Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Cesar Chelala

Brasil marca el camino

La acusación contra el presidente brasileño Jair Bolsonaro por comisión de “crímenes de lesa humanidad” por motivos de salud pública, es inusual tanto a nivel nacional como internacional. Debido a que muchos de los delitos por los que se le acusa con respecto a la pandemia de COVID-19 espejan las acciones y políticas de Donald Trump, podrían ser la base de acciones similares contra el expresidente de Estados Unidos.

Los “crímenes de lesa humanidad” son una entidad bien establecida según el Derecho Internacional que incluye actos que se cometen intencionalmente como parte de una política generalizada o sistemática dirigida contra los civiles. Estos crímenes pueden ser acciones llevadas a cabo en tiempos de guerra o de paz. Los cargos de homicidio masivo y genocidio contra Bolsonaro se basan en sus políticas que conducen a la aniquilación de grupos indígenas en la Amazonía debido a su negativa a protegerlos adecuadamente.

El panel del Congreso brasileño, que encabeza la acusación, afirma que Bolsonaro dejó intencionalmente que la pandemia de coronavirus arrasara el país, lo que provocó la muerte de más de 600.000 brasileños. Esto es solo superado por más de 700.000 muertes en los EE. UU. En Brasil, el panel del Congreso recomendó cargos contra otras 77 personas, incluidos tres de los hijos del presidente Bolsonaro y varios funcionarios del gobierno brasileño actuales y anteriores.

Según expertos en salud pública, tanto en Brasil como en Estados Unidos, la mayoría de esas muertes se pudieron prevenir. A pesar de la considerable evidencia de que el virus ya se estaba propagando a gran velocidad en varios países, Bolsonaro y Trump hicieron todo lo posible para minimizar la amenaza del virus desde el principio.

Tanto Bolsonaro como Trump negaron la importancia del uso de máscaras y promovieron reuniones masivas con fines políticos, descartando el peligro de que esos actos se conviertan en eventos de gran difusión de la enfermedad. La administración del expresidente Trump organizó manifestaciones y encuentros sociales sin tener en cuenta la opinión de sus propios científicos y las recomendaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). El 13 de septiembre de 2020, la manifestación de Trump en Henderson, Nevada, violó las reglas de salud estatales que limitan las reuniones públicas a 50 personas y requieren un distanciamiento físico adecuado. Como era de esperar, Trump luego se jactó de que las autoridades estatales no lo detuvieron y repitió ese comportamiento en varias otras ocasiones.

Además, sin tener en cuenta la opinión de los expertos médicos, tanto Bolsonaro como Trump promovieron el uso de hidroxicloroquina para prevenir o tratar el COVID-19. Mientras Bolsonaro tenía el medicamento a mano en caso de que su madre de 93 años lo necesitara, Trump se enorgullecía de tomar el medicamento para prevenir la infección. Desarrolló COVID-19 y solo sobrevivió gracias a los esfuerzos extraordinarios de sus médicos, quienes usaron medicamentos que en ese momento no estaban fácilmente disponibles para el resto de la población. Debió haber sido una lección para él, mas no lo fue.

Desde el comienzo de la pandemia, Trump infligió un daño considerable a la imagen de la ciencia y a sus instituciones, con graves repercusiones en la vida de las personas. Sus indicaciones se convirtieron en herramientas políticas de su administración, ordenando a las agencias de salud que brindaran información inexacta y que emitieran guías de salud incorrectas, lo que socavó su integridad científica.

En una medida sin precedentes, la administración Trump prohibió al experto en enfermedades infecciosas Anthony Fauci, testificar sobre la respuesta de Estados Unidos a la pandemia frente al comité de asignaciones de la Cámara de Representantes liderado por los demócratas. Además, en contra de los consejos de sus propios expertos, demonizó a las agencias internacionales de salud como la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que debilitó la capacidad de esa agencia para responder a las crisis de salud mundial.

Es deber primordial de los presidentes responder adecuadamente a una crisis que afecta la vida de su pueblo. Las acciones de Trump y Bolsonaro en respuesta a la pandemia son nada menos que el abandono del deber, que probablemente costará varios miles de vidas.

El informe del Congreso brasileño afirma que el enfoque “macabro” de Bolsonaro de la pandemia constituye un “crimen contra la salud pública”, un cargo que también podría ser presentado contra Trump.

Actualmente, no existen leyes en los EE. UU., que permitan a los fiscales llevar a cabo un proceso penal importante contra los responsables de la respuesta inadecuada a la pandemia de COVID-19. Pero depende de los legisladores estadounidenses crear una legislación para que los líderes gubernamentales rindan cuentas por sus respuestas en materia de salud pública a una crisis. Sería el mejor homenaje a los cientos de miles de personas que perdieron la vida innecesariamente durante esta terrible pandemia. El pueblo brasileño ahora señala el camino.

Hey you,
¿nos brindas un café?