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Andreina Aveledo Le Maguer
Andreina Aveledo Le Maguer - ViceVersa Magazine

Botero (2018): Arte para escapar de la realidad

Botero es probablemente el pintor y escultor más expuesto del arte contemporáneo, en todo caso es al que más publicaciones y libros se le han dedicado. Por eso el director canadiense Don Millar aprovechó la oportunidad de retratarlo en vida y de plasmar, más allá de la gloria que engalanan sus 87 años, sus inicios y sus altibajos.

‘Botero, una mirada íntima a la vida y obra del maestro’ es más bien la historia de un hombre que ha superado su realidad inmediata de una forma casi metafísica gracias a su convicción, su confianza y su perseverancia en aferrarse al arte.

En el documental vemos a un hombre sereno pero ambicioso, casi obstinado. A un hombre que no sueña con otra cosa que pintar pero “pintar mejor que todo el mundo”, pues ese siempre ha sido su remedio para distanciarse de la realidad y crear la propia. En las formas voluptuosas y en los grandes formatos ‘el maestro’ encuentra la sensualidad y la generosidad que la realidad no le ofrece. Es inevitable ver el rigor de su carácter y contrastarlo con la ligereza y el humor de sus obras. Es curioso.

La película se esmera en mostrar sus años de gloria y la celebración de sus éxitos. Sin embargo, su fortaleza reside en la discordancia que hay entre ese Botero triunfante en Nueva York, Mónaco, China y ese Botero conectado a sus raíces, comprometido con su tierra, que ha donado cientos de obras a las ciudades más importantes de su país natal, Colombia.

Alguien que perdió a su padre a los cuatro años y a su hijo de tan solo tres, alguien que fue rechazado de la escena del arte por estereotipos estéticos o por sus ideales políticos, alguien que vivió en la pobreza en Florencia y que llega a probar suerte en Nueva York con solo 200 dólares en el bolsillo es alguien que sabe lo que quiere. Botero lo que quiere es ser inolvidable en la historia del arte.

Contra todo pronóstico, él encontró la forma de encajar en un Manhattan que apenas salía de la admiración por el expresionismo abstracto y entraba en la fascinación por el Pop Art. Botero, llega con un aparte, fuertemente influenciado por los frescos de Diego Rivera, pero con la intención de quedarse y de prevalecer sobre los retos del continuo avant-garde.

Hacerse una página en el gran libro del arte es aprender a vivir con la crítica, con aquellos que condenan la simplicidad de su obra, aquellos que oponen sus figuras satíricas a temas severos, aquellos que aún cuestionan sus habilidades artísticas. Me imagino que la vida de un artista de esa categoría es saber resistir a la desacreditación constante y seguir firme en su pensamiento, más allá de todo reconocimiento.

Es difícil juzgar a priori y decir qué es lo que lleva a algunos hombres y mujeres al éxito y a otros no. Botero tiene su muy merecido lugar en el arte no porque su pasión es su arte, sino porque ha sabido mantenerse fiel a su estética, sus valores artísticos y a su autenticidad. Botero no se unió a ningún movimiento artístico, él creó un movimiento en el arte. Es por eso que su nombre ya es eterno.

El mensaje de la película es claro: “Everybody has to die, Botero will never die. He will be there in the art history of the world” (Sandro Manzo). Botero no morirá porque revive en las calles, en las plazas, en los muros y en los teatros de Europa, Asia y América con sus voluminosas figuras que cobran una nueva lectura después de haber visto esta película.


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