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Canto de cisne o grito de la tierra: 2018, el futuro del español y de la identidad hispana en los Estados Unidos

Las discusiones sobre el futuro del español y sobre la presencia hispana en los Estados Unidos han estado presentes en diferentes foros a lo largo del 2017.

Utilizando los datos de los informes del censo oficial y estudios del centro de investigaciones PEW y de la Asociación de Lenguas Modernas (MLA por sus siglas en inglés) queremos aportar algunas reflexiones para dibujar un mapa de la realidad que nos permita visualizar el panorama futuro del español en los Estados Unidos, y ello más allá de nuestros deseos.

En lo positivo se ve que, de acuerdo a cifras oficiales de la oficina de censos, en el año 2017, el 20% de la población de los Estados Unidos es de origen hispano, 57.397.719 sobre un total de 303.328.00.

Cifras impresionantes y que sitúan a la población hispana como la primera minoría en el país, lo que, en una rápida conclusión, asumiendo que la población de origen hispano conserva y transmite el idioma, llevaría a afirmar que el futuro del español en los Estados Unidos es brillante y está en expansión. Sobre todo, si consideramos que, con una población de 57 millones de origen hispano, Estados Unidos se sitúa, tras México, como el segundo país con mayor número de hispanohablantes. Una población heterogénea: 63% de origen mexicano (36.255.589) seguidos de 5.450.472 de puertorriqueños, 2.212.566 de cubanos, 2 millones de dominicanos, 5 millones de centroamericanos, 3 millones y medio de suramericanos y 773.477 de españoles. Y repetimos, asumiendo que la población de origen hispano conserva y transmite el idioma. Sin embargo, con esta asunción descartamos un aspecto determinante sobre el futuro del español en los Estados Unidos que también viene avalado por estadísticas: el número de personas de origen hispano que conserva el idioma va en disminución.

Las razones se encuentran en un proceso normal de adaptación, de aculturación, producido por el contacto e intercambio cultural a través del cual la persona o grupo adopta, a diferentes escalas, ciertos valores y costumbres de una cultura diferente a la suya manteniendo en una primera etapa la propia. A medida que las generaciones se alejan de la cultura de origen, la cultura, imperante reemplaza a la original, en otras palabras, se asimilan.

Datos importantes arrojados por el censo del 2016, es que, de la población de origen hispano, 14 millones hablan solamente inglés en sus hogares y que a partir de la tercera generación el 50% de la población de origen hispano se define como American.

Cómo se ve el panorama si desglosamos, comparamos y analizamos las cifras provenientes de diferentes informes:

 

La población hispana por edad, lugar de nacimiento y estatus migratorio

De acuerdo al censo del 2016, 18.320.048 son menores de 18 años. El 94% de ellos nació en los Estados Unidos (17 millones) y el 5.7 % (un millón) nació en el extranjero. De estos últimos un 1% (181.500 se han naturalizado) y un 4.7% (869 mil) no son ciudadanos.

39 millones son mayores de 18 años. El 52% entre ellos (20 millones y medio) nacidos en los Estados Unidos, y el 47.5% (17 millones y medio) nacidos en el extranjero. De estos últimos un 17% (6 millones 700 mil) se han naturalizado y un 30% (11.778.951) no se han naturalizado.

 

Educación 

Aspecto positivo: la matrícula de la población hispana en las escuelas de los Estados Unidos dobló entre el 2006 y el 2016 pasando de 8.8 millones a 17.8 millones –22% de la población escolar total– y en el mismo periodo de tiempo la deserción escolar bajó de un 34.5% a un 9.9%.

Podríamos suponer que esa población es más propensa a seguir los programas de español, o al menos, en un comienzo, los padres a elegir una educación bilingüe para sus hijos, sin embargo, la realidad lo desmiente. Pese a ser la primera lengua extranjera estudiada en las escuelas, la matrícula total de español entre 9 y 12 grados es de 790.756 estudiantes, muy lejos de los 4.036.032 estudiantes hispanos en esos mismos grados.

Los padres prefieren que sus hijos entren directamente a los programas no diferenciados por diversas razones, entre ellas, la necesidad de dominar el inglés, de que sus hijos no se aíslen y sean discriminados, de que se asimilen rápidamente a la nueva cultura y se diluyan en la masa. Razones acentuadas por el temor, justificado, que produce la política migratoria y antiinmigrante del gobierno de Donald Trump. No olvidemos que, en la educación superior, cerca de 800.000 soñadores, a los que, en el 2012, durante el gobierno de Obama, se les otorgó un estatus legal renovable hoy día, pasan a ver su estatus en peligro y nuevamente a estar bajo la espada de Damocles de la expulsión.

En cuanto al estudio del español en las universidades, pese a que entre los años 2002 y 2006 se produjo un aumento significativo +10.3% del número de estudiantes matriculados en cursos de español en las universidades, ese porcentaje va disminuyendo con los años luego de un aumento constante llegando a +4.7% en el periodo 2006 a 2009 para caer bruscamente de -8.2% en el 2009 con una matrícula de 790.756 estudiantes (MLA, 2015) la mayoría de los cuales no son de origen hispano.

Ambas realidades nos indican que, contrario a lo que sucede con la población anglo, el bilingüismo no es visto como una ventaja por la población hispana, que la transmisión oral del idioma se va perdiendo y que la expresión escrita, lógica y crítica, garantía de la supervivencia y calidad del español, va desapareciendo.

 

Evolución de la percepción de identidad 

Un informe del centro de investigaciones PEW del 2009 ya nos mostraba un cambio en la forma de definirse de la población hispana dependiendo si se pertenece a la primera, segunda o tercera generación y partiendo de tres opciones de identificación: con el país de origen, con el término “Latino” o “Hispanic” o con el término “American”.

Entre la primera y tercera generación, la identificación con el país de origen baja 40%, pasando del 72 al 32%.

La identificación con el término “Hispanic” o “Latino” casi no sufre modificación entre la primera generación (22%) y la segunda (21%), pero entre la segunda y la tercera, baja a un 15%.

La identificación con el término “American” crece exponencialmente pasando de 3% en la primera generación a 33% en la segunda y a 50% en la tercera.

Este cambio en la percepción de la identidad se corresponde con el lugar de nacimiento de la población hispana —66% de ellos nacidos en los Estados Unidos de acuerdo al censo de 2016— y se refleja en la pérdida del uso del español como medio de comunicación intra o extra familiar, en la pérdida de la capacidad de lectoescritura que hace que la información recibida o entregada se haga preferentemente en inglés, idioma dominante en el entorno social, y también familiar, en el caso de un 27% de familias hispanas que de acuerdo al mismo censo solo se comunican en inglés en el hogar.

 

¿El español lengua muerta?

No, y lejos de estarlo, existe interés por estudiarlo –de acuerdo a un estudio del 2016 del Instituto Cervantes, más de 21 millones de alumnos estudian español como lengua extranjera. Interés más bien económico, si bien es cierto, pensando en el poder económico de la población hispana en los Estados Unidos, en una economía globalizada, y en los 472 millones de hispanohablantes en el mundo (Instituto Cervantes).

En Estados Unidos, una iniciativa originada en California, el “Sello de bilingüismo”, busca promover y dar impulso al bilingüismo, y desde sus inicios en el 2012, ya ha sido adoptada en 30 estados. El “Sello de bilingüismo” es otorgado a estudiantes de la escuela secundaria al graduarse, tras cumplir con una serie de requisitos y figura en el diploma y en el record del estudiante para certificar al futuro empleador, o a la universidad, que ese estudiante domina ambos idiomas (inglés y otra lengua extranjera) a un alto nivel de proficiencia (sealofbiliteracy.org).

Este sello que, por las ventajas expuestas, debería incentivar el estudio de idiomas, se queda corto en su alcance, nuevamente las cifras ponen de manifiesto un problema: entre las intenciones y los resultados hay una distancia gigantesca. En la ciudad de Nueva York, con 597 escuelas secundarias, con 857.958 estudiantes matriculados en idiomas (624.000 en español), en el año 2016, solamente 54 estudiantes obtuvieron el sello de bilingüismo.

Y seguimos constatando que en las universidades la matrícula en los cursos de idiomas baja, el nivel de estudio de un idioma baja, las clases avanzadas se vacían peligrosamente y se buscan soluciones para mantener vivos los departamentos de idiomas, implementar de 3 a 6 créditos obligatorios.

El 2018 se despierta con campanadas de alerta en lo que a idiomas se refiere, en lo que al español en los Estados Unidos se refiere. El 2018 se despierta con una lista de 3345 modificaciones y nuevas palabras acreditadas por la Real Academia de la Lengua, entre ellas “aporofobia”, un neologismo que da nombre al miedo, rechazo o aversión a los pobres.

Sin embargo, nadie nos dice cuántas nuevas palabras del inglés se han incorporado a nuestro uso diario del español, y ello no solamente en los Estados Unidos.

En Rancagua, Chile, por ejemplo, mujeres profesionales de la tercera edad escriben en las redes sociales para mostrar aprobación usando el americano ¡guau!; los jóvenes suben fotos de los parties, o comentarios como ¿como o no como?, that is the question, con una amiga del neighborhood; una fiesta en casa de catita es una catitamartinezparty; una foto en el patio es backyardigans, una máquina de escribir es stranger thing, tomando unos tragos, es tomando unos drinkscon amigos, etc., etc.

Y no se trata de utilizar unas palabras por otras que serían más precisas, se trata del orgullo de poder añadir palabras en inglés para ser parte de la globalización del lenguaje, de una nueva era en la cual el puro español o español puro se percibe como anticuado y debilucho. ¿Right? ¿Spanglish en Chile? ¿o es el Spanglish mundial el español del futuro?

Quizás tengamos que abrir los ojos a una nueva realidad, quizás tengamos que aproximarnos de forma diferente a las cifras, que con su tintineo nos llaman la atención a que existe una nueva América, que American o ser americano no significa lo mismo para las diferentes generaciones, que, dentro de esta nueva realidad, los jóvenes se están construyendo una nueva identidad, que no es lo mismo el American de ayer al de hoy día –aunque algunos intenten volver al pasado olvidando las injusticias del pasado.

Quizás tengamos que acercarnos al español como a una lengua en evolución en la cual hasta las reglas de la gramática no serán las mismas o caerán, como proponía García Márquez, la que se hablará y se escribirá de otra forma. El español en los Estados Unidos se desarrollará si se piensa críticamente y el pensamiento crítico será el garante de la calidad, si es que se piensa críticamente en inglés, críticamente en español y en un nuevo mundo, con los ojos llenos de esperanza, se sueña.

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