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¿Censura contra la censura?

Cuesta imaginar que un país duela físicamente. Pero doy fe cierta de que sucede. Y cuando el cuerpo y su biología son los que expresan, es porque ya el asunto trasciende el orden de las ideas y las opiniones. Cuando el tema se te instala en el estómago, la garganta, los huesos, la cabeza, el cuello, la espalda, las articulaciones, el hígado… es porque se ha roto una barrera, ya no hay razón que contenga y el daño se riega. Ver las fotos de los jóvenes asesinados en este Abril lacrimógeno en Venezuela; ver los videos de los transeúntes agredidos hasta el charco de sangre sobre el asfalto; leer los twiter que burlan la verdad, de los personeros del gobierno, me pone el cuerpo malo, la cabeza enferma, la garganta en llamas, me cambia el ritmo de la respiración, un calor inusitado me invade desde el lugar insondable de la impotencia. Supongo que es allí donde queda la respuesta a la injusticia: en todo el cuerpo.

Y eso es sólo por ver algunas imágenes que cuelan la verdad entre la maraña de información, verdaderas y falsas, especialmente diseñadas para crear confusión, mentiras y desmentidos… el ciberespacio en Venezuela sirve para medio saber lo que pasa, para ponerse a salvo, para conjugar esfuerzos cuando te logras conectar, pero también es territorio para el más increíble de los descaros, la mentira sistemática, sostenida, la burla malvada, la humillación y el insulto, la amenaza, cuando al servicio de la maquinaria del miedo.

Es tremendamente contradictorio que la era de la super-información sirva para mantenernos tan desinformados.

El mundo sabe que los medios de comunicación en Venezuela están todos al servicio del gobierno y transmiten shows musicales cuando hay guerra en las calles, y que el ciberespacio está bajo el control del mismo gobierno, y por eso funciona a veces y mal a pesar de la emergencia. Pero no está mal recordarlo, porque cuesta mucho creer tan vergonzosa actitud de los medios. Es tan difícil explicarse la omisión periodística cuando el evento es de magnitudes que involucra a cientos de miles, a millones de venezolanos en todo el territorio nacional, que si enciendes la televisión y transitas por todos los canales de señal abierta nacional, y ves y escuchas lo que dicen, si logras superar la rabia y sigues mirando, llega un momento en que te empieza a invadir una suerte de delirio, una callada sensación de que ¿será que esto que vivo no es verdad?… ¿Será que nada de esto está sucediendo en realidad… que todo es un mal sueño del que vamos a despertar… será que me estoy volviendo loco? ¿las lacrimógenas que me tragué por marchar a favor de la justicia y la libertad son fruto de mi imaginación? ¿No hay nadie preso, no hay torturas, no hay muertos, no hay dolor?

El nivel de desesperación que produce que te mientan en la cara sin ningún pudor también se te mete en el cuerpo como una enfermedad. Si nada de esto te pasa es porque no ves ni lees lo que dice el bando contrario. Sin embargo eso no te pone a salvo de sus mentiras. Por el contrario, de alguna manera te hace cómplice pues no aciertas en la respuesta cuando no sabes de qué se te acusa.

Es importante entender que el empeño en la mentira no es simplemente descaro: es “inteligencia” detrás del poder, está diseñado, maquinado, fríamente concebido y proviene de estrategias ya probadas. Para empezar, el entrenamiento del que miente necesariamente pasa por un adoctrinamiento óseo. No es cosa simple mentir y mentir sobre asuntos de vida o muerte, sin pudor ni rubor. A menos que la mentira esté justificada por razones superiores, a tal punto que no da vergüenza mentir, porque se miente por una razón oculta y eximia que todo lo explica, que todo lo justifica, que hace que valga la pena: “la revolución”, un mundo mejor, un hombre nuevo… o todo lo que tengo en el banco.

Para muestra una perla de los expertos que se suponen responsables del entrenamiento de los nacionales: en respuesta a la vulgar situación de censura y ocupación absoluta de los medios de comunicación a manos del gobierno en Venezuela, en Cuba la prensa oficial publica una caricatura bajo el título: “Medios de comunicación manipulan violentos hechos suscitados en Venezuela para sostener campaña golpista”, y el dibujo representa a muchos venezolanos leyendo periódicos que son controlados por una mano gigante, como si se tratara de marionetas. Ves la caricatura y de nuevo, te duele en el cuerpo.

Y eso vale para los que tienen sus cuerpos en Venezuela a riesgo de muerte, como para los que cargan a Venezuela en el cuerpo, en otros paisajes, donde pueden ejercer la responsabilidad de decir libremente lo que piensan. Y es en esos territorios extranjeros, cada vez más llenos de venezolanos, donde veo con mucha preocupación, que ha empezado a aparecer la censura a manos de los que están en contra de la censura que ocurre en Venezuela. Censura contra los artistas que insisten en montarse en escena a hacer sus espectáculos, de lo que honrada y difícilmente viven, porque se supone que en estos días oscuros que vive Venezuela, no se debe cantar, ni hacer teatro… que no es fiesta, es arte, es trabajo, es posibilidad de comunicar. Censura contra los artistas venezolanos que fuera de su país, bien pueden usar los escenarios para poner a Venezuela en la palestra, a favor de decir lo que nos sucede, de concientizar, de juntar solidaridades. Censura de oposición venezolana que está en contra de la censura en Venezuela, pero que les parece mejor callar en solidaridad con los que padecen la arremetida represiva de la dictadura, que denunciar a partir de lo que mejor saben hacer los artistas, que es comunicar.

Definitivamente, la oscuridad trae más oscuridad cuando las posturas no se sostienen en un honesto compromiso con la libertad. Libertad es más que una palabra, es riesgo, es necesidad de consenso, de convivencia entre distintos, de respeto entre contrarios…

Cuando así se equivocan los juicios, no se acierta en la respuesta y es común que se termina actuando en favor del bando contrario.

En todo caso, desconfío del que lucha contra la censura, censurando.

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