Winston Churchill, después de la batalla de El Alamein en 1942 dijo: “No es el fin, no es ni siquiera el principio del fin, pero es el fin del principio”. La victoria de la oposición democrática en las elecciones parlamentarias en Venezuela, en el día aniversario de la primera elección de Chávez hace exactamente 17 años, el 6 de diciembre de 1998, sí representa el principio del fin de la etapa chavista en Venezuela. El fin del principio fue la victoria “pírrica”, discutible y discutida, con apenas 1.5% de ventaja sobre Henrique Capriles, en abril del 2013. Ha sido una hazaña heroica. La Unidad democrática tuvo que enfrentar una campaña electoral con las condiciones más injustas en la historia de Venezuela. El régimen utilizó ilegalmente todos los recursos del Estado a su disposición, inhabilitó candidatos, como Maria Corina Machado, mantiene en la cárcel a líderes de la oposición, como Leopoldo López, Antonio Ledezma, Alcalde de Caracas y Manuel Rosales, el candidato de la oposición en las elecciones del 2006. No sólo los medios de comunicación del Estado y los controlados por el régimen apoyaron descaradamente a los candidatos oficialistas sino también la casi totalidad de los medios independientes privados, presionados e intimidados, por autocensura, hicieron prácticamente invisible la campaña opositora. Pero a pesar de todo esto y del miedo que el régimen fomentó brutalmente, el pueblo venezolano reaccionó frente al desastre socioeconómico provocado por la incompetencia, la corrupción y las ”ideas muertas” del gobierno de Maduro. El resultado es abrumador. La coalición democrática obtuvo 112 diputados frente a los 55 del gobierno. Con esta mayoría calificada de dos tercios el cambio de la situación política puede ser radical. Maduro reconoció la derrota, que calificó de “circunstancial”, pero afirmó que se trataba de la victoria de la “guerra económica” desatada contra su gobierno por la “ultraderecha” contrarrevolucionaria, en alianza con el imperialismo “yankee”. Esta conducta me recuerda a Octavio Paz cuando decía que la “ceguera biológica impide ver, pero que la ceguera ideológica impide pensar”. El hecho fundamental que hay que subrayar es que el gobierno ha perdido abrumadoramente el apoyo popular, el sustento fundamental del régimen chavista. La Fuerza Armada tuvo un desempeño ejemplar en la jornada electoral y muy probablemente influyó positivamente en el respeto a los resultados. El desastre socioeconómico hace prever tiempos muy duros en el 2016. El chavismo mantiene, “por ahora”, el control de todos los demás poderes del Estado. Ojalá que la derrota cree las condiciones para que en el chavismo se fortalezcan los sectores más pragmáticos, realistas y racionales que entiendan que, por el bien del país, deben aceptar en paz el inicio de una transición hacia un cambio de gobierno.