándwich viendo una película en la oscuridad de mi cuarto, iluminado únicamente por la diminuta pantalla de mi laptop, tengo, por una milésima de segundo, dudas sobre el destino que nos depara esta emancipación con el romance del celuloide. Pienso, por un instante, que no hay forma de que estas migajas en mi franela inspiren algún día algo tan hermoso como Cinema Paradiso. Pero luego limpio las migajas, y me doy cuenta que son solo excusas. Recuerdo que esta extraña nostalgia que me invade por esa fracción de segundo no me corresponde, que no siento verdadero dolor por la extinción del celuloide. Cinema Paradiso ya existe, ese amor por el celuloide era de Guisepppe Tornatore, no mío.
Cinema Paradiso de Guiseppe Tornatore cumple veinticinco años de su estreno. No existe un retrato más sentimental del cine, específicamente del celuloide, que Cinema Paradiso. En el transcurso de esos veinticinco años, Guiseppe Tornatore hizo nueve películas, la última de ellas, estrenada en el año dos mil trece, la grabó (no filmó) en formato digital. Leí que en España planean, para celebrar sus veinticinco años, reestrenar Cinema Paradiso en todas las salas del país. Será proyectada en formato digital. Lágrimas para algunos, sonrisas para otros.