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willy wong

CERVATILLO DE CIENCIA FICCIÓN

Qué verano aquel tan cruzado. Bajaba por la tortura un cuestionando académico, tomado del brazo de un piloto aparentemente disfrazado. De uno que tenía voz de introductor, pero que ante la virilidad parecía doblegarse como receptor. Reían con la mirada y se hablaban con el silencio. Al verme, ampliaron mucho más la complicidad enmascarada. Me pidieron una pausa con misterio. Esperaban a una parentela que, luego, entendí era falsa. A un bonito con gran sonrisa de mantarraya. A un nuevo remesón amistoso que, caminando por la quema pies, arrinconó a la compañía que me idolatraba. Sus notas de saludo fueron partitura que me atraparon casi sin querer. Dejaron atrás a la pareja acaramelada, al gentío achicharrado y a la canela quemada que luego media luna me robó. La vibra invisible del potencial pianista, a tres sementales en un santiamén desterró. A un medio día limeño vistió de postre de limón, y a mí en cervatillo de ciencia ficción me convirtió. Qué verano aquel tan cruzado. Aún me desvelan sus pocas y diferenciadas faenas. Debato en mi alma la coincidencia de haber sido vecinos y colegas estacionales. Todavía me intriga el infortunio de sus amores profesionales, pese al ardor imaginario de su piel de arena. Después de dos calendarios, permanezco atrapado en el sensible bosque amical que brota de su perdida melena.

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