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Ay, Pigmalión

Hace poco me tropecé con el concepto del efecto Pigmalión. Sabía que lo había googleado antes, pero no recordaba qué era. Cuando lo leí, no pude evitar pensar en las elecciones parlamentarias de Venezuela que están cerca. Para el momento en el que estoy escribiendo esto, no tengo idea en lo que van a resultar. Cualquier cosa puede pasar. Absoluta y literalmente cualquier cosa.

Volviendo a Pigmalión. Más allá del cuento mitológico del Rey que logra que Afrodita convierta a una estatua hecha por él en una mujer de verdad por el amor que le profesaba; se trata de un fenómeno psicológico, pedagógico y social en donde la creencia de una persona A influye el rendimiento o la manera de actuar de una persona B. Cuando lo descubrí, me pareció uno de esos principios tan naturales y lógicos, que impresiona un poco que tenga un nombre propio.

A lo largo de todas las elecciones que han sucedido en Venezuela, y vaya que han sido bastante en estos últimos 10 años, siempre he sentido que he perdido el voto, excepto una vez. De todas esas, las últimas presidenciales y la del próximo domingo han sido las más tensas, al menos como yo lo recuerdo. Hay dos bandos claros, sin opciones intermedias, dejándonos a los votantes con tres posibilidades: Rojo, azul o no votar. Listo. El mensaje pareciese ser: “Si usted se siente incómodo o inconforme con alguna de ellas, vaya a j***r a otro lado”.

¿Qué tiene que ver Pigmalión en todo esto? Los que le hemos votado al azul nos dividimos en dos: A los esperanzados que casi pareciesen pensar que al día siguiente de haber ganado las elecciones, abrirán las ventanas, los pájaros cantarán distinto, y como por arte de magia los problemas del país estarán solucionados; y los pesimistas que ven imposible una victoria. Por otra parte, los que le votan al rojo se dividen en este momento en los que están aterrados por el cambio y los que están evitando que eso suceda.

Jugamos a convencer al otro de que lo que queremos que suceda, sucederá; que crean en lo mismo que nosotros y rogar para que hagan aquello que esté en sus manos para lograr que hagan lo que creemos correcto.

De verdad esta semana es tensa. El aire pareciese contener un raro gas que hace que todos andemos como molestos, risas nerviosas, conversaciones repetidas… Nadie sabe lo que va a suceder. Como es usual, la toma de la baranda del CNE será la imagen vista durante horas en todos los televisores de aquellos que estamos pendientes de las elecciones. Sólo me queda desear que Pigmalión haya estado a mi favor.

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