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Braquo, (Parte IV)

Planteada como una serie de tres temporadas, al público no le fue suficiente. Una cuarta y última temporada pone fin a la debacle moral de personajes sin redención

Un año y medio después de la emisión del último capítulo del drama policial francés, dos interrogantes quedaron abiertas: Eddy Caplan acude al rescate de Roxane Delgado, enterrada viva —muy a lo Kill Bill  por Vogel, el gran villano de la serie,  mientras en otro plano de París, Walter Morlighem acude al rescate de sus hijos, amenazados de muerte por el mafioso turco Babá Aroudj.

La trepidante narrativa resuelve ambas situaciones en los primeros cinco minutos del episodio: Roxane es rescatada y los hijos de Morlighem —amedrentados y vejados por Aroudj— a salvo.

 

 

Así las cosas, Canal + y Capa Drama apostaron por una cuarta y —esta vez sí— última temporada de la historia de cuatro policías, cuya moral insalvable se va resquebrajando en una espiral descendiente que los sitúa entre la tierra y el infierno.

No es de extrañar que la veracidad de sus personajes y lo cotidiano de su violencia surja de las vivencias de su creador, Oliver Marchal, ex policía, entusiasta de la actuación, guionista y creador de thrillers policiales de la talla de 36 quai des Orfevres, MR 73 y A Gang Story, cuyas temáticas, vieron un asidero en Braquo que no sólo las potencia, sino las sufre.

 

No se parece a ninguna otra serie

Alejada de estereotipos americanos y plots amables hacia las minorías raciales, sus personajes carecen de belleza de primer plano y, a lo largo de sus cuatro temporadas se enfrentan a mafias judías, musulmanas, argelinas, rusas, y turcas. Pero ninguna de ellas es el gran enemigo. El villano constante y omnipresente es el sistema, la justicia francesa, cuyo brazo burócrata a quien los protagonistas representan, está siempre a punto de alcanzarlos.

 

 

Con un equipo mermado —Theo Vachewski es asesinado en un carro bomba al final de la segunda temporada— y con el villano Vogel expuesto y encarcelado, el equipo compuesto por Caplan, Morlighem y Delgado, se enfrenta a un nuevo enemigo: Babá Aroudj, un mafioso turco empeñado en borrar del mapa a Morlighem por haber matado a su hijo.

La trama se complica cuando las ambiciones de Babá Aroudj son contrarias a las de sus jefes: diplomáticos turcos residentes en Francia, quienes ven amenazados sus negocios ilícitos ante el posible asesinato de un policía a manos de un mafioso con carnet diplomático.

 

 

Por su lado, Caplan ordena el sicariato de Roland Vogel dentro de la cárcel por motivos que pueden ir desde venganza personal y visceral, hasta la encrucijada de verse obligado a sacarse de encima a un enemigo poderoso quién, aun tras las rejas, podría complicarle la vida en el futuro.

La historia da un vuelco cuando Caplan llega a la cárcel y visita a un reo, quien durante el diálogo, deja en evidencia que es su hermano, Nathan, acusado del asesinato a sangre fría de un padre y su hija —asesinada accidentalmente— poniendo sobre la palestra otra historia brutal, paralela y fugazmente explicada: la esposa e hija de Nathan fueron atropelladas en un accidente por un conductor ebrio a quien la justicia no castigó como era debido, provocando la ira de Nathan quien arremete contra el hombre vaciando el cargador de una 9mm contra su carro en el que, sin él saberlo, viajaba también la hija del hombre.

Un desaforado e infeliz intento de justicia, terminó haciendo de Nathan un asesino peor que a quien quiso ajusticiar.

 

 

Nathan riega la voz de una recompensa de 50mil euros para quien asesine a Vogel, a la que se suma un reo que, al final del primer capítulo, baña en bencina a Vogel y con fósforo en mano le dice que se quede tranquilo, que mucha gente pasa muchos, muchos años en prisión, pero él un solo día. Suelta la llama sobre el combustible humano que es Vogel, el villano de las primeras tres temporadas, quien queda hecho una enorme antorcha que grita y grita, hasta que el fuego lo carcome.

 

Gracia y morisqueta

Babá Aroudj es exiliado a Marsella mientras baja la marea por el atentando contra los hijos de Morlighem. En simultáneo, a causa del asesinato de Vogel, entra en juego Henri Brabant, Comandante de Asuntos Internos, quien conoce bien el juego de gato y ratón entre Vogel y el equipo de Caplan, a quien quiere dar cacería.

“El ex Comandante Vogel era un demente, yo soy un hombre sano y equilibrado que quiere esclarecer este desastre”, dice Brabant en su presentación. Así, el sistema amenazante continúa omnipresente, teniendo en la mira una serie de delitos y traiciones muy compleja.

En el ínterin, Morlighem se empeña en darle cacería a Babá Aroudj, hasta dar con él en Marsella, mediante información proporcionada por un oscuro personaje, aliado de Caplan, llamado Charlie. Un ex mercenario y terrorista con prontuario en España, quien a su vez obtiene la información sobre Aroudj a través de un barón del delito: Joseph Marie Pietri.

Ya en Marsella, Morlighem se postra frente a un Baba Aroudj arrodillado sobre su alqibla —alfombra de rezo musulmana— donde reza el Corán. Morlighem no escatima en poner el cañón en la frente de Babá Aroudj y dispararle.

En plena huida de Caplan y Morlighem, son perseguidos por la policía marsellesa en un comando a cargo del Comandante Frankeur, policía marsellés, quien decide pasar por alto el asesinato a sangre fría de Aroudj con tal de atrapar a los nuevos villanos de la temporada: Georges Mandeville y Serge Griener quienes rinden cuentas a Joseph Marie Pietri.

 

Esto nunca se acaba

Sin Baba Aroudj en el panorama, el equipo parece estar a salvo de la mafia turca. Pero como nada es lo que parece, la agitada trama da cabida a la meditación del tiempo: año 2005, Mandeville y Griener organizan el atraco a un camión blindado y en plena celebración, ejecutan a sus cómplices y entierran sus cuerpos. Con el botín compran un banco, a las órdenes de Marie Pietri, barón del bajo mundo marsellés y  socio de la mafia turca.

Las elipsis de la historia de sus protagonistas se van aclarando: Eddy Caplan vuelve sobre sus pasos desde la salida de su hermano Nathan de la cárcel; Walter Morlighem encuentra consuelo en una trabajadora social a cargo de la terapia post trauma de sus hijos y Roxane Delgado se involucra sentimentalmente con Nathan.

En el ínterin, Frankeur —el policía marsellés tras la pista de Mandeville y Griener— se alía con Caplan y Morlighem para aclarar el crimen de 2005, haciendo caso omiso de las posibles retaliaciones que podría implicar que Mandeville o Griener, delataran a Marie Pietri.

Frankeur se hace de pruebas científicas que incriminan a Griener, quien en libertad condicional, amenaza a Mandeville con revelar el intríngulis del robo de 2005 si algo llega a pasarle a su familia, mediante una carta que saldría a la luz si algo le llegara a pasar a su esposa en los próximos 50 años. Advertencia descartada por el Comandante Frankeur, quien está dispuesto a sacrificar la vida de la esposa de Griener con tal de ver caer a Mandeville, Pietri y el resto de la mafia marsellesa.

 

El camino del anti héroe

Caplan decide quedarse en Marsella y evitar el asesinato de la esposa de Griener. Mientras custodia la casa, un comando élite irrumpe en la propiedad, Caplan se enfrenta a un tiroteo, mientras en las afueras de la casa, Frankeur espera paciente que el comando asesine a quién se le antoje. Morlighem y Delgado acuden al auxilio de Caplan, Griener recibe tres disparos en el pecho y es rematado con una bala en la cabeza, mientras Caplan y su equipo resguardan, a pesar de la insistencia de Frankeur en que no lo hicieran, la vida de la esposa de Griener.

– Esta me la pagas, Caplan. —espeta Frankeur.

El camino del anti héroe recorrido por Caplan resulta en vano, cuando la viuda de Griener se corta las venas en la tina en la habitación de un hotel cinco estrellas de París y Joseph Marie Pietri es asesinado por su hombre de confianza, quien pasa a negociar directamente con Mandeville, el atraco de un banco que servirá a Mandeville para reponer el dinero perdido en el banco que creó con Marie Pietri y Griener.

 

Sin final feliz

En un diálogo con Morlighem, Caplan llega a la conclusión de la que la espiral de desgracias de su equipo nunca acabaría; luego, desnuda sus convicciones frente a Delgado, a quien le dice que es un “hombre solo, sin mujer, sin hijos”, que está cansado, “muy cansado” y que sólo los tenía a ellos —Nathan, Morlighem y Delgado— y que de ser necesario, daría la vida por ellos.

Una de las escenas más humanas de la serie es cuando Caplan, en solitario, vuelve sobre el carrusel de imágenes que guarda en su celular —Max, el compañero cuyo suicidio desata el argumento de la primera temporada; Theo, asesinado por Vogel al final de la segunda y una foto grupal de todo el equipo en tiempos mejores— que una a una, va borrando del dispositivo, como único acto de posible despedida ante la inminencia del mal. 

Con Marie Pietri y Griener fuera del juego, Mandeville secuestra a Nathan, hermano de Caplan, para obligar al policía a asistirlo en el robo de un banco. Por su lado, Morlighem y Delgado dan con el paradero de Nathan, a quien rescatan, mientras Caplan asiste a Mandeville durante el robo.

Este último, como firma personal de sus atracos, fusila al resto de sus cómplices, hasta ser neutralizado por Caplan. Mandeville amenaza con matar a su hermano. Caplan, sabiendo a Nathan a salvo, se comunica con él y le pasa la llamada a Mandeville, quien sabiéndose derrotado y en un último acto de soberbia criminal, saca un revólver oculto y descarga el arma sobre Caplan.

La última escena de Braquo muestra a Caplan tendido, boca arriba y de brazos y ojos abiertos, mientras Nathan, Morlighem y Delgado, huyen en la descampada noche campestre de las afueras de París, dejando en el aire la eterna interrogante de si Eddy Caplan está vivo o muerto. El argumento de una quinta temporada que nunca vendrá.

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