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Besa: como crear una cultura de paz

Un componente importante en las numerosas guerras que tienen lugar actualmente en distintos países es la intolerancia religiosa. Por ello, para crear una cultura de paz es fundamental lograr el respeto y la cooperación entre diferentes religiones. Y surge entonces una pregunta inevitable: ¿Se puede llegar a un nivel de entendimiento entre ellas que haga posibles las relaciones pacíficas entre distintos grupos o países? Creo que si. Un episodio casi olvidado durante la Segunda Guerra Mundial podría arrojar luz sobre este tema.

 Durante ese trágico período de la historia contemporánea, mientras los judíos eran perseguidos por los nazis, muchos de ellos encontraron refugio en el norte de Albania. Más de 2000 judíos fueron protegidos por los lugareños, que arriesgaron sus propias vidas para hacerlo. Aunque los alemanes exigieron que los albaneses les proporcionaran listas con nombres de judíos, los albaneses no cumplieron esa demanda y en su lugar los protegieron de los nazis. Según la Escuela Internacional de Estudios del Holocausto, los albaneses no entregaron ni un solo judío a los alemanes.

Este episodio fue revelado por Norman H. Gershman, fotógrafo estadounidense, quien incluyó fotos de descendientes de albaneses que aún viven en el país en un libro llamado “Besa: Musulmanes que salvaron judíos en la Segunda Guerra Mundial”. Según Gershman, solo dos países de Europa se negaron a cooperar con los nazis: Dinamarca y Albania.

Besa es un concepto cultural albanés que significa «cumplir la promesa» y «palabra de honor». La palabra tiene su origen en el Kanun, una asamblea de códigos y tradiciones consuetudinarios compilada por Lekë Dukagjini, el legendario jefe albanés del siglo XV y transmitida verbalmente a las generaciones siguientes. Besa se usa frecuentemente como ejemplo de “Albanismo”.

Besa también significa cuidar a los necesitados, protegerlos y ser hospitalario. Tanto católicos como musulmanes participaron en este esfuerzo extraordinario en el que se jugaron sus vidas. Dado que el 70% de los albaneses son musulmanes, es seguro suponer que fueron mayormente ellos quienes fueron los primeros en ayudar a los judíos. En lugar de esconderlos en áticos o en el bosque, los albaneses dieron a los judíos nombres musulmanes, les proporcionaron vestimenta local y los trataron como miembros de sus propias familias.

Gershman cuenta la historia de un hombre albanés llamado Ali Pashkaj quien recibió en su tienda la visita de un grupo de soldados alemanes que rodeaban a 19 prisioneros albaneses. Entre los albaneses había un joven judío a quien los alemanes planeaban asesinar.

Como Pashkaj hablaba un excelente alemán, invitó a los soldados a la tienda y les dio comida y vino. Mientras distraía a los soldados alemanes, le dio al joven judío un melón que contenía un mensaje en el que se le ordenaba que saltara del camión en cierto lugar y corriera y se escondiera en el bosque. El joven siguió las instrucciones y pudo escapar.

Los soldados alemanes estaban furiosos. Regresaron a la ciudad y amenazaron con disparar al hombre e incendiar la ciudad si los albaneses no devolvían al joven judío. Los albaneses se negaron y los alemanes finalmente abandonaron la ciudad. Pashkaj fue al bosque donde encontró al joven, lo trajo de vuelta a su casa y continuó protegiéndolo. El joven, cuyo nombre es Yasha Bayuhovio, más tarde se fue a México y siguió la carrera de  dentista. Al protegerlo, Ali Pashkaj estaba practicando Besa.

Como Gershman le dijo a un periodista del Jewish Chronicle: «Mira, no estás hablando con alguien que sea pro-árabe. Es simplemente que hay buenas personas en este mundo. Conocí a musulmanes que salvaron judíos. La percepción de la religión del Islam como intolerante no tiene sentido. Soy un judío en mi corazón. Daría mi vida por Israel … Sin embargo, hemos demonizado a los musulmanes. Ellos son solo personas. Y esta gente [los albaneses] tienen un mensaje para el mundo. Desafío a cualquiera a mirar a estas personas y decir que son terroristas o simpatizantes terroristas».

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