Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Francisco Martínez Pocaterra

Bailando solos

Se fugó Leopoldo López. Vaya uno a saber cómo es el cuento, y la verdad, poco importa. Hizo declaraciones, el líder de Voluntad Popular y, según se entiende, el artífice del fallido intento por deponer al régimen de Nicolás Maduro el 30 de abril del 2019, dijo que aun en las altas esferas del poder había consenso para provocar el quiebre. De hecho, según lo refirió recientemente, López señaló que Maikel Moreno trabajaba con él y que por razones que desconoce, no cumplió su parte. Esto, no obstante, ya es historia y tampoco interesa mucho el chisme.

A mi juicio, faltó unidad en las filas opositoras de Venezuela. López trabajó solo con su partido, sin el apoyo de otras fuerzas. Y es que, al parecer, no existe entre los líderes opositores, la convicción de que solo unidos podrán lograr el «cese de la usurpación». Hay, de hecho, discrepancias profundas sobre cómo hacerlo. Unos apuntan a unas elecciones que, tenidas como un conjuro mágico, recompondrá las cosas. Otros, a una improbable acción militar estadounidense. Unos entienden que es necesario negociar y otros, ofuscados, olvidan que, en todo proceso transitorio, hay que tragar sapos. Sin embargo, por lo visto, todos obvian la necesidad de alterar el statu quo para producir cambios.

A lo largo de 1957, a pesar de sus diferencias, el PCV, URD, AD y Copei lograron aunar esfuerzos, y el 23 de enero de 1958, vista la precariedad de su gobierno, y el desconocimiento de su partido, las Fuerzas Armadas, Marcos Pérez Jiménez huyó en horas de la madrugada. Hubo en esos días, pastorales, como la de monseñor Arias Blanco, leída en los púlpitos de las iglesias meses antes del derrocamiento de la dictadura. Hoy por hoy, esa cohesión política – que se mantuvo mientras rigió la junta de gobierno e incluso, durante el primer año del mandato de Rómulo Betancourt – no existe, y, distinto de entonces, en el seno de la oposición hay tal disimilitud de ideas, que, en lugar de unir recursos, sumar ideas, pugnan entre ellos aun con mayor vehemencia que en contra del régimen que aspiran derrocar.

Se insultan unos a otros, impíamente, porque aquellos que apuestan por unas elecciones escupen sus salivazos sobre quienes creen que es mejor abstenerse, y a su vez, estos hacen lo mismo contra aquellos. Mientras tanto, la ciudadanía padece penurias indecibles. Calamidades que, salvo honrosas excepciones, no sufren los líderes políticos, que acuden a juegos de béisbol en el Yankee Stadium (y en honor a la verdad, a la ciudadanía poco le importa si la entrada fue obsequiada) o cenan en restaurantes lujosos en Madrid y Bogotá.

Tal vez estemos lejos de la unidad porque el liderazgo aún no está suficientemente jodido para entender que ya no tienen nada y que es mejor unir fuerzas. Y aunque no lo crean ellos, ya lo están y actúan solo porque a la élite le da la gana.

Hace años le escuché a mi exesposa (entonces estábamos casados) decir que en este país no hay líderes, no hay verdaderos líderes, como Betancourt o Caldera (a pesar de sus graves errores al final de su larga carrera política). Y es verdad… es trágicamente cierto. Hoy, muchos de ellos acomodados en sus prebendas (no olvidemos que, a pesar de todo, son diputados), si bien sí desean cambios, priman sus propios intereses, sus apetencias personales y partidistas (en ese orden). Se sabe, claro, en algún momento, la ciudadanía les cobrará su pusilanimidad y su desdén. Por ello, no asumen la gravedad de lo que ocurre y se aferran a sus planteamientos, por lo demás, insuficientes.

No obstante, y aunque el poder cohesione al chavismo, este se encuentra igualmente fracturado, y si antes no daban muestras de ello, la Ley Antibloqueo desnudó grietas en el partido de gobierno. El proyecto no se discutió y una vez adoptada la ley por ese ente incompetente para sancionar leyes, surgieron críticas muy duras de parte de algunos constituyentes. En otros grupos de interés, chavistas unos y neutros otros, habrá el mismo recelo, y el mismo reproche, hacia una ley que permite la entrega del país sin que medien controles de ninguna especie.

No hay unidad para construir cambios, y, como bien lo apuntó López en estos días, sin el concurso de chavistas, los sensatos, que los hay, sin dudas, no habrá transición posible, o, en todo caso, hará el proceso más cruento de lo que ya es. Entre inmaculados, sufragistas y beligerantes no hay consenso, mucho menos lo habrá con fuerzas que militan en la causa chavista. Hay pues, una sordera pasmosa entre los líderes, más atentos a escucharse ellos mismos que a los otros, aun siendo estos igualmente opositores.

Temo por ello, que, llegado el momento, como en otras ocasiones en el pasado, emergerá un mesías redentor, un caudillo iluminado que vendrá a poner orden en una nación caótica… pero, si miramos atrás, ya sabemos cómo es.

Hey you,
¿nos brindas un café?