NUEVA YORK: Las emociones dibujan sombras en su rostro, los ojos de Calogero Salvo cineasta venezolano quien vive en Nueva York, quedan fijos en un pasado que quisiera borrar pero no puede. “Esa mañana estaba tomando el café en mi terraza aprovechando los últimos días de verano. Frente a mi estaban las Torres Gemelas. Un panorama cotidiano, de esos que constituyen tu intimidad. Escuché el fuerte ruido de un avión, levanté la mirada y lo vi pasar muy bajo sobre el edificio. Parecía que se balanceaba. Lo seguí con la mirada, vi que se dirigía hacia las torres. Pensé: ¡Va a virar! Pero no. Siguió derecho y entró en la Torre Norte. Justo en el medio de la Torre Norte”
La voz de Calogero se ha ido transformando en un susurro hasta apagarse. Una pausa y luego sigue con su relato: “Lo que recuerdo de ese terrible momento es el silencio. La torre parecía haberse tragado el avión y, aún cuando milésimas de segundos después hubo una gran explosión no recuerdo haber oído ningún ruido. En ese momento no pensé que las torres se desmoronarían, mi cuerpo y mi mente se negaban a aceptar tal realidad.”
Calogero nos confiesa haber transcurrido las primeras semana en shock así como muchos otros neoyorquinos, abrumados como él por una sensación de tristeza e impotencia.
“No podía evitar de recordar las torres iluminadas en la noche. Siempre que las veía pensaba en el ejército de personas que trabajaban allí en las noches para permitir que todo estuviera impecable en la mañana. Empecé a preguntarme qué había pasado con esas personas. Me puse en contacto con algunas organizaciones que ayudaban a las familias de los dispersos. Descubrí que había cientos de personas que estaban buscando a sus familiares. La mayoría eran indocumentados”.
Calogero va descubriendo la dolorosa realidad de los muchos inmigrantes clandestinos latinoamericanos que habían estado trabajando en las Torres. Algunos de ellos habían salido de pueblos muy pequeños y sus familias sabían solamente que habían logrado entrar en Estados Unidos y que estaban trabajando. Nada más.
“A raíz de esa experiencia surge en mi la voluntad de hacer un documental cuyo título es ‘Visto pero no oído”. Escojo a cuatro familias mexicanas, cuyos desaparecidos eran todos clandestinos. Sus historias son muy conmovedoras”.
Los familiares son personas sencillas, en su mayoría mujeres y en algunos casos casi analfabetas. Para ellas Nueva York es algo tan inmenso que ni preguntaron a sus esposos, hijos, hermanos, en qué parte de la ciudad estaban viviendo ni donde estaban trabajando. Les contentaba saber que habían logrado llegar, que estaban vivos, que tenían trabajo, que quizás ese sueño que los había mantenido despiertos noches enteras antes de dar el paso de emigrar, era posible. Las raras conversaciones telefónicas se diluían entre las breves informaciones sobre la salud de los hijos y de los padres, quizás medias frases en donde se colaban nostalgias y soledades, pero nada más.
“Cuando pasa lo de las Torres muchas personas asumen que sus familiares estaban en esos edificios pero en algunos casos nunca pudieron demostrarlo. Sabemos por ejemplo que uno de mis personajes falleció en una de las Torres porque sus amigos sabían que allí trabajaba, pero nunca se encontraron pruebas. En algunos casos los familiares tenían miedo de hablar por su condición de indocumentados aunque el gobierno de Estados Unidos en ese momento haya ofrecido ayuda sin preguntar por el estado inmigratorio de cada quien. Eran días de solidaridad y no de persecución”.
Calogero cineasta y vicepresidente de las Fundaciones Jerome y Camargo, creadas ambas para ayudar a los artistas, salió de Venezuela para cursar estudios siendo muy joven. Se graduó en el San Francisco Art Institute con un master en Fine Arts. Su carrera de cineasta comienza con dos importantes documentales realizados en Venezuela: Juan Félix Sánchez y La Guajira.
En los años su camino de búsqueda dentro del cine no para y se va acercando cada día más a la ficción, al principio mezclando los dos géneros. “Mis documentales no están basados en el hecho del documento en sí sino también en la interacción entre el director y los personajes. El documental puro en mi opinión no existe porque cuando pones una cámara delante de un personaje todo cambia. En ese momento surge una especie de conspiración entre el personaje y el director, es casi una seducción a través de la cual se logra un lenguaje más efectivo.”
El primer largometraje en el cual une la ficción con el documental se llama “Tres por tres”. Es un largo independiente que realiza en San Francisco. Lo produce utilizando todas las técnicas de la ficción pero los actores son personajes reales y sus historias también.
Para su primera película de ficción que se titulará “Terra Nova” Calogero vuelve a Venezuela y a sus orígenes ya que la historia se desarrolla alrededor de una familia de emigrantes italianos llegados a Venezuela como tanto otros y como sus mismos padres, en los años ’50. Es un proyecto muy ambicioso que lleva años de trabajo y para cuya realización logra crear una coproducción con Italia y Francia. El casting cuenta con la presencia de actores de la envergadura de Antonio Banderas, Mimí Lazo, Marisa Laurito y Patrick Bauchau.
De regreso a Estados Unidos irrumpe en la televisión independiente. Prepara cuatro programas de una hora cada uno sobre el tema del Sida. “La serie que se llamaba “Viviendo con el Sida” tuvo un fuerte impacto en la sociedad en un momento en el cual, cuando se hablaba de Sida, se hablaba de muerte. Mi trabajo logró romper muchos clichés y lugares comunes mostrando a las personas que luchaban para vivir a pesar del Sida y sin tener todavía los medicamentos que existen hoy.”
Años más tarde vuelve nuevamente a Venezuela para filmar el documental “A propósito de justicia”. A través de tres historias, un joven matado por un policía metropolitano, una mujer guajira que lucha por su pueblo y un muchacho muerto durante una manifestación de calle, Salvo pone el acento sobre la falta de justicia en Venezuela.
Hoy, a pocos días de otro aniversario de ese funesto 11 de septiembre en el cual perdieron la vida tantos inocentes y que cambió el mundo en un antes y un después, Calogero Salvo admite que no podemos ni debemos olvidar.
“Como hijo de emigrante no puedo evitar pensar que cada una de las historias que recogía en esos días eran profundamente humanas e interesantes, distintas bajo muchos aspectos pero con un denominador común: esos latinos cuyos restos han quedado calcinados entre los escombros del World Trade Center llegaron a Estados Unidos en busca de un mejor futuro para ellos pero sobre todo para sus hijos. Mi película no trata solamente de la tragedia que ocurrió sino también de todo un sistema familiar, de la idea del trabajo como camino para el rescate social. En fin habla de ese sueño americano que cada uno de los desaparecidos llevó consigo entre los pocos haberes encerrados en sus maletas y que quedó sepultado, junto con ellos.”