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Alexander Anchía - ViceVersa Magazine
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Autoayuda y holismo, ¿falacias del vacío?

Tras el entierro de Prometeo el ser humano dejó de ver en la ciencia, la razón de su fe y su porvenir.

Se dice que la historia es cíclica, o que cada cierto tiempo se repiten moldes aunque distorsionados. El barroco, en alguna medida, es considerado un regreso a la edad media y el neoclásico un regreso al renacimiento. No obstante en cada regreso hay una modificación, es como si un padre hubiese parido a un hijo que no es completamente igual a él.

Al morir la ciencia con sus certezas y su lenguaje moderno que ya sonaba elitista y poco representativo para una nueva época, aparecen la autoayuda y los consejos para ser feliz o para vender bien de Og Mandino, Robert Kiyosaki, Paul Forner, por citar solo algunos. Sus libros se venden como helados en un verano a cuarenta grados de temperatura. La gente común utiliza estos libros o herramientas para despertar al desconocido que yace en sus adentros.

¿Será Autoayuda o Autoengaño? Y así se inventaron o descubrieron conceptos más recientes como la gente tóxica, o la inteligencia emocional. Se piensa que en un mundo tan complejo, diverso y que va al despeñadero unas horas de buena actitud cambiarán el destino de la humanidad. El iniciado se va iniciando en el mundo o negocio de la autoayuda, como un vicioso va comprando libros, textos y se coloca una careta, la de una persona que siempre debe hablar de cosas buenas, las malas quedan reservadas a espacios muy íntimos. Pero como la felicidad se debe reflejar, se inventa la falacia de la felicidad dictada por decreto en un libro de autoayuda.

En cuanto al holismo, cada vez están más de moda con la entrada de la posmodernidad, el espiritualismo amorfo, ese que es diseñado y realizado cual si fuera una carta astral para una persona exclusiva. Se le determina un tratamiento específico, algunas veces sensorial, por ejemplo se le pasa un plumero en la cara y, bueno, se vuelve a prácticas de siglos atrás. Se concibe la falacia de que resucitando esas viejas prácticas, cierto halo del conocimiento privado hará maravillas. Es una fe amorfa, que no tiene asidero, y muchas de estas terapias fracasarán porque, cuando se acabe el impulso de la fe en algo desconocido y abstracto, el paciente irremediablemente volverá a sentir las mismas dolencias.

Al final ni la autoayuda ni las terapias holísticas son capaces de curar la necesidad vital de conocimiento, de afecto y de trascender el mundo visible en que nos movemos. Posiblemente serán capaces de aliviar por un tiempo estos males. El paciente se envalentona y como muchos seres humanos en enero se enfrentan al reto de los nuevos propósitos, se toma la motivación prestada, que alcanzará para un tiempo muy efímero, como mucho una década de la vida.

El propósito de esta reflexión, no es desestimar la búsqueda de la felicidad a través de la autoayuda o el holismo sino en compartir una consideración: el reto de construirse a sí mismos termina solamente con la muerte. En diferentes edades se exigen diferentes retos y se cuenta con recursos diferentes. El ser humano, no debe esquivar las preguntas vitales de su existencia, debe asumirlas y como una enfermedad crónica aprender a convivir con ellas, por más difícil que sea esa convivencia y por más aristas que tenga. Tales posibilidades no se calman únicamente con el holismo o la autoayuda que más bien por sí solas pueden convertirnos en unos fanáticos, cerrados y autómatas. Por la complejidad inherente al ser humano, se requiere cultivar la crítica, el intelecto, el deporte, y todos los valores. Pero no desde una emocionalidad que dura mientras leemos las páginas de un libro o el tiempo de un tratamiento. Es algo que va más allá de eso, mucho más.

Nadie puedo decir cuánto. Cada ser humano debe encontrar su razón de ser en la vida, determinar lo que lo llena, lo que lo hace feliz y escoger a las personas con quien quiere compartir.

Debe ser una persona cordial, consciente y considerada para que las respuestas a las preguntas vitales comiencen a tener sentido.

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