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CAP 2 intentos

I

La historia de dos periodos en la Venezuela democrática guiados por el mismo presidente está enmarcada por una llamada telefónica en la cual el expresidente en cuestión, Carlos Andrés Pérez, no consigue comunicarse con su interlocutor. En el documental venezolano CAP 2 intentos (Carlos Oteyza, 2016) se muestra al “hombre que camina” liderizando sus dos disímiles periodos presidenciales. El primero, marcado por el bum petrolero y su época de vacas gordas; el segundo, trunco, conocido por haber sido aquel en el cual se lleva a cabo el saqueo despiadado y vil que el actual régimen, como debe ser, enaltece como si de la Toma de la Bastilla se tratase. Dos intentos, dos situaciones político-económicas; un mismo país, un mismo presidente, una misma generación de venezolanos. Y un interlocutor sordo.

La película inicia en 1973 con la elección de Pérez en su primer mandato, pasa por la nacionalización del hierro y el petróleo, el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, la creación del sistema de orquestas, los subsidios a la agricultura, los museos, el cine, la ecología, las buenas relaciones internacionales del mandatario, y en general toda la maravilla de la gran Venezuela de los años setenta junto a su posterior endeudamiento, la caída de los precios del petróleo y la inflación. Continúa con su segundo mandato: los problemas internos del partido Acción Democrática, la exageración de la lucha contra la corrupción, la escasez, la regulación de los precios, el Caracazo, y el golpe de Estado, pero también los indicativos del crecimiento económico, la creación de más puestos de trabajo, la reducción de la inflación y el decreto de la elección libre y directa de gobernadores. Finaliza con el juicio, la renuncia y el exilio voluntario del expresidente.

Miguel Rodríguez, Moisés Naím, Diego Arria, Carlos Blanco, Óscar Arias, Felipe González, Oswaldo Álvarez Paz, Arnoldo José Gabaldón, Eduardo Fernández, entre otros, conforman el grupo de figuras políticas entrevistadas. Su fotografía y montaje no solo dejan ver el grado de profesionalismo detrás, sino que complementan la claridad de los entrevistados y sus discursos. Recoge con dinamismo los testimonios junto con material de archivo fotográfico y fílmico trabajado hasta verse y escucharse lo mejor posible, y estructura con muchísima claridad el periodo histórico del país, en una suerte de reivindicación de la profesión de historiador del director, otro de los tantos oficios vilipendiados hoy por la ideología en el país.

 

II

Cuenta Francesco Cataluccio en su libro Inmadurez (Siruela)

que esta enfermedad de nuestro tiempo tomó a la mayoría de la generación del baby boom –el autor la sitúa muy específicamente entre el 1 de enero de 1946 y el 31 de diciembre de 1964– convirtiendo a la mayoría de sus hombres en “unos pobres narcisos convencidos de que todo se les debe, de que gozan de una libertad ilimitada y de un éxito sin obstáculos”. Han tenido oportunidad de disfrutar de las que quizás fueron las mejores décadas del siglo pasado en casi todo el mundo. Su inevitable tendencia a la izquierda, el populismo, y los totalitarismos, es producto de una estupidez infantiloide por hacer del mundo “un lugar mejor”, por una credulidad jipi que devino en miseria, hambre y muerte. La relación pueril de estas personas con la realidad, y sobre todo en Venezuela, pareciese ser, en realidad, el asunto de CAP 2 intentos. ¿Cómo pasar por alto que es la misma generación que firmó loas a Fidel Castro en su visita al país en 1989, cuando ya eran públicas y notorias las hambrunas y fusilamientos en la isla? ¿Cómo no ver que se trata de los mismos que han hecho posible el Brexit, los que llevaron a Trump a la Casa Blanca y los que creyeron, por un año o por diecisiete, que un militar golpista era el hombre que debía gobernar este país?

Los comentarios al respecto del estreno de este documental rezan que la generación que cuenta con menos de dieciocho años –es decir, aquella que no conoce sino la Desgracia del siglo XXI– debe ver esta película, para que puedan comparar mandatos. No. Este espejo que ha construido Oteyza con sensata madurez muestra que quienes deben verla de inmediato, y verse, es esa mayoría de la generación infantil que tras la bonanza de los setenta se negó a ajustarse el cinturón en una pataleta al mejor estilo griego. La responsabilidad del desastre actual es entera suya. Y peor: en su narcisismo aún creen que se trata de ellos, y al mismo tiempo, no se sienten aludidos.

 

III

CAP 2 intentos mitiga el mito de que Pérez sea el enemigo número uno de la República, causante de todos los males. Un mito creado por la misma generación que lo condena todavía, casi a expensas de olvidar o equipararlo con los diecisiete años de revolución que también hicieron posible. Si se le llegase a señalar de parcial, sería uno de sus mejores atributos.

Lo que por poco se atreven a decir un par de los entrevistados hacia el final de la cinta, y que el cineasta como autor sí sentencia, es que la sociedad que eligió a Pérez y luego apoyó el golpe de Estado, celebró su enjuiciamiento, renuncia y exilio –la misma que escogería luego esta tiranía socialista–, es profundamente inmadura. “¿Están los venezolanos listos para asumir una responsabilidad?” se pregunta la voz narradora (la periodista Gladys Rodríguez). Tal vez el director considere o quiera la alternativa, sin embargo resulta bastante evidente que la respuesta es no. [No espero actos de contrición tras ver el documental. La soberbia es demasiada].

La más reciente película del director de Tiempos de dictadura, que no puede sino agradecerse, es una sentencia lúcida y necesaria del daño terrible que la inmadurez puede hacerle a una sociedad por generaciones. En una excelente entrevista con el director en El Universal, ante la pregunta de Juan Antonio González acerca de qué hace falta para que Venezuela deje de ser “una sucesión de intentos”, la respuesta de Oteyza es la única posible. Madurar.

 

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