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BJöRK… gracias a Lucía

La lengua madre nos espera antes de nacer. Es la voz del cariño que nos protege cuando todavía no sabemos que existimos. Y desde que llegamos al mundo y vemos la luz, escuchamos su sonido que nos siembra y da origen. Las primeras palabras de amor y tierra que son para siempre. Las que nos llegan directo al corazón.

La lengua madre es el hogar, la cobija cuando hace frío; amanece cuando está oscuro, es alimento que mata el hambre. Es con lo que calmamos el miedo cuando es poco lo que entendemos de lo que está afuera. Es la seguridad de que no estamos solos. Es lo primero que nos llega adentro y lo primero que compartimos.

La lengua madre nos va mostrando el mundo todo, agua, dame, quiero, mamá… Es tu casa, arriba el manantial, vuela el pájaro en el cielo, azul, verde, roja como la Caperucita, el amarillo es el sol. Ojos, nariz y boca, los pollitos dicen, no te asustes, esto es mío, dale un beso a tu papá.

Y así aprendemos a querer, a preferir la tortilla al pan. A de amigo, A de atol y arepa, B de bueno y C de Caracas; M de mamá y Manteca; M de México, Maya y Mas, la Lengua madre es la patria. Con sus ríos y sus montañas, antes y lo que será después. Hasta decir te quiero Manuel, cásate conmigo María, que es con M también. ¿Y qué nombre le pondremos? ¿Agustina para que sea fina o Benito para que sea bonito?

La lengua madre es lo que crees y lo que no crees también. Ocurre hasta cuando no decimos nada. Así te quiso tu mamá y quieres a tus hijos y le cantas a tus nietos las canciones de verdad. Y no importa si después aprendemos a hablar inglés, ruso o japonés. Nuestros pensamientos siempre estarán seguros en la lengua madre que es. Porque es la primera, la del cariño, con la que sabes ser y nombrar. Lengua madre, que te hace persona, de norte a sur y hasta después del mar. Territorio conocido que nos hace una misma gente.

Por eso escribo en español. Con el mismo español con el que aprendí a leer y querer que es con el que compro el pan o le pregunto la ruta al chofer del autobús. Por eso a veces me siento sola cuando hablo otro idioma. O parte de una película, como viviendo prestado. Por eso celebro que cada vez más gente habla español en el mundo. Por eso me siento cómoda en NYC donde tanta gente habla español, porque somos una manera de sentir, de mirar, una raza que se riega y surge de donde menos lo esperas, solidaria como una gran familia. 

Pero tengo que decir también, que hay lenguas que hablan sin palabras y te pueden llenar de verdades tan contundentes como la tristeza ante lo irreparable, aunque no entiendas ni una palabra. Me sucedió cuando escuché Black Lake la primera vez, una de las canciones del último disco de Björk. La segunda vez que lo escuché, también lloré sin saber por qué. Algo de lo que sostenía ese canto me quebrantaba el corazón. La escuché en concierto, gracias a la amorosa generosidad de Lucía, y en vivo me ericé ante el portento extraterrestre de su honestidad escénica. Volví a llorar sin remedio, raptada por la emoción. En esa ocasión logré atajar algunas cosas, My protection is takenI am blind… Family was always our sacred mutual misión. Which you abandoned. Pensé en divorcio.

De vuelta a casa, aun con la mancha oscura por dentro, quise buscar la letra, necesitaba entender…

Nuestro amor era mi vientre,
pero nuestro vínculo se ha roto.
Mi escudo se fue.
Se llevaron mi protección .

Soy una herida.
Mi cuerpo palpitante.
Ser de sufrimiento.

Mi corazón es un enorme lago.
Negro de poción.
Estoy ciega.
Ahogamiento en este océano .

Mi alma desgarrada.
Mi espíritu está roto.
Hecho tela con la que él está hecho.

Te dan miedo mis emociones sin límite.
Me aburren tus obsesiones apocalípticas.
¿Te amé demasiado?
La devoción me dobló hasta romperme.
Entonces me rebelé.
Destruí el icono.

Lo hice por amor.
Honré mis sentimientos.
Tu traicionaste tu propio corazón.
Corrompiste ese órgano.

La familia fue siempre nuestra sagrada misión mutua.
Qué tu abandonaste.

No tienes nada que dar.
Tu corazón está hueco.
Yo me ahogo en pena.
Sin esperanza a la vista de recuperarme jamás.
Dolor y horror eternos.

Soy un cohete resplandeciente y brillante.
Regresando a casa.
Al entrar en la atmósfera,
Me quemo capa a capa.

Black Lake, lago negro… espeso, profundo, verdadero, a pulso de fin, armonía más allá del pentagrama, viaje a lo hondo, valiente excavación, profundidades de miedo, desgarramiento, el alma de Björk expuesta en cada una de sus capas, debatiéndose entre la comprensión que quiere acallar la locura del dolor y la rebelión de sus emociones heridas, llevada de la mano de un venezolano de 25 años, Alejandro Ghersi, que habla la misma lengua madre en la que escribo estas líneas, un muchacho hecho de tuki, arepa y chicharrón, de talento universal sin fronteras de historias ni gobiernos, penas ni culturas, edades ni creencias… con una honestidad en el oficio que revela su origen de ritmos que explotan como la patilla cuando se corta con machete, como el tiroteo que asusta a lo lejos pero no me encierro, como la tristeza que se vuelve bravura o diversión como si fuera lluvia que escampa, con la irresponsabilidad que requiere lo creativo para volverse enorme, ¡Bravo ARCA!

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