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Cero a la izquierda… y a la derecha también

Dice la canción ranchera que «no hay que llegar primero, sino hay que saber llegar». Ojalá se aplique en su propio país, que ha tomado el riesgo de la izquierda más de una década después que el resto de Latinoamérica.

Tras un legado de miseria y abusos en Venezuela, Brasil, Argentina, Cuba, Ecuador y Nicaragua, las últimas elecciones presidenciales serias en América Latina fueron vencidas por candidatos identificados con la derecha, con la única excepción del izquierdista Andrés Manuel López Obrador.

Luego de 89 años de reelecciones semi automáticas del PRI -un caso único en el mundo- hasta el año 2000, no extraña que México siga llegando tarde y López Obrador insista en que el paria Nicolás Maduro asista a su toma de posesión el 1 de diciembre. Su desfasado empeño aumenta los rumores de la ayuda que recibió de Caracas para sus campañas en 2006, 2012 y 2018.

Mientras, una caravana «liberal» de migrantes sube de Centro a Norteamérica, violando soberanías vía México, rumbo a encontrarse con lo que, en teoría, es su peor enemigo: el capitalismo «horrendo» y salvaje; en vez de optar por la izquierda «humanista» de la vecina Nicaragua.

Con una ingenua ¿u osadía? extrema, miles de personas anuncian al presidente más inconmovible, incontinente y volátil de la historia de EEUU, que le van a cruzar la frontera sin papeles.

También parecen llegar tarde. ¿Por qué no lo intentaron en tiempos de Barack Obama, Nobel de la Paz mediante? Recuerden, señores, «hay que saber llegar»…

Obama y los demócratas esperaban resultados mucho mejores en los comicios del 6 de noviembre, en lo que normalmente es un «referéndum» para el mandatario de turno, a mitad de su mandato. Pero de nuevo electorado de EEUU, amparado en su particular manera de contar los votos, disfrutó la privacidad y afloró esos sentimientos que muchos no se atreven a comentar en público.

El tema de «la caravana» se los puso aún más fácil. Así, oh sorpresa, de nuevo resulta que en este país hay más nacionalismo, resentimiento, cavernícolas, racismo y discriminación de lo que muchos quieren aceptar.

En contrapartida, en estados vanguardistas como Nueva York y California -que albergan las dos urbes más pobladas del país- la gente vota casi a ciegas por los demócratas, reeligiendo, por ejemplo, a Andrew Cuomo. Su discurso anti-Trump y pro inmigrantes les es suficiente para borrar su perfil de caudillo aferrado al poder en un entorno mafioso y corrupto.

Al frente, Trump y sus partidarios se jactan de que la economía está sana y en alza. ¿Es realmente cierto? En Nueva York se ve cada vez más indigencia y violencia, y el Metro -responsabilidad de Cuomo, por cierto- está a un paso de su vecino subterráneo, el infierno. En Washington DC, unos 50 congresistas republicanos y demócratas dicen estar durmiendo en sus oficinas porque no pueden costearse un apartamento, según reporte del New York Post.

Un país que se está comportando así y votando entre extremos igualmente faltos de sensatez, ¿es una nación libre, progresista y desarrollada? En comparación, quizá México no está llegando tarde, sino más bien temprano.

Al final del día, un político no debería ser juzgado por lo que dice, sino por lo que hace y deja (de) hacer…

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