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China y Rusia más cerca de América Latina

Nuevas realidades, nuevas estrategias. China y Rusia están cada vez más cerca de América Latina. En un mundo multipolar, en el cual los conflictos ideológicos – léase,  guerra fría – son ya páginas de historia, los dos colosos, aun cuando por razones distintas, miran con interés hacia nuestro hemisferio. El primero, seguramente con objetivos a largo plazo; el otro, tal vez, con estrategias cortoplacistas.

Atrás quedó la ‘doctrina Monroe’, sintetizada en la frase “América para los americanos”. Enunciada en 1823 por el presidente James Monroe en su séptimo discurso, proclamaba el rechazo y la oposición a cualquier forma de colonialismo en la región. Sin embargo, como a menudo pasa, esa expresión fue tergiversada hasta tornarse en justificación a los apetitos desmedidos de muchos conglomerados industriales. Hoy son afortunadamente otras las relaciones que unen los Estados Unidos con América Latina.

Una literatura tanto extensa cuanto interesante, en décadas pasadas, defendía la tesis de que nuestras economías tenían que abrirse a otras realidades. Multipolaridad más que bipolaridad. Dicho en otras palabras, aún manteniendo relaciones privilegiadas con los Estados Unidos, buscar nuevos partners comerciales. En fin, dejar la relación monógama con el vecino del norte para explorar nuevas oportunidades y buscar más socios comerciales. En aquellos años, se miraba con interés a Europa, cuya economía experimentaba una etapa de crecimiento. Ideas, propuestas, teorías que nada tienen que ver con la retórica populista, demagógica, llena de lugares comunes y consignas vacías de algunos líderes de la región.

Hoy, en un mundo en constante evolución, esa orientación auspiciada por teóricos, economistas y políticos, está cobrando fuerza. El hemisferio, gracias a una autonomía mayor hecha posible por la globalización indetenible que nos ha permitido romper paradigmas, se está tornando un mercado atrayente para otras naciones. No debe extrañar, por ende, el interés de China y Rusia. Mucho menos, las visitas recientes de Xi Jimping y Vladimis Puting a Argentina, a Brasil, Cuba y Venezuela o la del premier japonés, Shinzo Abe, a Brasil, a Colombia, Chile, México y Trinidad y Tobago.

De mantenerse la tendencia actual, es probable que China, en dos o tres años, logre desplazar a Europa como segundo partner comercial de la región. Y es comprensible. Mientras Europa lucha contra los demonios de la recesión y para evitar caer en el precipicio de la depresión, China busca los recursos naturales sin los cuales no podrá seguir creciendo al ritmo de 5, 6 o 7 por ciento. Petróleo, minería, agricultura, ganadería … y pare usted de contar.  Estos son sólo algunas materias primas de las cuales el hemisferio es rico y  China necesitada.

Desde el año 2000 hasta nuestros días, el intercambio comercial entre China y la región ha crecido en un 23 por ciento. China, hoy, es un destino muy importante, si no el más importante, para las exportaciones de Brasil, Chile y Perú. Además, se ha vuelto un acreedor de mucho peso. Se estima que el financiamiento de China a nuestro Hemisferio  alcanza casi los 100 mil millones de dólares. Una cifra, esta, nada deleznable, por no decir astronómica, destinada en casi el 80 por ciento a deudores que pudiésemos calificar de riesgosos. De hecho, China le ha otorgado préstamos por más de 50 millones de dólares a Venezuela; por unos 14 mil millones  de dólares a Argentina y por casi 10 mil millones de dólares a Ecuador.

La naturaleza de las inversiones de China hace presumir que la presencia del coloso asiático en América Latina responda a una estrategia de largo plazo. Xi Jimping, en su reciente visita a este hemisferio, firmó contratos y acuerdos en energía, minería, electricidad, agricultura, ciencia y tecnología, construcción e infraestructura. Y en particular, con Argentina y Venezuela, acuerdos de asociación estratégica integral.

A propósito de infraestructuras, China se comprometió en la realización de dos represas hidroeléctricas en la región de Santa Cruz, en Argentina, y en la construcción de una línea ferroviaria la cual unirá la costa atlántica de Brasil con la costa pacífica de Perú. Además, acordó con Nicaragua la construcción de un canal intraoceánico cuyo costo se estima en 40 mil millones de dólares, más de cuatro veces el producto del país centroamericano. La obra reviste particular interés para el coloso asiático porque, una vez concluida, permitirá abaratar los costos de transporte de las materias primas. En particular, el petróleo que importa de Venezuela, país que no posee costas en el pacífico.

No por último menos importante, el Banco de Desarrollo y del Fondo de Contingencias, cuya sede estará en Shanghai. Este banco, el cual ya los países en desarrollo consideran la alternativa a las instituciones multilaterales tradicionales, aun cuando nacido en el ámbito de los Brics representa un instrumento más en manos de China, país que aportó más del 40 por ciento de los fondos constitutivos.

Si el interés de China por América Latina es parte de una estrategia de largo plazo; el de Rusia pareciera más bien dictado por urgencias coyunturales. La presencia de Vladimir Putin en la región, de hecho, respondería a la necesidad de Rusia de productos lácteos, verduras, frutas, carnes. A saber, todos alimentos que importaba de Australia, Canada, Estados Unidos y Unión Europea.

Rusia, a raíz de su intervención en la guerra civil en Ucraina, fue objeto de sanciones por parte de lo Estados Unidos, Europa y sus aliados. Putin, en respuesta, decretó el boicot a las importaciones desde Europa, Estados Unidos, Canada y Australia. Una reacción que, sin duda alguna, genera dificultades en Europa y en Estados Unidos, pero que pudiera transformarse en un ‘boomerang’ para la misma Rusia. Esa es la razón de la presencia de Putin en nuestro hemisferio.

A pesar de las presiones de Europa y de Estados Unidos, será muy difícil que Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay renuncien a la posibilidad de exportar cantidades crecientes de sus productos. De hecho, tienen mucho que ofrecer. Además, Rusia, en estos momentos, no está en condición de imponer modelos políticos, económicos o éticos. Por ende, las naciones del hemisferio sienten que tienen mucho que ganar y muy poco que perder de una relación comercial más estrecha con Rusia.

Centro, periferia. Conceptos que estuvieron muy de moda hace décadas y que, por las circunstancias actuales, parecieran volver a la escena económica latinoamericana. Los países de la región podrían proponerse de nuevo como simples proveedores de materias primas sustituyendo su principal mercado de exportación – léase, Estados Unidos – por otro.  En pocas palabras, reincidir en los errores del pasado que pudiesen llevar a una dependencia de China o de Rusia y a desaprovechar la oportunidad de impulsar una revolución tecnológica y científica. Es verdad, como señalan algunos analistas, que ser un mero productor de materias primas ya no tiene las connotaciones negativas que se les atribuía en un pasado reciente. Después de todo, alimentos y energía son indispensable para el desarrollo de los estados, al igual que las manufacturas más sofisticadas. No obstante, también es verdad que resulta difícil desligar los conceptos de bienestar y progreso social del de desarrollo industrial, tecnológico y científico.

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