La muerte se aferra al óxido y a la piedra. La vida se aferra al verbo amar como labios y abrazos nacidos del agua. Yo recuerdo lo que leí y observo lo que Montserrat ha sentido en sus manos de tinta cuando escribió este poemario, porque el oxígeno y la poesía centinela, otean la tierra de los adjetivos. Porque los ojos y el grito claman por la vida, en este libro que anuncia la luz del día y la noche que apadrina toda ausencia. No todo está perdido: «dijo el poeta». Ella viene a ofrecer su corazón, su vestido de tinta, aguacero y su bondad despeinada y libre. No todo está perdido, juro que en sus poemas he visto y sentido la vida detrás de cada lágrima derramada. La vida prosigue su camino, el dolor se pierde entre los versos y en la tierra crece la flor cuando ella escribe sus poemas más vivos en su Bitácora de ausencias (Editorial Amargord). Gracias Montse
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