Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Fabián Soberón

El Bosco y la herejía

Según Fraenger, El Bosco perteneció a la Hermandad del Espíritu Libre. Este grupo pululó por Europa durante varios siglos y propugnó la promiscuidad sexual. El sexo aventurado colocaba al hombre en un estado de prístina inocencia. Ese estado único era similar, según los miembros de la secta, al estado en el que se encontró Adán antes de la Caída. Sin duda, las teorías de la secta rozaban la herejía.

Adán, indómito y salvaje, vivió el sexo sin contención. Los adamitas (seguidores de Adán) buscaron la salvación a través de la vida desenfrenada.

El Bosco, lujurioso y religioso, pintó la tabla central de El Jardín de las Delicias en homenaje a la doctrina de la Hermandad del Espíritu Libre.

El Tablero de los siete pecados capitales… es una rueda. En la rueda, están dispuestos tres círculos concéntricos. El que está en el centro es el ojo de Dios. Y en el centro del ojo, Cristo sale de su sarcófago y muestra sus heridas. El ojo de Dios mira a las escenas colocadas a su alrededor en otros círculos.

Al recorrer estas escenas, un mareo me invade. Debo girar la cabeza hasta alcanzar una posición inversa a la posición propia de la cabeza. La forma circular del Tablero recuerda la forma de un espejo. Y la obra de El Bosco buscaba, intencionadamente, ser el espejo de la vida humana. El pintor deseaba que el espectador se encontrara a sí mismo en su obra.

El Bosco nació en la ciudad holandesa de Hertogenbosch, hacia fines de la Edad Media. Sus preocupaciones, como las de sus contemporáneos, giran en torno a los pecados capitales, el cielo y el infierno. Cada cuadro de El Bosco simula ser la extensión de la prédica de un clérigo en una ciudad abrumada por el desparpajo y el pecado. Sus pinturas narran, de una manera exótica y fragmentada, los textos de la Biblia. Su lenguaje visual heredó las marcas de la escuela holandesa. Van Eyck, Campin, Van der Weyden son los maestros de esa tradición. A pesar de la coincidencia con su tiempo, sus pinturas muestran una imaginación prodigiosa y original.

Tal vez tenga razón John Berger al decir que el Infierno de El Bosco es la anticipación de las atrocidades del capitalismo salvaje. Pero yo encuentro un aire atemporal en esa imagen. Creo que los raros personajes y el clima opresivo del Infierno pueden verse como la representación de la miseria humana. El Infierno de El Bosco es, de algún modo, no sólo el infierno del siglo XX, sino todos los infiernos posibles.         

El delirio inunda la escena. Los personajes viven en un mundo insólito, un mundo que desafía las postulaciones de la razón. Contaminado por las creencias medievales, abundan los monstruos y seres sobrenaturales. El Bosco logra que estos seres convivan con los otros en un clima opresivo y, al mismo tiempo, admisible.

Muchas de sus obras presentan espacios de grandes dimensiones. El punto de vista es omnipotente. Creo que el Bosco imaginó la mirada de Dios sobre la tierra. El ojo de El Bosco fue, en ese caso, el ojo de Dios.

Siento que ese infierno me mira. Hay algo en la oscuridad de El Juicio Final que todavía está vivo.

Hey you,
¿nos brindas un café?